Mediación en tiempos de conflicto: el estilo pastoral del nuevo arzobispo de Bogotá
Recientemente se hizo público el nombramiento del nuevo arzobispo de Bogotá, Luis José Rueda Aparicio, quien remplazará al cardenal Rubén Salazar.
Entre otros obispos, Rueda ha sido un promotor de los diálogos pastorales, una metodología de mediación al servicio del entendimiento entre sectores de la sociedad y representantes del Estado colombiano, en contextos de conflicto armado.
Un antecedente de este aspecto de su perfil se remonta a los orígenes de su ministerio presbiteral. Rueda fue ordenado en 1989 por el dominico Jorge Leonardo Gómez Serna, entonces obispo de la diócesis de Socorro y San Gil, ubicada en el departamento de Santander. Este último fue uno de los primeros obispos colombianos en involucrarse en procesos de mediación al servicio de la paz. No le faltaron ataques, pero siempre salió bien librado. A inicios de los 90, Gómez Serna fue acusado de vínculos con grupos armados por el entonces Fiscal General Gustavo de Greiff, quien no entendía qué hacía un obispo dialogando con hombres levantados en armas ni cuál podría ser el rol de la diplomacia eclesiástica en favor de un solución política al conflicto armado.
“Ciertamente, dialogo con la guerrilla. Esa es la misión de un pastor, dialogar con quien sea”, respondió Gómez Serna ante los señalamientos del Fiscal, diciendo que también era parte del trabajo de un obispo hablar con quien fuera necesario en favor del bien común. “Seguiré firme, cada día con más entusiasmo; he visto el resultado positivo de este trabajo: se ha mermado la violencia en Socorro, San Gil y Vélez. Antes, había más muertos”, añadió.
Su respuesta, reseñada por el diario El Tiempo, sigue siendo un referente para pensar hoy los desafíos que enfrentan miembros de la Iglesia católica que intervienen en iniciativas de mediación en favor de la paz. También sirve para asomarse a la escuela de la cual proviene el nuevo arzobispo de Bogotá.
Facilitar y acompañar
Después de siete años al frente de la diócesis de Montelíbano, Luis José Rueda se desempeñó como arzobispo de Popayán y conoció de primera mano la realidad del suroccidente de Colombia. Esta es una región en disputa entre diversos actores sociales: pueblos indígenas y afrodescendientes que reclaman soberanía sobre sus territorios ancestrales; terratenientes vinculados, entre otras, a la industria azucarera; empresas transnacionales con intereses extractivistas y grupos armados al margen de la ley, asociados a economías ilegales como la minería mecanizada y el narcotráfico.
En medio de ese escenario de conflictividad social, Rueda se hizo célebre por su intervención durante la minga indígena del año pasado; por su rechazo a las fumigaciones con glifosato, promovidas por el Gobierno de Iván Duque para erradicar los cultivos de uso ilícito; y por su defensa de los líderes sociales, objeto de persecución.
En marzo de 2019 las organizaciones indígenas del Cauca promovieron una serie de movilizaciones para reclamarle al Estado colombiano la protección de sus formas de vida y de sus dirigentes, entre quienes ya entonces se sumaban decenas de asesinatos. Pasaron semanas sin que el Gobierno respondiera a las peticiones de diálogo de la minga. Un grupo de obispos que desarrollan la iniciativa de agenda regional eclesial de paz del pacífico y suroccidente, entre ellos Luis José Rueda, le escribieron una carta al presidente Duque, ofreciendo sus buenos oficios como facilitadores y acompañantes en una eventual mediación que sirviera de puente entre las comunidades y el Ejecutivo. Un encuentro entre el presidente y la gente de la región se frustró cuando el Gobierno adujo que no había garantías de seguridad en la zona. No se equivocaba. Meses después fueron asesinados varios líderes indígenas, entre ellos la gobernadora Cristina Bautista. En reacción a una sucesión de masacres, el entonces obispo de Popayán visitó a los familiares de los asesinados y en noviembre promovió una jornada en Colombia denominada “3 minutos por la vida” y de manera simultánea una peregrinación a Tacueyó, a la que asistió el Arzobispo de Cali con una caravana y delegados de otras diócesis de la región. Entonces, Rueda declaró ante la prensa: “Nos hemos sentado con el Ejército, la Policía, los indígenas de los resguardos y creo que estamos haciendo esfuerzos, pero necesitamos acompañamiento de sectores como los medios de comunicación”. En diálogo con los periodistas de RCN Radio, Rueda añadió: “si se les da a las comunidades indígenas una economía auto-sostenible, se apoya al campesino con vías terciarias y se da un buen nivel de confianza, puede mejorar la vida en el Cauca”.
Durante el último año, el nuevo arzobispo de Bogotá se sumó a las voces de otros prelados del Pacífico y Suroccidente colombiano para salir en defensa de la vida de defensores de derechos humanos bajo amenaza, como Leyner Palacios. “Los grupos armados deben entender su condición de agresores de la población civil y, por lo tanto, asumir el rechazo del que son objeto a causa de sus acciones delictivas”, manifestaron los obispos, haciendo referencia, entre otras organizaciones, a la guerrilla del ELN, que todavía opera y se ha fortalecido en regiones del país como el Pacífico. Al igual que Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, Luis José Rueda ha sido persistente en la búsqueda de una salida política al conflicto con este último grupo armado. Una posición que no comparten algunos sectores del episcopado colombiano, que en su momento, incluso, se opusieron a los diálogos de paz con la guerrilla de las FARC, convertida hoy en partido político.
En el Cauca y la región de Suroccidente muchos echarán en falta la presencia de Rueda. Pero queda una pregunta por hacer, con relación a la elección del nuevo arzobispo de Bogotá: ¿la periferia del país pierde una voz o gana un nuevo medio de comunicación para la difusión de sus demandas sociales desde la sede primada del catolicismo colombiano?