Ni un minuto más sin implementación

No hace falta que el Gobierno advierta de la fragilidad de la situación para saber que es así. Estamos en las comunidades, cerca de la gente que vive en los territorios donde el cese al fuego bilateral temporal dio un respiro, pero un respiro contenido, expectante, temeroso.

Lo sucedido en el sur de Bolívar con la muerte de dos guerrilleros (Joaco y Mónica) del Frente 37 de las FARC-EP a manos de soldados de la V Brigada es una mala noticia. Y es especialmente mala porque no sabemos lo sucedido. Es cierto que las partes saben que este tipo de sucesos pueden y van a ocurrir de lado y lado, pero la mala noticia es que, realmente, no sabemos lo que pasó. Los aparatos de comunicación de ambas partes se han puesto a trabajar. El Ejército nos quiere convencer, con las herramientas de la vieja narrativa de guerra, que los guerrilleros estaban extorsionando y agrediendo a la población. Las FARC aseguran que iban camino a una zona de preconcentración siguiendo el protocolo.

Es imprescindible que el mecanismo de verificación que funciona, en teoría, desde hace dos semanas, dé información clara lo antes posible. Este suceso es también una prueba para Naciones Unidas y su equipo desplegado en el terreno. O reaccionan con diligencia y transparencia o será difícil pensar en que la verificación de la implementación de los acuerdos será efectiva.

La otra lección de este suceso es que no hay que dilatar más la entrega del nuevo acuerdo firmado al Congreso y la puesta en marcha de la agenda legislativa relacionada con él y que permita la implementación en todos sus aspectos.

El precario y coyuntural cese al fuego no permitirá contener mucho más tiempo a los guerreros pero, lo más importante: las comunidades no pueden esperar más tiempo a que se den pasos decididos para poner en marcha la Reforma Rural Integral, el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, las medidas de seguridad que protejan a líderes y lideresas (¡En zonas como el Cauca están viviendo un inferno!), todo el paquete de medidas contra el paramilitarismo…

Se acabaron los juegos, las dilaciones de algunos sectores del NO –cada vez está más claro que no todos los ‘noes’ son iguales-, la partida de ajedrez del presidente Santos… Hay que implementar estos acuerdos ya.

También se acabó el juego de unos y otros que no deja de aplazar la puesta en marcha de los diálogos con el ELN. Esta guerrilla debe entregar de una vez al político retenido en el Chocó. No importa la truculenta historia que se esconde tras este caso, las comunidades del río San Juan, del Baudó, del Andágueda, quieren paz y para eso es clave que el ELN y el Gobierno se sienten a la mesa de Quito. Y lo deben hacer ya.

Todas las expertas y expertos en procesos de paz nos explican que lo más difícil comienza con la implementación y queremos que comience lo difícil.

Hay que salir del limbo en el que entró el país el 2 de octubre por un plebiscito innecesario y mal manejado desde el principio. Y hay que hacerlo ya. La sociedad civil urbana y de clase media que salió a la calle los días posteriores al plebiscito no tiene ni la convicción ni las herramientas para mantener la presión popular, pero ya se expresó con suficiente claridad. El Gobierno está agotando los plazos y el uribismo sabe que puede forzarlo a ello sólo desde los medios. Esa nunca es buena política. Hay un nuevo acuerdo, suficientemente alterado para que nadie se pueda quejar. Ni un minuto más sin su implementación.