“La represión social que se viene en la implementación va a ser fuerte”

La Comisión Étnica para la Paz, formado por organizaciones de base, se ha ganado un espacio en la discusión nacional por sus aportes en La Habana y por su defensa de las víctimas. Richard Moreno, miembro de la Comisión, analiza este delicado momento político desde Quibdó.

Es difícil saber dónde para Richard Moreno. Talleres, foros, encuentros con comunidades a varias horas de río o trocha, reuniones políticas… Eso sí: cuando se le encuentra, el volumen de su voz y la contundencia de sus argumentos lo hacen inconfundible. Moreno ha pasado por todos los escalones del liderazgo étnico y territorial en el Chocó y ahora es el coordinador de una poderosa red que ya aglutina a 78 organizaciones en el Foro Interétnico Solidaridad Chocó (FISCH).

La fuerza del FISCH también se ha traducido en su presencia en la Comisión Étnica para la Paz y la Defensa de los Derechos Territoriales que negoció en La Habana y logró el capítulo étnico en los acuerdos congelados tras el plebiscito del 2 de octubre. Richard Moreno defiende los acuerdos –“que sólo pueden ser defendidos con la movilización social”- y le apuesta con fuerza a una construcción de paz “que no es lo que el Estado defina, sino lo que la sociedad civil gane en la puja de poder que se viene ahora”.

Este abogado chocoano desconfía de un estado que tradicionalmente ha sido sordo, pero cree que “Santos no va a abortar el proceso [de paz], pero hay un riesgo de que las élites dejen al pueblo fuera”. Ese riesgo y otro casi peor: “La represión social que se viene en la implementación va a ser fuerte”. Para el coordinador del FISCH la restitución de tierras o la defensa contra los megaproyectos extractivos van a ser complejos espacios de disputa para unos pueblos étnicos que, según defiende, “tienen vocación de paz por naturaleza”.

 

—¿Qué posición tiene la Comisión Étnica de Paz frente a lo que está pasando? Esta negociación a varias bandas, con los del NO, con las FARC… ¿Se ha vuelto una reunión de élites?

—Tenemos la gran preocupación de que se convierta en otro Pacto Nacional, donde las élites vuelvan a tomarse el poder y, en ese caso, vuelvan a repartirse los territorios y los intereses económicos y dejar de nuevo al pueblo por fuera de la posibilidad de generar bienestar colectivo en las comunidades.

Albergamos una luz de esperanza en que hay dos puntos en los que las FARC han dicho que serán inflexibles: el tema de tierras, que también es nuestra gran apuesta, y el tema de justicia, que puede ayudar a mejorara el nivel de reparación, de llegar a la verdad. Porque si hay justicia se puede llegar a la verdad. Y la justicia tiene que ser para todos y todas. No podemos decir que unos políticos o empresarios son buenos porque se ligaron con los paracos y accedieron al poder por medio de los ellos; y otros son malos porque accedieron al poder o acompañaron a la guerrilla. Todo el que haya hecho daño a la población tanto en lo material como en lo económico tiene que pagar cuenta con la justicia así sea la Justicia Transicional. Pero, además, en esa misma luz de esperanza, en la reunión con [Juan Manuel] Santos la pasada semana, él planteo varias cosas. Primero, que a más tardar el 10 de diciembre el acuerdo con FARC estaba firmado. Y, segundo, que tiene varias opciones para hacerlo: irse a un nuevo plebiscito, que lo ve complicado en la medida que puede polarizar más al país; irse a cabildo abierto, pero él considera que, además de ser muy dispendioso ir a más de mil municipios, esta es una decisión nacional y este mecanismo es para decisiones más municipales. La tercera opción es sacarlo mediante un decreto presidencial y asumir los costos que sean, y la cuarta que da es vía Congreso. Que sea el congreso quien lo refrende, y eso no es descabellado en la medida en que ayer el presidente del Senado dijo que ellos estarían dispuestos.

Además, el presidente dice que la sentencia en la Corte no lo obliga a él a modificar el contenido de los acuerdos. Dice que lo que la Corte plantea es que si no gana hay que tener un acuerdo nuevo, y el acuerdo nuevo para él es: “si yo coloco una letra más, una coma más, ya es nuevo”. Esa es la interpretación que le han dado también sus asesores y que nos planteó en la reunión.

Lo mas probable es que termine con una adenda a lo ya convenido porque él considera que el acuerdo de paz está vigente y está vivo. Porque es un tratado internacional y él lo que va a hacer es cumplir con la Corte y escuchar a la oposición. Y él lo que les dijo es que les iba a escuchar, no dijo que iba a negociar lo acordado. Sí que iba a escuchar y definir qué era viable y qué no era viable. Él no va a abortar el proceso cuando esa Colombia rural que ha sufrido el conflicto voto ‘Sí’, y fue la Colombia urbana, mucha de ella engañada, la que voto ‘No’. Él no va a abortar el proceso.

—El ‘Sí’ en el plebiscito fue un voto étnico. Mas que la Colombia urbana ha sido la mestiza, la criolla la que voto ‘No’ ¿Por qué los pueblos étnicos tiene tan claro el ‘Sí’?

—Hay varias razones. La primera, que son estos pueblos quiénes han sufrido el conflicto de manera directa. Son las mayores víctimas del país. Y, la segunda, porque los pueblos étnicos tienen vocación de paz por naturaleza. Uno no puede negar que hay negros y hay indígenas en la guerrilla, pero con la dimensión que ha tenido la guerrilla en esos territorios… si nuestra gente tuviera vocación de tomar el fusil, hubiera sido una guerrilla étnica. Pero la voluntad de nuestros pueblos no es la confrontación armada, con fusiles o con armas, porque además… nosotros le tenemos miedo a la muerte. La razón simple de por qué un negro o una negra no van a por un fusil es porque le tenemos miedo a la muerte, no solo a la muerte física. Hay un arraigo que no nos permite ir mas allá de nuestra revolución verbal, de nuestra movilización y es un asunto cultural y de visión de pueblo.

Además, creo que los acuerdos de La Habana ya se están implementando. Las FARC se han reagrupado nuevamente y esa es una buena señal, como que no hayan arrancado en desbandada cuando se perdió el plebiscito. Cuando el presidente [Santos] dijo que prorrogaba el Cese Bilateral del Alto el Fuego hasta el 31 de octubre fue como para que las FARC se hubieran desbandado y escondido. No lo han hecho.

Segundo, el protocolo de entrega de los niños y niñas sigue vigente y lo están trabajando, así que se está implementando. Las FARC siguen haciendo pedagogía de paz, están accionando en eso. En La Habana no solo están revisando lo que ha propuesto el ‘No’, sino los puntos que quedaron pendientes antes de la firma. Esto nos da la esperanza de que la firma con las FARC va.

—En otras zonas del país, en protestas sociales como la de San Martín, Hidroituango o en La Guajira… la acción del ESMAD está siendo muy fuerte. Los movimiento denuncian una militarización de facto y el Gobernador de Antioquia la ha propuesto formalmente ¿Temen que ese debate por la paz termine en una paz militarizada?

—Ese es un gran debate. Aquí tenemos que entender que todos le estamos apostando a terminar el conflicto armado para empezar con la construcción de la paz. Y la construcción de la paz no tiene que ser lo que el Estado defina. Yo creo que nuestro mayor reto es ahí, porque realmente viene la puja del poder entre la sociedad civil y los grupos económicos y los grupos políticos. El debate es en torno a qué tipo de paz queremos. La represión social que se va a producir en el marco de la implementación de los acuerdos va a ser fuerte. Porque cuando empecemos a hablar de territorios o tierras en manos de empresarios, paracos o de la guerrilla, para devolvérselo a las comunidades… eso va a ser complicado. Va a ser complicado el tema del extractivismo cuando las comunidades se opongan a que sea en sus territorios; va a ser complicado el tema de participación política cuando algunos quieran representar a otros en ese escenarios.

En ese tipo de cosas la movilización social es la única salida para salvar los acuerdos. Santos termina [su mandato]… se va con el Nobel de Paz, con el de los franciscanos, y ya se inmortalizó en el país. Pero eso no garantiza que una vez que salga de la Presidencia, retorne el nivel de facho o neoliberal que tiene y que aquí lo ha dejado opacado por la paz. La gente sabe que era socio de Uribe, socio de muchos empresarios. Todos estamos diciendo: acabemos con las FARC como actor armado porque así hay más posibilidades. Pero estamos conscientes. Cuando había un actor armado, aunque sea contradictorio, nosotros teníamos definida una estrategia. Llegábamos a saber como pensaban las FARC, aprendimos a reclamarle sin que nos diera un balazo. El tema ahora es si estamos preparados para hablar con las bandas criminales que se creen, que pueden ser de las mismas FARC o una con paracos, las que surjan o las que los mismos empresarios creen para proteger lo que le han quitado al pueblo. Ese es el gran problema.

El ojo hoy tiene que estar puesto en ese hecho puntual y concreto de qué va a pasar con la gentes en el territorio, qué va a pasar en el Chocó cuando las multinacionales que nunca entraron por miedo a las FARC quieran hacerlo ahora. ¿El Estado va a garantizar una consulta que permita que la gente decida libremente?

—¿Cree que la sociedad civil sale demasiado debilitada del conflicto para poder manejar esa puja?

—No, yo creo que puede salir fortalecida. Todas las movilizaciones de ahora en el país no creo que se vayan a quedar quietas. La gente es consciente de que hay que empujar para que siga el proceso con el ELN, pero también por el cumplimiento de los acuerdos ya. Y en la medida en que haya menos fusiles apuntándole a la gente, habrá más libertad para protestar. La pregunta es: ¿el Estado va a ser capaz de garantizar la movilización social?. ¿el Estado no va a satanizar la movilización social?, ¿el Estado no va a utilizar al ESMAD como instrumento para atropellar a la gente?

Ahí, la comunidad internacional juega un papel muy importante en la medida en que en este país se le para más bola a lo que digan los gringos y los de fuera que a lo que dice un colombiano. Yo estoy convencido de que el pueblo se va a mover. Si la gente se ha movido en medio del conflicto, la gente también se va a mover ahora. Y en la medida que cojan a unos cuantos empresarios en la justicia transicional y empiecen a cantar la verdad, también se ayudará a debilitar esa acción paraca, paraestatal, la puede debilitar si caen unos cuantos de los peces gordos. Hay incertidumbre, pero creemos que hay una oportunidad para avanzar en esto.

—¿Y con el ELN? porque es muy diferente a las FARC…

—¡Nooo! eso va a ser mucho mas complicado. Dios quiera que no lleven más de dos años, o más de los 4 años de las FARC. Primero, porque ideológicamente es muy diferente a las FARC y tiene temas que de los que ésta se bajó por avanzar y que el ELN no sé si lo hará: el tema energético, el modelo de desarrollo… Y en términos militares, las FARC son verticales, mandan de arriba a abajo, y en el ELN manda todo el mundo. Es demasiado complicado.

Me preocupa que sitios como el Chocó, en el Baudó, donde más presencia tiene el ELN, mientras estén negociando se presente algún actor de estos mandos y afecte a la negociación y termine generándole una desconfianza tal a la gente que no apoye el proceso, que prefiera que les combatan.

—En el Chocó se hizo un paro cívico y se negoció con el Estado, y ahora todo va muy lento… a la Comisión Étnica para la Paz le esta tocando sentarse con el presidente y con una gran cantidad de actores institucionales, ¿Confía en ellos siendo chocoano?

—No, no, no. No confío en ellos. Son un mal necesario. ¿A quién más le vamos a exigir? Tienen las responsabilidades legales y constitucionales y hay que exigirles por la vía de las acciones legales, por la movilización, en todos los niveles, departamental, municipal nacional, porque es una responsabilidad de ellos. Porque ¿quiénes colocan a los presidentes? los mismo empresarios, ¿quiénes colocan a los alcaldes y gobernadores?, ¿quiénes les dan el billete para que lleguen a ese escenario? Y en últimas acaban respondiendo a ese tipo de intereses. Y yo digo: hace seis años, o un poco más, Uribe y Santos eran hermanos, quién quita que a partir de que Santos salga de la Presidencia no vuelvan a serlo. Siempre se juntan los que están arriba, todo el tiempo lo van a hacer porque no pueden pisarse callos, y los que estamos abajo es mas difícil juntarnos porque seguimos a muchos intereses y terminamos jodiéndonos a nosotros mismos.

—¿A los movimientos sociales y étnicos se les exige una pureza que no se le exige al resto?

—Sí, y no solo es una exigencia externa, también lo es interna. Como se tiene muy poco, cuando algo se consigue los ojos de todos están allí. Hay una vigilancia total y por cualquier tipo de circunstancia se difama al líder o lideresa. Pero, además de eso, somos muy inmediatistas en la búsqueda de objetivos. Si nos proponemos algo y mañana no lo conseguimos… sentimos que fracasamos. No hemos proyectado nuestro quehacer a 10, 15 o 30 años, como hacen los verdaderos actores económicos y políticos de este país. Ellos se programan por generaciones y preparan a su gente para que cuando uno se muera otros vayan asumiendo. A nosotros nos cuesta esa estrategia. Creemos que tenemos que ser puros y castos, y tan eficientes que tengamos que ser mejores que los demás, cuando la realidad social, económica y política no lo permite. Por eso un consejo comunitario con 20 años tiene que ser perfecto. Las asociaciones indígenas, la más antigua, la ONIC, tiene 34, y se exige que sea perfecta. ¿Por qué no le exigimos a la alcaldía que sea perfecta?, ¿por qué no le decimos a la Nación, que tiene los recursos y el aparato político, económico y administrativo, que sea perfecta? No, aquí si un político se roba la plata, ese man es un vivo. Y en el Chocó, sobre todo, lo valoran y cuando sale de la cárcel le hacen chirimía. Pero si un líder comunitario terminó tomándose un millón de pesos… eso es la catástrofe, son unos ladrones. Bajo esa concesión, políticos y empresarios han estigmatizado a los procesos comunitarios en la medida que no son capaces de administrar…

—¿Y el papel de la cooperación nacional e internacional?

—Ahí tenemos que entender que la cooperación también tiene intereses. Aquí nadie viene a dar plata porque es muy caritativo o buena gente. Hace 10 años, en un foro en Riosucio, pedimos a la cooperación que financiara una investigación sobre cuál había sido su impacto en el Chocó en la ultima década. Cuánto se había invertido y que impacto generó. Todo el mundo huyó. Siguiente punto… y hubo gente hasta que se enojó, que el Foro no era un ente estatal que viniera a verificarlos y auditarlos. Aunque la cooperación ha servido para apoyar y fortalecer procesos, en muchas ocasiones ha creado tanto paternalismo que, cuando se van, los procesos se debilitan y se caen. Y, además, en el caso de Riosucio, la cooperación fue la que más incidió para que después del retorno de las comunidades la gente no se organizará. Había unos pobres negros y unos pobres indios y además había conflicto armado, era perfecto para captar recursos de cooperación sin ni siquiera concertar con la gente. Ese tipo de cosas creo que en el nuevo contexto no deberían volver a pasar. Además de evitarlas, me preocupa porque hay muchos consejos comunitarios, organizaciones indígenas y de víctimas que cuando ven un peso se les puede quebrar la voluntad. Esto pasa porque la gente está fregada: la gente necesita mover sus propios procesos pero también mover su estomago.