¿Cuántos Gildardos Santamaría
sobreviven en Colombia?
Gildardo Santamaría se podría llamar Marcela Echeverría o Hernán Betancur. Da igual su nombre. No es igual su historia, aunque a todas, a todos los une la edad y los problemas sociales, económicos y emocionales asociados al ciclo vital de las y los adultos mayores en Colombia. Gildardo Santamaría vive en las calles de Bogotá. Unas calles donde cada año son abandonados 400 adultos mayores, según un reciente informe de la Universidad de La Sabana y la Asociación Colombiana de Gerontología y Geriatría. Gildardo Santamaría fue desplazado por la guerra del norte de Risaralda, como ha sido desplazado el 73% de los adultos mayores que figuran en el Registro Único de Víctimas del conflicto armado (Ya casi 685.000 a).
Gildardo Santamaría acumula morrales de exclusión: es desplazado del conflicto, es un adulto mayor y vive en la calle. Quizá por eso el agente de la Policía se sintió ‘legitimado’ para maltratarlo; primero, según los testigos, abriéndole una brecha en la cabeza con el bolillo; después, pisoteándolo y humillándolo.
Los vulnerables invisibles
La población adulta mayor del país parece invisible. Sólo cuatro referencia genéricas en el Acuerdo de Paz de La Habana y la promesa de un programa “contra el hambre en la tercera edad”; ninguna presencia en el debate político y una realidad que ahora sabemos dramática, gracias al estudio hecho con la participación de 30.000 personas difundido en mayo por la Universidad de La Sabana y la Asociación Colombiana de Gerontología y Geriatría.
De los 5.750.000 adultos mayores que el DANE calcula que hay en el país, casi el 20% vive en Bogotá (995.000). De todos las personas con más de 65 años, sólo el 26% tiene una pensión y, según la Universidad Externado, el 22% vivía en condición de pobreza en 2015, con menos de 223.000 pesos al mes. De hecho, su situación es tan precaria que la mayoría debe seguir generando ingresos pero sus trabajos son predominantemente informales (85%) y mayoritariamente independientes (76%) en actividades agrícolas (29%) y comerciales (25%). En resumen, unos 4 millones de personas adultas mayores no tienen ningún tipo de cobertura económica y, según Misión Colombia Envejece, el estado del arte no va sino a empeorar: “El porcentaje de pensionados bajo el SGP [Sistema General de Pensiones], excluyendo regímenes especiales, caería del 19% en el 2015 al 13.7% en el 2035, con solo una recuperación parcial que llevaría este porcentaje al 15% en el año 2050”, cuando, según las estimaciones de esta fundación, habrá 14,1 millones de personas adultas mayores (lo que supondrá pasar del 9% actual al 23% del total de la población).
Un 40% de las personas adultos mayores del país presenta síntomas de depresión
La mayoría de personas adultas mayores, el 94%, tiene acceso a los servicios de salud pero les resulta casi imposible encontrar atención especializada en su proceso de envejecimiento ya que sólo hay 80 gerontólogos en activo en el país: uno por cada 35.000 pacientes. La nada. A Gildardo Santamaría le habrá curado sus heridas un médico sin formación específica para tratar a adultos mayores: es lo más probable por 9 de cada 10 médicos colombianos no han estudiado de forma específica las necesidades de este inmenso grupo poblacional.
No sabemos cómo es el ánimo de Gildardo, pero sí hay datos en este último estudio que demuestran que un 40% de los adultos mayores presenta síntomas de depresión. La Encuesta Nacional de Salud, Bienestar y Envejecimiento (SABE) de 2014-2015 era más dura y aseguraba que un 41% estaba en esa situación en todo el país y en Bogotá, donde todo se amplifica, el porcentaje de adultos mayores con depresión se encaramaba al 53,2%. De hecho, después de la hipertensión arterial, la depresión es la segunda enfermedad más habitual entre las personas mayores de 65 años.
La situación es tan preocupante –y tan poco atendida- que, según Medicina Legal, un varón colombiano de más de 80 años tiene 251 veces más probabilidades de suicidarse que cualquier otro perfil poblacional. La misma institución lanza las alarmas cada año por el aumento progresivo de casos de violencia intrafamiliar en los que la víctima es adulto mayor. En 2016, ya fueron 1.653 los casos registrados, un 2,5% más que en 2015.
Pero en lo que pone el énfasis el estudio de La Sabana es en la discriminación social de esta población a la que se excluye por “improductiva”: “Muchos individuos que integran esta población suelen caer en depresión, pues se sienten excluidos, inútiles, inservibles y como una carga para sus familias y para la sociedad, en general”. Es llamativo que en las noticias sobre el abuso policial contra Gildardo Santamaría se refieren a él como “el anciano” o “el abuelo”, cuando su edad es de 60 años… un primer instante del ciclo vital de la adultez. ¿Es usted un Gildardo potencial?