Finalizar la guerra

Finalmente, el presidente Juan Manuel Santos dio el sí a tanto clamor social para que se continuara la Mesa de Diálogos de Paz con el ELN en Quito-Ecuador, sobre todo el continuo llamamiento de las comunidades y localidades donde pervive con intensidad el conflicto armado de carácter político. Desde finales del año 2017, estas múltiples voces de organizaciones indígenas, afrocolombianas, campesinas, sindicatos, redes de mujeres, asociaciones agrarias, académicos, iglesias, organismos de cooperación, países acompañantes y comunidad internacional en general no cesaron en su empeño en pedir y exigir que no se interrumpiera esta negociación que tanto esfuerzo costó haberse iniciado.
Es una noticia que trae esperanza, que abre de nuevo las puertas a buscar alivios humanitarios, es decir que las comunidades sientan que se respetan por ambas partes los principios del Derecho Internacional Humanitario para que, en este ambiente, se avance en la negociación, hasta conseguir un acuerdo final.
Pero al mismo tiempo es una noticia que nos pone a pensar en lo difícil de entender y aceptar que, tercamente ambas partes dejaron pasar y perder 60 días, desde el 10 de enero hasta el 12 de marzo, tiempo en el cual estuvo suspendida la Mesa por parte del Gobierno nacional, exigiendo al ELN que detuviera el escalamiento de sus acciones armadas, mientras que el presidente seguía sosteniendo que se reafirmaba en la teoría de Rabin de “negociar en medio del conflicto”, es decir, “dialogar como si no hubiera guerra y hacer la guerra como si no se estuviera dialogando”, con lo cual ambas partes echaron al traste el signo de esperanza que había sido el “Cese al fuego bilateral nacional y temporal-CFBNT-“, en el que durante 101 día no hubo ningún muerto fruto de la confrontación armada, mientras que en estos 60 días de suspensión se estima que se llegó a 100 muertos de parte y parte.
Esta lamentable tragedia de muerte a la que se le suma la zozobra permanente de las comunidades que viven en medio de tales acciones armadas, los desplazamientos, las amenazas, el exterminio del liderazgo social, los daños ambientales y la pérdida de infraestructura, se hubiera podido evitar perfectamente con la prolongación por voluntad política de ambas partes el CFBNT, así los plazos estuvieran cumplidos, pues justamente lo que se necesitaba era tener muestras de esa voluntad bilateral para que se iniciara el Quinto ciclo de conversaciones el pasado 10 de enero del año en curso.
Con este espejo de dolor y sufrimiento en tantas familias y comunidades, ante lo cual ninguna de las partes puede ser indolente, con el pretexto de obligarnos a entender que “así es la guerra” se reinicia la Mesa, con el compromiso expresado por las partes de pactar un nuevo cese al fuego bilateral temporal para poder avanzar en la negociación, cuyo primer punto de la agenda está a la espera de desarrollarse, esto es, “la participación de la sociedad”. Para ello se cuenta con el importante insumo de las audiencias preparatorias que se realizaron en noviembre de 2017 en Tocancipá, allí quedó señalado un derrotero para que en este Quinto ciclo se dé paso al gran escenario de “Diálogo Nacional”, el cual siente las bases para que se preserve la Mesa de diálogo más allá de este gobierno que está próximo a concluir, y que además señale las transformaciones que se deben hacer para se logre un Acuerdo de Paz sólido que complemente aquel otro que se firmó con las FARC y que debe ser implementado con fidelidad a sus propósitos y contenidos.
El ELN y el actual Gobierno nacional tienen un compromiso grande con Colombia, no levantarse de esta Mesa, por lo tanto se debe avanzar hasta sentar las bases sin mezquindad, sino con mucha generosidad, para que en el próximo Gobierno, que comienza el 7 de agosto, se llegue a finalizar la guerra, en este camino hay que hacer compromisos con las comunidades en los territorios para que se produzcan hechos de paz y no acciones violentas.