Iván Cepeda: “Toda la institucionalidad de la paz está en peligro”

Iván Cepeda lleva ocho años marcando la diferencia, primero en el Congreso y luego en el Senado. Ahora vuelve a presentarse a las elecciones como una de las voces libres que defiende el proceso de paz y la lucha contra la política mafiosa.

Hay el riesgo… existe el riesgo de pensar que Iván Cepeda Castro es sólo una de las peores pesadillas de Álvaro Uribe –que lo es-, pero su trayectoria en defensa de los derechos humanos y su tarea política en los últimos ocho años hablan de uno de esas excepciones que dignifica el Capitolio. Herencia tiene: la de su padre, el asesinado Manuel Cepeda Vargas, y la de su madre, la dirigente comunista Yira Castro. El compromiso lo ha demostrado y su voz, aunque aún en los márgenes del discurso dominante nos habla de respecto a todas las víctimas, de construcción de paz, de una política decente y de un estado social de derecho. Este es su análisis de la coyuntura que está atravesado de forma permanente por la estructura.

 

Esta carrera por el Congreso y Senado ha estado llena de particularidades, con candidatos de todos los estilos ¿Cómo va su campaña en medio de este escenario?

Esta ha sido una campaña especialmente reñida, difícil, pero también que tiene nuevos elementos; estamos ante un país diferente al de las pasadas elecciones. Tenemos el nuevo contexto que ha creado el acuerdo entre las FARC y el Gobierno. Los hechos que rodean toda esa discusión, la emergencia de nuevas fuerzas políticas, por lo menos del campo democrático y de izquierda; un fenómeno que pueden traducirse o bien en que la izquierda se convierta en una fuerza pluralista, o bien que termine fragmentándose más. Todo dependerá de lo que el 11 de marzo ocurra y de ahí en adelante hasta la elección presidencial.

 

¿Pero usted cree que habrá renovación en el Capitolio?

Hay un evidente cansancio. Una fatiga extrema de inmensos sectores populares y ciudadanos con relación a la clase política. También una búsqueda de los jóvenes por expresarse políticamente que puede dar lugar a ciertas tendencias de renovación. Ahora… lo que anuncian los encuestadores, con todo el beneficio de la duda que tienen las encuestas, es que no va a haber una renovación política. Dentro de las mencionadas tendencias se inscribe esta campaña y, en mi caso particular, yo hago una campaña que está basada no en promesas si en lo que hemos hecho. Yo soy una persona que tiene ocho años de experiencia en el Congreso en el cual hemos venido cultivando un estilo de hacer política y unos énfasis por unos temas: el trabajo por la paz, el trabajo por las víctimas, la defensa de los derechos del campesinado, el trabajo por el derecho a la verdad y la justicia, y la lucha sin cuartel contra ciertos personajes de la política colombiana.

 

Inevitable el tema de Álvaro Uribe. No hace mucho salió el fallo de la Corte Suprema de Justicia que le da la razón a usted frente a las falsas acusaciones hechas por el senador Uribe ¿Qué revela ese fallo?

El fallo tiene como aspecto interesante que muestra una estructura criminal en la que hay una acción concertada para ocultar hechos criminales y delictivos y además cortar cualquier posibilidad de investigación y de ruptura de la impunidad. Eso es propio de las organizaciones mafiosas que tienen una estructura para asesinar, para desaparecer y para ir borrando rastros. ¿Cómo? comprando testigos, comprando jueces, acabando con la vida de fiscales… Las últimas decisiones de la Corte Suprema de Justicia, que nadie se esperaba, muestran que la impunidad no es un estado blindado y eterno, que se puede fragmentar eso.

 

¿Sí?

Por supuesto, en el año 2005, 2006 y 2007 tuvimos una primera sorpresa. De la noche a la mañana, 70 congresistas terminaron en la cárcel [por parapolítica]. Eso muestra que el poder judicial, que en Colombia tiene tantos problemas y limitaciones, tantos males de corrupción y falta de independencia, también cuenta con sectores con distintas ideologías pero que también tiene distintas convicciones éticas, funcionarios que por muy conservadores que sean no se tragan a la mafia y actúan de una manera correcta. Eso es algo que está ocurriendo a mi modo de ver con una parte de la Corte Suprema de Justicia.

 

El 15 de mayo del 2014, a Uribe lo citó la Fiscalía General de la Nación para rendir declaraciones y en lugar de eso se hizo lustrar los zapatos en la entrada del edificio… con esa actitud ha logrado que sus casos no solo no avancen, sino que además la Justicia le tema. ¿Qué representa Uribe para el país?

Él representa una cultura política en la que se acepta infringir la ley, se utilizan métodos ilegales para lograr objetivos, con la lógica de que las instituciones y las normas son moldeables a los intereses y finalidades particulares. Esa es una mentalidad muy emparentada con la historia del narcotráfico y la simulación política entre democracia y autoritarismo.

Uribe es una combinación de caudillo político carismático, que tiene una ideología ultra conservadora y neoliberal a ultranza con componentes de la política colombiana, y en particular antioqueña, que es una mixtura muy cercana al narcotráfico y al paramilitarismo. Por eso los métodos que ha utilizado Uribe a lo largo de su carrera política tiene siempre la característica de que han integrado elementos de la criminalidad.

 

Volvamos a las elecciones. Usted es tal vez el Senador que más cercano ha estado al proceso de paz y que conoce el esfuerzo que ha implicado sacar adelante este pacto ¿qué pasa si las tesis de la paz no quedan representadas en estas elecciones al Congreso y Senado?

La paz no es una tarea política de temporada, no es una moda de invierno o verano como muchos creen. La paz es una tarea constante y en Colombia hay que perseverar hasta que la logremos. Si surge un gobierno de extrema derecha, que, por el hecho de tener mayorías parlamentarias en el Congreso logre hacer retroceder aspectos del acuerdo, pues tendremos que volver a hacer la tarea, pero la tesis que no es admisible es que, ante una arremetida de la extrema derecha contra la paz, nos tengamos que resignar eternamente. Nuestra tarea con la paz es un compromiso de vida, un compromiso de principio. La paz entendida no como un ideal romántico, sino como una transformación política y democrática que requiere el país. Si viene un gobierno contrario a eso e intenta echar atrás la rueda de la historia, pues nuestra labor será resistir e impedir al máximo que eso ocurra, porque lo que se ha demostrado hasta la saciedad en Colombia es que ninguno de los intentos militaristas por resolver los conflictos sociales ha tenido éxito.

 

La sociedad colombiana no se ha apropiado de la mejor manera de proceso de paz… ¿cómo ve el futuro y la actitud de las FARC?

Las FARC han tenido una actitud coherente, valiente, y en medio de adversidades. La voluntad de la guerrilla ha sido el elemento sustancial de este cambió en el país, porque, a pesar de todas las trampas, las traiciones y los incumplimientos por parte del Estado, se ha mantenido y creo que eso es política de los dirigentes y de muchos sectores de las FARC que tienen la idea de que, en lo que a ellos atañe, la guerra se acabó. Su futuro va a depender mucho de lo que pase el 11 de marzo.

 

¿Y el Gobierno?

Hay distintos factores. Uno es que el presidente Santa han sostenido la línea de mantener unos acuerdos con las FARC, y, a pesar de todas las dificultades, ha perseverado en mantener una mesa de negociación con el ELN. Eso es algo que hay que mantener en consideración para no caer en una simplificación de lo que ha ocurrido. En segundo lugar, por supuesto que a los ricos de este país no les interesa que acá haya reformas profundas, les interesa algún tipo de reforma de baja intensidad, esas sí, pero no una gran reforma política, como por ejemplo en la transformación del paradigma de cómo se maneja el narcotráfico. Entonces, hay estrategias para limitar los acuerdos que provienen de muy distintos sectores del Estado, de la clase política y empresarial que le han ido quitando fuerza al acuerdo. Por otro lado, están los nostálgicos de la guerra, porque su sustancia política ha vivido de que haya un conflicto y por eso ven con mucha indignación y rabia que se les haya ganado la mano en el logro del acuerdo.

 

Muchos de esos “nostálgicos de la guerra” han acumulado capitales políticos y económicos en lo local y lo regional gracias al conflicto… ¿tenemos muchos nostálgicos en estas elecciones?

Por supuesto. Ellos han creado una maquinaria que no quieren desmontar, no tiene otro discurso que el odio, la lucha contra el terrorismo, fomentar la idea de que existen enemigos de la patria y que hay poderes maléficos que quiere convertir a Colombia en satélite, todo ese cuento de la guerra fría que hemos vivido tanto tiempo en Colombia, contrastado con que esos sectores no se resignan a que haya restitución de tierras, a la democratización de la política en el plano local, sustitución de cultivos de uso ilícito.

 

A propósito, el pasado 6 marzo fue el día de la Dignidad de las Víctimas de Crímenes de Estado, muy poco se habla de estas víctimas, usted como víctima del Estado…

 

Yo veo que en los últimos 15 años ha habido un despertar de los sectores sociales que han sido víctimas del Estado y que han ido logrando posicionar una perspectiva de sus derechos, de su identidad y de la verdad histórica que representa. En medio de grandes adversidad y limitaciones, claro está. El proceso de Justicia y Paz y la Ley de Víctimas fueron procesos supremamente limitados en los que se intentó convertir la reparación en una simple dádiva gubernamental, la verdad en una verdad a medias, la justicia por lo bajo, para actores materiales, pero no intelectuales, sin embargo, esos hechos no pueden ocultar, que mal que bien, la sociedad colombiana ha ido abriendo los ojos frente a la monstruosidad que representa toda esa criminalidad del estado.

 

En ese estado de cosas se debe insertar la nueva institucional que emerge del acuerdo con las FARC. ¿Cuál es su análisis frente al futuro de esfuerzos como la JEP?

Esa nueva institucionalidad tiene un parto muy difícil; no solo la Jurisdicción Especial para la Paz, sino la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, el reforzamiento del Sistema de Reparación y no Repetición, toda esa institucionalidad está en peligro, por todas las limitaciones que se le quiere poner, toda la maraña burocrática y legislativa que tienen que superar, y, claro, los enemigos que representan la impunidad que… precisamente usan el discurso de la impunidad para esconder su impunidad.

 

Es curioso que la acusación contra la Jurisdicción Especial para la Paz provenga de personajes vinculados en delitos y crímenes asociados al conflicto armado…

Sí, y ese es un reto de todos los sectores que han recibido el impacto de la violencia de estado y del poder político, esa es una lucha que está ahí. Aquí han ocurrido genocidios, se convirtieron instituciones estatales en máquinas de guerra, y hay personajes del mundo político y empresarial que tienen una responsabilidad muy grande frente a esto.

 

¿Hay ahora mejores condiciones para el ejercicio de la oposición?

No necesariamente. Hay líneas de continuidad de la violencia sistemática que se expresa en el asesinato de líderes sociales, el asesinato de excombatientes y también de expresiones de intolerancia contra representaciones políticas. Eso se ha intentado llamar genéricamente “la polarización” que tiene diferentes expresiones.

 

¿Cómo el reciente atentado contra la campaña de Gustavo Petro en Cúcuta?

Lo que ha ocurrido con Petro no es un hecho secundario, no son unos locos que aparecieron en medio de un abucheo, no. Ahí había gente armada que iba con el propósito de aprovechar el caos que se genera en esas situaciones para eventualmente hacerle daño a Petro. Eso es un hecho que no podemos obviar ni desconocer. Ya vimos cómo entre los 80 y 90 fueron asesinados ni más ni menos que tres candidatos presidenciales entre ellos uno del M19 que le apostó a la terminación del conflicto armado. Estamos asistiendo al asesinato de entre 2 y 4 líderes sociales cada semana, eso es un hecho en extremo preocupante.

 

¿Y eso no es un motivo para que las distintas fuerzas de izquierda se unifiquen de cara a la Presidencia?

Esa es una tarea que debemos emprender, a pesar de las dificultades que implica.

 

¿Cuáles?

Hay dificultades legales y hay dificultades políticas. Petro, De La Calle y digamos Fajardo, que encabezan las encuestas, comparten algunas ideas. Tendrán diferencias en su planteamiento económico o político, pero esas tres candidaturas comparten unas ideas sustanciales: mantener y defender el proceso de paz y avanzarlo, la lucha contra la corrupción y consolidar un estado social de derecho. Ese tipo de cosas a mi modo de ver son propias de ese espectro, con matices y diferentes énfasis, pero en lo sustancial habría que poner el acento en ellas, pero claro, esto es político, hay diferentes intereses, diferentes argumentos en los que cada uno quiere ser “EL CANDIDATO!” y por supuesto no es una tarea fácil. La dificultad adicional está en que hay una disposición que dice que los candidatos que son elegidos por consulta deben llegar hasta la primera vuelta, pero también hemos estado estudiando esas posibilidades de que se hagan alianzas.

 

¿Algo de vanidad en el asunto?

Por supuesto. Sin duda.