Un retorno entre recuerdos

Tenía nervios y me poseía una ansiedad que hacía que las manos sudaran sin parar. El clima en la ciudad ha cambiado como en muchos lugares del planeta, el sol abrazador de las zonas cálidas del trópico se ha desplazado y ahora se posa sobre la meseta a los pies de la cordillera central quemando toda piel y refractándose sobre el asfalto y el cemento que cubre la superficie capitalina. En medio de ese paisaje ardiente es hermoso redescubrir rostros que quedaron fijos a este país y que van apareciendo y sonriendo poco a poco para reivindicar el derecho a la memoria por el que un día nos vimos obligados a marcharnos con dos maletas a buscar suerte en tierras extranjeras, en el viejo continente.

Dejarse fluir entre los sabores intensos de las frutas, de los platos típicos y de los reclamos que desde hace décadas son los mismos, ¿dónde están los desaparecidos?, ¿quién nos dirá la verdad?, ¿habrá señales de justicia en algún rincón de esta ciudad, de este país? En un encuentro a puerta cerrada las mujeres que desde siempre han dedicado sus vidas a buscar, a denunciar, a reclamar ante el Estado medidas concretas para que la impunidad no siga reinando y ante la sociedad para que despierte su sensibilidad ante el horror que representan las miles de desapariciones forzadas en el país, se reencuentran para comprender que escenarios de justicia que plantean la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de personas desaparecidas. De distintas regiones del país han venido para comprender qué es lo que les espera en los próximos meses y años y plantearse una posición para presentar informaciones sobre sus historias de vidas que ahora se llaman casos.

Rodeadas de Galerías de la Memoria que aumentan en tamaño y dimensiones se adornan las paredes del lugar de encuentro. En medio de esos rostros, una exposición de treinta recuerdos que hablan de la vida de Nydia Érika Bautista quien fue desaparecida hace ya tres décadas por miembros de la temible Brigada de Inteligencia y Contrainteligencia Charry Solano. Los mismos que desaparecieron a Guillermo Marín y a Amparo Tordecilla entre muchos otros. Ejercicios de memoria colectiva para incentivar a otros afectados a retornar a sus recuerdos y a revivir la vida que fue antes de la muerte. Con el paso del tiempo fuimos aprendiendo que la desaparición no es tan certera como los criminales que la practican y la promueven quisieran, pues no contaban con la terquedad de las mujeres que se negaron a olvidar. No es fácil como he mencionado en repetidas ocasiones exponer las heridas, los dolores que comprende la incertidumbre que representa una desaparición forzada, pero insisto en el valor de exponer la vida en sus múltiples dimensiones y del derecho que tenemos como humanos a ella.

En la ciudad se realizaron diferentes actividades en las que el reclamo sigue siendo el mismo que se hizo hace 40 años tras la desaparición forzada de Omaira Montoya, ¿dónde están?. En un acto público que contó con la presencia de Camilo Umaña Hernández de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas, de la María José Pizarro del Centro Nacional de Memoria Histórica, de Andrea Torres de la Comisión Internacional sobre personas desaparecidas y Lina Moreno de la Dirección de Justicia Transicional del Ministerio de justicia, se expusieron temas importantes como las recomendaciones del Comité sobre Desapariciones Forzadas de Naciones Unidas, a la luz de la Unidad de Búsqueda y las Medidas Inmediatas Humanitarias de los Acuerdos de Paz. Por su parte, los familiares narraron el testimonio de sus experiencias en la búsqueda de sus seres queridos y también de sus sueños por encontrarlos. Un espacio lleno de emotividad y de fuerza pues con cada lágrima emergían palabras de dignidad y esperanza, de compromiso y solidaridad. Una conmemoración que suma Treinta años en los que hemos compartido con otras familias el dolor de las ausencias forzadas, de la represión sistemática que han ejercido contra las familias que se han atrevido a denunciar, a investigar, a cuestionar el silencio del Estado, llevándonos en varias ocasiones al exilio.

Con un acto simbólico en el parque del Renacimiento, entre el ritmo de la batucada y el performance del colectivo teatral Luz de luna en el que rinde un homenaje a la larga lucha de los familiares de los desaparecidos se elevaron las 30 cometas con rostros de personas desaparecidas, de mujeres y niños que merecen ser buscadas, encontradas y devueltos a sus familias.

Sonrisas de emoción ante el generoso espetáculo de las cometas danzando en el azul profundo del cielo sabanero, en el viento se enredaban las cuerdas que esperaban que el mensaje de los familiares fuera visto, escuchado y compartido por una sociedad que apática calla. No ha sido este un acto que convocara masivamente, la desaparición forzada de personas es un tema que no convoca a la solidaridad, a pesar de la magnitud del fenómeno en Colombia del cual se habla que son más de cien mil las víctimas directas.

Retornar a un país por el cual seguir luchando y soñando es recordar también los proyectos de vida que quedaron truncados, apostarle a un futuro diferente sin desaparecidos, ni impunidad es el hilo que nos enseñó el camino de regreso. Esperemos que esta sociedad entienda la necesidad de transformación que se requiere para que las desapariciones forzadas sean erradicadas como prácticas sistemáticas contra la humanidad. Aún nos quedan muchos desaparecidos por encontrar, aún hay muchos hijos que preguntan y por ellos vale la pena retornar a las preguntas, al país que busca respuestas.

 

*Poeta, documentalista y fotógrafo. Miembro de la Fundación Nydia Erika Bautista para los derechos humanos y del Movimiento H.I.J.O.S.