Carta desde Colombia a Iñigo Egiluz

Querido Iñigo,

Hacer memoria de ti y de Jorge Luis Mazo siempre es, y será, un momento de tristeza y  dolor, claro, cada vez se siente distinto, o mejor, se comprende diferente, pero no puedo dejar de sentir esto en lo profundo de mi alma.

Saber que tu vida se ofrendó, junto a miles en Colombia, que dieron todo buscando realizar la tan anhelada paz basada en la verdad y la justicia, es tener la certeza que estas convicciones siguen siendo el motor de millones de personas que aún estamos vivos y que no renunciamos a ese sueño.

Sabes que hace exactamente cuatro años estábamos con júbilo y esperanza pues se estaba firmando, en el teatro Colón de Bogotá, el “Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de Paz Estable y Duradera”, suscrito por la extinta guerrilla de las FARC-EP  y el Estado de Colombia.  Este acuerdo sentaba las bases para realizar una serie de derechos postergados en su cumplimiento, fundamentalmente para el campesinado, para el mundo rural de indígenas y afrocolombianos,  mediante la Reforma Rural Integral, al igual que una apertura democrática para toda la sociedad,  todo ello centrado en el resarcimiento de los derechos de las víctimas con el  Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de No Repetición.

Abrigábamos la confianza que el naciente proceso de diálogo con la otra guerrilla aún existente, el Ejército de Liberación Nacional, produjera los frutos de otro Acuerdo que sellara la Paz Completa, ello aunado a la conversación conducente a una dejación de armas y acogimiento colectivo a la Justicia por parte de los grupos procedentes del paramilitarismo.  Como  ves, estábamos con una euforia de ver la luz de finalizar la violencia del conflicto social y armado.

Veíamos y sentíamos, querido Iñigo, que tu sacrificio y el de Jorge Luis, producían el fruto tardío de la paz para que los más de 7 millones de desplazados pudieran retornar, en particular al medio y bajo Atrato, a todo el Pacífico y por ende a toda Colombia, que las 7 millones de hectáreas despojadas a los campesinos y demás población del área rural pudieran regresar a las manos de sus dueños y se accediera a ella por parte de los sin tierra. En especial, la sangre que tú y Jorge Luis vertieran a las profundas aguas del Atrato se vieron reflejadas en el capítulo étnico que introdujo este enfoque transversal en el referido  Pacto.

Sinceramente, apreciados Iñigo y Jorge Luis, el primer año y medio de la puesta en marcha del Acuerdo de Paz mostró sus frutos, de ello dan testimonio todas las comunidades que tú conociste en el Medio y Bajo Atrato, quienes sintieron alivio con el  cese al fuego bilateral definitivo, del inicio de la reincorporación de los excombatientes y el comienzo de las discusiones sobre los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial entre otros aspectos. Al tiempo seguimos con atención el desarrollo legislativo del Congreso de la República y del mismo Gobierno Nacional para organizar el andamiaje institucional necesario para la implementación del mencionado Acuerdo.

Pero, querido Iñigo, la Paz no estaba aún tan cerca, nos dimos cuenta que ella es aún esquiva pues no todos en Colombia están de acuerdo con poner a las Víctimas en el Centro de la Paz, pues ellas exigen y requieren Verdad para una Justicia Restaurativa, ante lo cual muchos de los responsables del dolor, saqueo, despojo de tierras y consumar las economías ilícitas no aceptan que se conozcan todas las Verdades y se reconozcan todas las Responsabilidades.  Por eso sobrevino la perfidia, el engaño, las trampas, pues desde el Congreso de la República se  empezó a no cumplir el Acuerdo, empezando por no legislar sobre las curules que estaban acordadas para las Víctimas, siguiendo con este ejemplo sobrevino la no continuidad con las conversaciones de Paz con el ELN, y se desató una persecución, o genocidio, contra el liderazgo social: reclamantes de tierras, defensores de derechos humanos, del medio ambiente y protagonistas de movimientos políticos. A la par se desató la masacre sostenida contra los firmantes de la paz, que al día de hoy van más de 238 asesinados.

Acción traicionera, queridos Iñigo y Jorge Luis, de un Gobierno que basó su campaña política en hacer “trizas” el Acuerdo de Paz, lo cual ha venido cumpliendo de manera sistemática y progresiva, aunque ante la Comunidad Internacional mantiene un discurso formal de estar “comprometido con la paz”. Es decir, que ganó las elecciones con ese propósito y ello implica que un sector de la población comparte esas ideas, lo cual nos pone en una tarea mayor de construir un amplio consenso social sobre construcción de paz.

El Estado no organizó de manera sistemática el control de los territorios dejados por la antigua FARC-EP, y ello hizo posible que los grupos armados vinculados a las economías ilegales del narcotráfico, minería y otras coparan dichos espacios  sembrando el terror  y sumiendo de nuevo la región del Pacífico, de manera particular, en un territorio de aguda crisis humanitaria.  Ante lo cual el discurso del Gobierno es afirmar que todo se debe a “ajustes de cuentas entre bandas criminales que asesinan a los líderes y a los excombatientes”, eximiéndose de asumir sus responsabilidades.

Tú sabes, hermano Iñigo, desde tu nueva dimensión existencial, que todo eso es falso, que lo que ocurre es una auténtica política de traición a la Paz, para mantener privilegios y no responder por los crímenes de Estado y de particulares que se han enriquecido con el pretexto de mantener una guerra contra “terroristas”.

Hoy, a 21 años, de haber sido arrancados tú y Jorge Luis por las fuerzas paramilitares aunadas a estamentos de la Fuerza Pública, contamos con la presencia de ustedes, sus energías, sus sueños de Paz basado en la Verdad y la Justicia Restaurativa para seguir con esa búsqueda y no desfallecer, gracias una vez más por la entrega de ustedes,  que no será en vano. En ello estamos comprometidos y comprometidas en los diversos territorios. 

Jesús Alfonso Flórez López

Cali, Noviembre 18 de 2020