Venezuela: solidaridad y autonomía

La sociedad colombiana no es indiferente ante lo que pasa en Venezuela, así como ésta no lo ha sido con la tragedia del desplazamiento forzado de colombianos por décadas hacia ese país, ya fuera por persecución con motivo del conflicto armado interno, o por la expulsión económica de centenares de miles y millones desde los diversos rincones del territorio colombiano.

Los rostros de venezolanos y venezolanas que vemos en los semáforos de las ciudades, en los albergues, en las ventas de confites en las calles, en las carreteras nos convocan a ser solidarios para que esta situación humanitaria que padecen pueda transformarse, pero esta solución, para que sea eficaz, no puede ser a la fuerza, sino que, sobre todo, los colombianos, que hace doscientos años consolidaron la independencia para formar una nación amplia, la “Gran Colombia”, con la hermandad de Venezuela y Ecuador, debemos contribuir a buscar salidas negociadas a las tensiones y conflictos sociales y políticos que están presentes en ese vecino país, poblado por muchos descendientes de colombianos.

El llamado que desde varias orillas están haciendo para que haya una intervención militar, o para que se apoye un levantamiento militar interno solo contribuirá a que no solo Venezuela, sino el conjunto del vecindario, termine en un conflicto bélico de carácter internacional que atraerá por razones económicas y políticas a las potencias de varios continentes que tienen intereses directos en ese territorio.

El esfuerzo de construcción de paz que está haciendo la sociedad colombiana debe consolidarse con la búsqueda de soluciones pacíficas y soberanas en Venezuela, no podemos llevar ni acrecentar violencia de ninguna orientación ideológica y política, por el contrario se ha de contribuir a desactivar cualquier iniciativa bélica, así tenga una supuesta justificación “humanitaria”.

El mundo ha sido testigo de los desastres humanitarios, económicos y políticos que ha dejado en otras latitudes el uso de la fuerza de alianzas internacionales para imponer la supuesta “democracia”, escondiendo con ello los intereses de control territorial que han generado nuevos procesos coloniales. No es ético aplaudir ni respaldar que esa sea la medida a tomar en nuestra región.

Los bloqueos económicos que se están promoviendo hacia ese país no afectará realmente a ese gobierno, sino que traerá mayores consecuencias de crisis humanitaria para el pueblo. Lo que se ha de promover es un acercamiento entre las partes allí confrontadas, que busque soluciones de fondo basadas en la equidad como reguladora de las relaciones, de tal manera que las medidas políticas sean resultado de un acuerdo social y nacional de convivencia fundamentada en el respeto a la soberanía.

Antes que ir a hablar de «democracia» en otro país, Colombia debe revisar si es una verdadera democracia al haber cerrado el 2018 con centenares de líderes y lideresas sociales asesinados y con 5 de estos asesinatos registrados ya en los primeros 6 días del 2019.

Nuestra solidaridad inmediata, por tanto, ha de ser no fomentar el intervencionismo ni permitir que se acreciente la xenofobia contra estos hermanos y hermanas que hoy piden el apoyo que en reciprocidad nuestros conciudadanos han recibido allí y siguen recibiendo.

 

*Antropólogo, teólogo y doctor en Antropología. Exdirectivo de la UNICLARETIANA. Acompañante por más de 25 años a pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas en el Pacífico. En la actualidad Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente en Cali y miembro del Comité Coordinador de la Coordinación Regional del Pacífico.