“La paz va con las mujeres o no va”

La psicóloga Laura Cardoza llegó a las negociaciones de La Habana cuando el enfoque de género logró entrar en el debate, hoy sigue con la pedagogía en las zonas veredales. En la guerrilla vé las mismas amenazas y retos de la sociedad colombiana, no cree que el machismo esté más asentado en las FARC.

Cuando Yenni, guerrillera del frente 57, entró en las FARC hacía de todo: la guardia, cargar leña, remolcar comida, estar en la célula del partido. “No era sólo hacer la rancha (cocinar), era igual para todos”. Sin embargo, la igualdad o la equidad de género también tocó demostrarla. Uno de los mandos no dejó a las mujeres remolcar unas canecas de gasolina hasta el campamento “decía que no éramos capaces, pero nosotras envasamos la gasolina en botellas más pequeñas y le mostramos que sí podíamos”. En otros campamentos las cosas no fueron tan fáciles. Patricia, del Bloque Sur, recuerda que había compañeros con dos compañeras, y ellas se peleaban, y había compañeros que les pegan a sus compañeras. “Yo le cuento una historia del Sur. Allá se volvió costumbre que los hombres le pegaran a las muchachas, creían que eran de su propiedad, tanto era el problema que no podíamos sacarlas a alguna misión porque ellos iban y cuestionaban al mando. Hasta que tocó hacer consejos de guerra para acabar eso”.

El enfoque de género se introdujo y comenzó a tener relevancia en los debates de la Mesa de La Habana después de que múltiples organizaciones de mujeres enviarán sus propuestas, luego su manipulación sirvió a los defensores del No en el plebiscito para retorcer la realidad y utilizarla como arma contra el proceso.

Laura Cardoza tiene 31 años, es psicóloga de la Universidad Nacional y feminista militante. Llegó a La Habana tras aplicar a una convocatoria que los países garantes del proceso de paz hicieron para contratar asesores en el tema de mujer y género. Reconoce que en la guerrilla existen lógicas machistas y patriarcales que son reflejo de la sociedad, pero también asegura que se ha obviado el hecho de que la guerrilla ha sido un referente de cómo solucionar conflictos de género en muchas comunidades rurales. Un ejemplo de esto lo narra Chaverra, guerrillero del Bloque Efraín Guzman. En 1993 ayudó construir un reglamento de una comunidad en Vebará, Chocó, que imponía multas y castigos (cargar arena para unas obras en la vereda) a todo hombre que maltratara una mujer. “A la semana un tipo le pegó una golpiza tremenda a una señora y nosotros llamamos al Presidente de la Junta de Acción Comunal para que aplicara el reglamento… La comunidad casi nos saca a machete de allá, la mujer se emberracó con nosotros, que porque al marido le tocaba ir a trabajar para pagar esa multa, que no nos metiéramos en la vida de ella…”.

El proceso de paz no está exento de las amenazas y contradicciones que en este tema ha tenido el conflicto y la propia sociedad colombiana. “Desde lo que he visto, no puedo afirmar que en las FARC haya un grado superior de machismo, es muy similar a lo que pasa en la sociedad en general”, sentencia la psicóloga Laura Cardoza, que recorre ahora los campamentos gracias a un proyecto que fue financiado con recursos internacionales. En estos días visita las 26 Zonas Veredales y Puntos Transitorios de Normalización donde está concentrada la guerrilla para socializar y difundir lo que se trabajó en la subcomisión de género en aras de que se entienda la gran trascendencia que esto tendrá en el proceso de implementación de los acuerdos. “El enfoque de género debe ser transversal a todo lo acordado”, asegura ella, “hay quienes estamos convencidas que esto sirve a la profundización de la democracia y la paz”.

–Las FARC fueron ante todo un ejército y se dice que las guerras las hacen los hombres, que todos los ejércitos son machistas y patriarcales. ¿Ha visto algo de eso durante esta experiencia de visitar y recorrer las Zonas Veredales?
Esa es una premisa falsa, no es cierto que la guerra la hacen solo los hombres o que los ejércitos son exclusivamente para hombres. Las FARC son una prueba de lo contrario: casi que la mitad de sus combatientes son mujeres y no es un asunto menor porque cumplieron las mismas funciones que los hombres.

–Pero la presencia en combates es relativamente nueva…
En la séptima conferencia se estableció que las mujeres eran libres e iguales y se les dio el estatus de guerrilleras, desde eso van al combate. Antes de eso las entendían más como acompañantes y ayudantes. Lo de si los ejércitos son patriarcales, pues es que toda la sociedad es patriarcal, la educación, la comunicación. Desde lo que he visto, no puedo afirmar que en las FARC haya un grado superior de machismo, es muy similar a lo que pasa en la sociedad en general. Si hay una mayoría de mandos hombres pero eso no significa que no existan mujeres con mando, que además son reconocidas y respetadas por su tropa, no porque las hayan puesto allí sino porque se lo ganaron en el plano militar. Claro, los roles establecidos por el género que vemos en la sociedad se reproducen también en las FARC, pero en un grado absolutamente minoritario. En la guerrilla las mujeres cocinan, lavan, organizan sus ‘caletas’ donde duermen, pero los hombres también lo hacen, exactamente igual; en ese sentido los roles impuestos por el patriarcado se desdibujan y no hay tanto machismo. A eso sumemos la planificación gratuita y controlada, y la experiencia de cómo se vive la sexualidad en la guerrilla, donde nadie puede atar a nadie, según las normas internas.

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“A mí me tocó cuando el comandante Manteco casó dos muchachos. Ellos eran guerrilleros de mi unidad y el comandante se dio cuenta y les dijo “ustedes dos se gustan”. Los puso a vivir juntos, no se los maltrataba, ni nada. Luego salieron ya de la guerrilla”: Wilson, guerrillero del frente 5.

“Estuve en una comisión con los Elenos por el suroeste antioqueño en 1992. Allá hombres y mujeres nos bañábamos juntos como Dios nos trajo al mundo, y no pasaba nada, no había irrespeto”:Chaverra, del Bloque Efraín Guzmán.

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–Sin embargo, ninguna mujer ha pertenecido al secretariado
Ellos dicen que no se ha presentado la posibilidad de que una mujer acumule la suficiente experiencia y responsabilidad para estar ahí. Yo en realidad creo que las dinámicas de la guerra impidieron muchas cosas. Ahora es más fácil para las FARC darle un lugar en su organización a quienes no podían sobresalir, no sólo a las mujeres, también a los jóvenes, a los artistas. No creo que fuera una decisión maquiavélica para no dejar ascender a las mujeres, tampoco creo que ellas se hubieran autoexcluido. Paradójicamente, en los talleres nos hemos encontrado muchas mujeres que fueron mandos militares y que eran muy valoradas por los hombres porque eran más cuidadosas, porque trataban mejor a sus tropas.

–En algún momento muchos partidos comunistas consideraron la homosexualidad como una desviación grave. ¿Hoy cómo se maneja ese asunto en las FARC?
Hay un documento de las FARC que prohíbe por seguridad el ingreso de homosexuales a las filas, creo que aún hoy sigue vigente. Supongo que ellos estarán dando esas discusiones, pero no conozco documentos en ese sentido. Varios comandantes explican esa discriminación argumentando posibilidades de infiltración o de escándalos mayores, son argumentos basados en estereotipos que califican a las personas homosexuales como escandalosas, más visibles, más histriónicas. Es un estereotipo igual al del resto de la sociedad pero existía al interior de la guerrilla. Hay que tener en cuenta que la base de las FARC es campesina y, al final, ciertos prejuicios como esos calaron en sus lógicas internas. Ahora, con la propuesta de género han sido claros en que hay que abrir la discusión sobre el tema. De hecho ha habido una apertura mayor. El año pasado un preso guerrillero hizo un tránsito de sexo y se convirtió en la chica trans guerrillera que está en la cárcel. Su caso fue muy sonado en los medios de comunicación porque ella se reivindicaba como una transexual de las FARC comprometida con el proceso de paz.

–¿En qué consiste el proyecto que usted desarrolla ahora en las Zonas Veredales?
A mediano plazo queremos visitar todas las Zonas y hacer cursos de cinco días con 30 guerrilleras y guerrilleros. El curso está orientado a explicar por qué el enfoque de género fue un tema relevante en La Habana. Buscamos que la gente entienda por qué es importante eso dentro del acuerdo y la construcción de paz, que sepan responder cuando salgan a hacer pedagogía de paz y las comunidades les pregunten. En los últimos meses de la negociación se planteó el asunto de cómo incluir en el enfoque de género durante todo el proceso de incorporación, para que fuera algo transversal, además de las acciones específicas que se pensaban para las mujeres guerrilleras. Algunos de los países garantes estaban interesados en eso y aceptaron financiar una serie de talleres de formación en las Zonas Veredales para que la subcomisión de género, y lo que se acordó allí, tuvieran trascendencia. Hay quienes estamos convencidas que esto sirve a la profundización de la democracia y la paz.

–¿Eso no debería pagarlo el Estado colombiano?
Si, debería, pero si nos quedamos esperando a que el Gobierno colombiano promueva algo de lo que es justo, de lo que profundiza la democracia, pues no habría nada.

–Entonces, ¿el propósito es que los guerrilleros y guerrilleras puedan replicar el enfoque de género más adelante?
No sólo eso. Es una de las cosas que va a cambiar en el nuevo escenario al que se enfrentan las FARC. SI antes había unas condiciones que hacían difícil que una mujer surgiera como mando, o se excluía a la población LGTBI y había algunas explicaciones que sustentaban el hecho de que no estuvieran en filas, ahora deben comprender qué implica darle mayor participación a estos sectores de la sociedad que históricamente han sido marginados. Las FARC no son una organización que vaya a tomar una decisión como poner cuotas de 50 por ciento hombres y 50 por ciento mujeres en la dirección así porque sí, además tampoco esa es la solución. Se trata de identificar cuál es el tránsito que hay que caminar para que las mujeres se formen y logren igualdad de condiciones, y también para que sean parte de la dirección, aunque eso no sea lo fundamental.

–Usted estuvo en La Habana y conoció la dinámica de las negociaciones. ¿En qué momento la guerrilla lo propuso y lo defendió como parte de los acuerdos?
Fue una mezcla de varias cosas. Lo primero es que las organizaciones de mujeres en Colombia mandaron muchísimas propuestas a la mesa, buscaban que una de las consignas fuera que la paz se hacía con las mujeres. Y lo dijeron con relación a todos los acuerdos: por ejemplo si se trataba de reforma rural integral tenían algo que decir al respecto sobre mujeres rurales. Pero no mandaron uno o dos documentos, fueron cantidades de propuestas que se recibieron de las plataformas de mujeres (participaron 18 organizaciones, 10 expertas nacionales en el tema y 10 excombatientes que hicieron parte de otros procesos de paz). Por la guerrilla estuvo principalmente Victoria Sandino, pero también participaron mujeres como Natalie Mistral, Camila Cienfuegos, Alexandra Nariño, Manuela Marín, Isabela Sanroque. Con el gobierno hubo un primer inconveniente en que no delegaba responsables para este tema, luego nombró a María Paulina Rivero, que ahora es vicefiscal. Todas coincidieron en que lo de género fue un aprendizaje para ellas durante la dinámica misma de la negociación. Alexandra Nariño, por ejemplo, cuenta que la mesa de La Habana le ayudó a ponerse las gafas del enfoque de género. Victoria dice algo muy bonito, que a lo mejor ella fue feminista toda su vida, por sus acciones, por sus pensamientos, pero que no lo supo sino hasta que llegó a La Habana.

–Luego el tema se volvió relevante y terminó siendo uno de los caballos de batalla de la derecha para ganar el plebiscito. ¿Fue un error del Gobierno y las FARC haber subestimado el tema sin hacer pedagogía al respecto?
Yo pensaría que no fue tanto un error sino una incapacidad en general de hacer pedagogía sobre todos los acuerdos. Nadie se esperaba que la ultraderecha mintiera como lo hizo y manipulara de esa manera para confundir al pueblo colombiano. Efectivamente, cuando nos dimos cuenta que eso estaba pasando ya estaba demasiado cerca el plebiscito. Para ellos fue muy complicado cuando estaban en las carreras de salir de La Habana, preparar la conferencia y hacer la primera firma del acuerdo, no tuvieron tiempo de hacer pedagogía. Además las FARC dijeron que aceptaban cualquier refrendación de la Corte pero nunca estuvieron de acuerdo con el plebiscito.

–Aunque negaran estar de acuerdo con el plebiscito tampoco les convenía que ganara el No.
Por supuesto, pero no era responsabilidad de las FARC. El plebiscito era una apuesta del Gobierno para refrendar, era el gobierno quien necesitaba ganar, particularmente Santos. En ese sentido no creo que ellos cometieran un error.