Lo fundamental

Por estos días de bobería e histeria generalizadas que corren en boca y teclados de todos aquellos que piensan en su voto en las siguientes elecciones desde el miedo de ser como Venezuela, me da por acordarme de Álvaro Gómez Hurtado, el asesinado líder conservador que por  los años 90, a pesar de su historia y trayectoria, pedía un acuerdo sobre lo fundamental.

Álvaro Gómez, que de casta le venía la carga espantosa de ser hijo de Laureano Gómez –motor intelectual y físico de  la violencia política de los 50– no había sido inferior a su sangre, siendo el autor del mito fundacional de nuestro conflicto, el de las “repúblicas independientes” en el que se justificó el bombardeo a Marquetalia y que dio origen oficial a las FARC y con ello a los 53 años de guerra que recién empezamos a acabar. Fue también víctima del secuestro en 1989 por parte del M19, que pedía a cambio de su liberación la reinstalación de nuevas mesas de diálogo y la creación de una Asamblea Nacional Constituyente. Y con todo, terminó un año después haciendo parte de la presidencia colegiada de dicha asamblea, como cabeza del Movimiento de Salvación Nacional, que compartió junto a Horacio Serpa (liberal) y Antonio Navarro (M19) y que terminó por dar origen a nuestra actual Constitución Política.

Sus años serenos le dieron para sentarse con sus captores, a los que había entendido siempre como enemigos políticos, para hablar sobre lo fundamental, sobre las cosas que no tenían objeción, pues sin importar desde dónde se mirasen, había que tomarlas como principios de base.

¿No podremos ponernos de acuerdo en cosas fundamentales, cosas que no tengan discusión, para de ahí partir en la reconstrucción del país?

¿Hay quien discuta que, por ejemplo, tenemos que proteger los bosques, el agua y sus nacimientos, las especies animales y que nuestro modelo de desarrollo debe pasar por esos conceptos, pues nuestra sobrevivencia y bienestar no es posible sin ello? De hecho eso ya lo decía Gómez Hurtado en 1991 y aun ni imaginábamos la dimensión del desastre ambiental que hoy vivimos.

¿Hay quien ponga en duda que el transporte no puede estar basado en el auto particular, que los motores de combustión interna no van más y que hay que comenzar a plantear su sustituto? ¿qué debemos replantear los modelos de ciudad e impulsar los métodos alternativos de transporte?¿que debemos sacar a los combustibles fósiles como fuente principal de energía?

¿Hay quien tenga duda que el concepto de “negocio” aplicado a los fundamentos de la sostenibilidad de una sociedad (educación, salud, transporte,  entretenimiento) debe ser transformado para convertirlo en “servicio”, es decir, diseñarlos para que más que produzcan divisas, produzcan bienestar, como es nuestro derecho de ciudadanos, como es nuestro deber como sociedad?

¿Alguien no está de acuerdo en que tenemos que empezar a transformar YA nuestra manera de producir energía a partir de recursos no renovables y comenzar a cimentar nuestra economía por fuera del modelo extractivista?

¿Hay quien no haya visto que mejorarle las condiciones a los empresarios no se convierte en mejores salarios, sino en mayores utilidades para las empresas?

Dicen que hablar de esto es populismo, como quién dice que es basura publicitaria para elecciones pero no es populismo la verdad, ni populismo proponerse a buscar soluciones. Es mero sentido común, que de tan poco que lo vemos ya nos lo creemos como “imposibles”, pero ¡qué va¡ “de lo posible se sabe demasiado” y ya es tiempo de cambiar el tercio.

Estamos por escoger un nuevo presidente, un líder que dé inicio a la transición del país construido desde el  odio de  la guerra que fuimos al de una nación en donde sembrar esperanza.  En nosotros está si vamos a seguir aferrados a los viejos esquemas que nos han traído hasta esta situación o comenzamos a elaborar nuevos caminos para que florezca la vida.

*Fotero todo tiempo, escribidor de cuando en vez. Bobo desde 1968. No perfore el envase