De las vigilias guerrilleras a la paz de los campesinos

En Madrigal (Nariño) la convocatoria de las FARC sirvió para que los vecinos traduzcan la paz en inversión, recuperación del agro y acceso a derechos básicos. No parece mucho para quienes llevan 30 años sufriendo la guerra.

Para llegar al corregimiento de Madrigal (Policarpa) hay que atravesar la cordillera occidental, un camino de trocha y abismos con una fascinante panorámica del río Patía que con fuerza rompe el verde que envuelve las montañas. A un poco más de tres horas de la vía panamericana se encuentra esta comunidad que en el año 1986 presenció la primera toma guerrillera de las FARC-EP en su territorio. Desde entonces, sus habitantes han presenciado tres décadas de conflicto armado entre hostigamientos de la guerrilla, bombardeos y falsos positivos de la fuerza pública, y los aniquilamientos con motosierra del paramilitarismo. Es la historia reciente de la que será una de las zonas veredales transitorias que recibirá a milicianos de los frentes 29 y 8 de las FARC-EP para su paso hacia la reincorporación a la vida civil, y el escenario de una de las Vigilias Por la Paz organizada por la guerrilla el pasado fin de semana en todo el país.

Por eso, en las conversaciones entre los asistentes a la vigilia se funden los recuerdos de lo que fue, de las balas y del miedo, con las expectativas y sueños ante lo que debería deparar la paz, más allá del silencio de los fusiles.

“Las balas pasaban por los muros de las casas y los morteros hacían que las paredes internas se fueran despedazando”, comenta de manera desprevenida un campesino a un visitante de la capital del país llegado entre los 2.000 participantes concentrados en el polideportivo del pueblo en el que los altavoces llaman a participar en el “acto político”. “Si el Gobierno nos diera todos los derechos que nosotros merecemos, sería un gran triunfo para nosotros y para el país”, asegura con optimismo una campesina nativa, Fausta Vásquez, que ha perdido siete familiares por la guerra y pide poner un nombre falso para proteger su identidad.

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Participantes en la vigilia de Madrigal // Foto: Rossih Amira

En este corregimiento de Policarpa quien convoca a la vigilia es el Bloque Occidental Comandante Alfonso Cano de las FARC-EP. Alias Ramiro Cortés, comandante principal del Frente 29, resalta que hubo “un tinte de actos religiosos con mucha participación” y destaca la colaboración de la comunidad que fue la que albergó finalmente la vigilia porque los 2.000 participantes de diferentes puntos del país no cabían en la zona veredal vecina.

La vigilia por la paz fue un acto sencillo con varias intervenciones de líderes sociales que permitieron una multiplicidad de voces saludando la presencia de los comandantes guerrilleros, que en esta ocasión llegaron sin armas. De hecho, los únicos que cargaban fusiles eran los miembros de la policía nacional que rondaban la actividad sin entrar en tensión con los guerrilleros y guerrilleras presentes. “Creo que fue un evento que nos deja una gran experiencia y nos permite reafirmar con la comunidad el compromiso con la paz. Hay mucha efervescencia en la gente y un absoluto respaldo a este proceso de paz y a la implementación de los acuerdos tal y como están”, afirma Ramiro.

Tras la primera toma por parte de las FARC en Madrigal en 1986 hubo varios años de control territorial por parte de la guerrilla. Durante mucho tiempo encadenaron la entrada del pueblo, prohibieron que la gente estuviera en las calles después de las 6.00 pm, pusieron multas a quienes se salieron de la norma y hasta oficiaron reuniones para resolver conflictos internos de estas comunidades campesinas.

A principios de la primera década de los 2000, los paramilitares de las AUC se tomaron este corregimiento para quitar el dominio territorial a la guerrilla. La desmovilización de este grupo, liderado por alias Juan Carlos, en 2005, no fue suficiente para calmar el territorio y llegaron otros paramilitares con diferentes nombres: los Rastrojos, las Águilas Negras, las Rocas y la organización Nueva Generación fueron algunas. Todos mantenían el negocio de la producción y comercialización de la pasta y base de la coca, detalla el informe “Nuevos escenarios de conflicto armado y violencia. Panorama posacuerdo con AUC” publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica.

Los sueños de la comunidad de Madrigal no se limitan al hecho de tener tranquilidad luego del desarme de la guerrilla, sino también a los beneficios que tendría este territorio campesino. En esta zona rural la precariedad es la característica principal. “Espero cosas que sean reales porque el campesino, nosotros, tenemos muchos factores que no han sido a nuestro favor. No tenemos vías, no tenemos salud, no tenemos educación y necesitamos tener un sistema de vida que en realidad nos favorezca. Porque hemos sido marginados, olvidados y a pesar de todas esas cosas si el Gobierno nos diera todos los derechos sería un gran triunfo”, insistía Fausta Vásquez.

Imagen de Madrigal

Imagen de Madrigal

No hay un médico en Madrigal, sino dos enfermeras que atienden a los más de 3 mil habitantes de todas las veredas del corregimiento. La cabecera municipal, Policarpa, está a dos horas y no tiene un hospital, sino un puesto de salud, lo que indica que el hospital más cercano está a 5 horas de camino hasta la ciudad de Pasto.

Alias Ramiro también se refiere a estas esperanza y cree que los ciudadanos están sintiendo que los acuerdos no solo se refieren a las FARC, sino que “benefician en sí a la región y a regiones del país como esta históricamente marginada”.

Las zonas veredales

Estas comunidades ya fueron notificadas sobre la llegada de organismos nacionales e internacionales en la eventual instalación de una zona veredal en el sector del Alto de la Paloma, que está a 10 minutos caminando desde el lugar en donde se desarrolló la vigilia. De momento no se ha puesto ni la primera piedra para organizar la zona campamentaria.

El comandante del Frente 29 reconoce que en la zona aún no se ha instalado el mecanismo tripartido, con la ONU y Cruz Roja Internacional, encargado de acompañar el proceso, pero resalta que se sienten cobijados por el protocolo de cese al fuego que han permitido espacios como los de este fin de semana.

Pedro es un aserrador que también ha sido víctima sistemática del conflicto armado. Fue secuestrado dos veces por los paramilitares. Pero su esperanza sobre el proceso de paz se sustenta en la posibilidad de transformaciones en el territorio: “Aquí está todo a empujones, el acueducto es malo, el alcantarillado ni hablar. Aquí toca comenzar desde abajo con el alcantarillado y el acueducto”. “Necesitamos un megacolegio y un internado para la gente del campo que no tienen recursos para salir a estudiar y pagarse la primaria o el bachillerato. Y una instalación del SENA podría ser –se anima Pedro en sus demandas-, porque es muy difícil que los muchachos de aquí salgan a competir con los del centro de las ciudades”.

Madrigal también ha sido afectada por el fenómeno de los cultivos ilícitos. Algunos campesinos esperan que se pueda reactivar la agricultura para la producción del cacao, el frijol y el maíz, que eran fuertes antes de la llegada de la coca. Pero no solo hace falta el cambio de cultivos. Fausta reclama una carretera que saque la producción desde Remolino hasta el puerto de Sanquianga, pero bien pavimentada. “Porque estas tierras si el Gobierno nos aportara con todo lo necesario, con asistencia técnica, con los riegos para que cuando esté el verano haya agua, son productivas y bonitas para vivir».

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Alias Ramiro, comandante del Frente 29 de las FARC-EP en la vigilia de Madrigal // Foto Rossih Amira

Las vigilias, demandas y expectativas de los vecinos forman parte de las conversaciones en un momento de ‘pausa’ provocado por el No al acuerdo en el plebiscito y la nueva renegociación. Para el comandante del Frente 29, Ramiro, esa pausa ha sido “innecesaria” porque el plebiscito no era un mecanismo adecuado. Cree que poner a la gente a escoger entre la paz y una posible ruptura del proceso “es terrible” y no quiere ni imaginarse qué pasaría en comunidades como la de Madrigal si el acuerdo no sale adelante, “la gente tiene que defenderlo en las calles, en las ciudades, no podemos dar marcha atrás”.

«Una depuración de los sectores militares y de los políticos»

Aun así le saca lecturas positivas y opina que este momento ha servido para que los colombianos accedan de manera “más directa y con más emotividad” al proceso. El paramilitarismo también azotó duro en Madrigal. Sobre las posibilidades de ponerle freno en Colombia a este fenómeno, el comandante Ramiro lo tiene claro: es una responsabilidad del Estado y en este proceso de paz “necesariamente tiene que pasar por una depuración de los sectores militares, de las fuerzas militares, pero también de los políticos. Porque para nadie es un secreto que este tipo de guerra sucia ha estado auspiciada por sectores de la dirigencia nacional”. Y en cuanto a la comunidad, “en la medida en que vaya ganando confianza en este proceso de paz se irá también derrotando el terror que infundieron estas fuerzas oscuras”.

Sobre la polémica en torno Enfoque de Género, o la mal llamada “ideología de género», opina que la gente solo tiene que conocer realmente lo que dice el acuerdo “no es nada del otro mundo, sino reconocer realmente que las personas somos iguales, independientemente de nuestra orientación sexual”. Por ello, lamenta la existencia de “un sector muy recalcitrante, muy conservador que sigue pensando que podemos desconocer una realidad que es mundial y de la que Colombia no está por fuera”.