Cinco estrategias del poder para provocar la violencia
‘La Violencia’ es el redundante nombre atribuido a un periodo histórico en el país, pero también es una palabra manida y manipulada hasta el hartazgo. En los últimos días, se ha incrementado la acción mediática de diferentes actores del Gobierno y del uribismo –con su máximo líder especialmente motivado- para advertir de que el gran paro nacional convocado para este 21 de noviembre contiene en su esencia un ADN violento. Para lograr instalar esta idea y provocar que, efectivamente, se produzcan hechos violentos, se utilizan estrategias que no por gastadas son menos efectivas. Estas son cinco de ellas:
1/ Vaciar de contenido la protesta
La idea es que el paro nacional parezca caprichoso, fruto de las obsesiones políticas o de la agenda privada de determinados actores. De hecho, el pasado fin de semana, la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, aseguraba: “Esta es una protesta que se convoca desde diferentes ángulos. Unos en defensa del medioambiente, otros por los adultos mayores, otros por los niños, otros por la protesta, por oposición al Gobierno, por una mayor calidad de vida, en fin. Podríamos hablar de una variedad de motivos, razón por la cual el llamado a la no violencia es fundamental. Este es un gobierno demócrata que respeta y protege los derechos humanos, la libertad de expresión y el derecho a la protesta”. La ministra ningunea los motivos, primero, y sin ningún tipo de relación con su argumento inicial, -«Podriamos hablar de una variedad de motivos, razón por la cual…»- concluye que por el abanico de motivaciones es que hay que hacer un llamado a la no violencia. Es decir, nada en la convocatoria, en los convocantes o en las declaraciones (incluidas las de famosos artistas, reinas de belleza y otros personajes no sospechosos de militar políticamente) apunta a la violencia, pero la ministra hace el giro adecuado.
2/ Agitar el fantasma de que quien convoca en realidad no es quien convoca
El paro nacional fue convocado por las principales centrales sindicales del país [en el país más peligroso del planeta para ser sindicalista] y luego se han sumado movimientos sociales, indígenas, estudiantiles, así como diferentes gremios. Es transparente. Sin embargo, desde el inicio el uribismo ha señalado que, en realidad, detrás del paro están otros actores. La novedad en esta ocasión es la obsesión por la “infiltración” extranjera. Como Venezuela ya parece poco efectiva como excusa, ahora se hace un cóctel con Chile o España… el miedo al contagio de las protestas en países vecinos parece estimular la inspiración ‘conspiranóica‘.
Álvaro Uribe, maestro en los giros narrativos, ya afirmó el pasado 11 de noviembre que “el derecho democrático de la protesta social no puede estar al servicio de anarquistas internacionales ni de grupos violentos”. El representante de Centro Democrático en España, un ex concejal del Partido Popular de nacionalidad española, Néstor Laso, tuvo la desfachatez de publicar un artículo señalando que: “No hay duda tampoco de la presencia infiltrada en la organización de dicho paro de agentes extranjeros, incluso españoles, según han descubierto los servicios de inteligencia colombianos, que ha llevado a la expulsión del país de decenas de instigadores, lo cual no descarta que los episodios de violencia con ánimo desestabilizador se produzcan, todo ello junto al innegable apoyo ideológico del Foro izquierdista de Sao Paulo”. Ese, el “Foro izquierdista de Sao Paulo” ha sido la obsesión de Uribe y los suyos, aunque dicho Foro no tenga relación ninguna con el anarquismo.
Para reforzar la tesis del uribismo, Migración Colombia y la Policía Nacional se han encargado de difundir que han identificado a 20 personas, ciudadanos extranjeros provenientes de Chile, Ecuador, España y Venezuela que tendrían la intención de infiltrar las marchas en Bogotá en el marco del paro nacional del próximo 21 de noviembre.
No dan más información, pero la estrategia ya está sembrada.
3/ Sacar al demonio del armario: que viene la guerrilla
Es cierto que las FARC, teóricamente, ya no existen y que, por tanto, el enemigo público número uno es parte de la historia. En estos casos la estrategia consiste en sacar al enemigo público número 2: el Ejército de Liberación Nacional. Según RCN, “el director de la Policía Nacional, general Óscar Artehortúa, manifestó que cerca de 20 universidades han detectado infiltrados que buscan sabotear las marchas del 21 de noviembre. La autoridades expresaron que los infiltrados estarían siendo financiados por el ELN, tratando de generar caos en las manifestaciones. ‘Estos sujetos están tratando que los estudiantes apliquen la ideología anarquista, antifascista y violenta’, expresó el general”. Cualquiera que sepa el sustrato ideológico del ELN se reiría al relacionarlo con “ideología anarquista”; tampoco es malo el chiste de relacionar “antifascismo” con violencia. Eso significaría que muchas de las víctimas del fascismo europeo del siglo XX eran seres violentos y anarquistas camuflados de partisanos de la Resistencia francesa o de judíos organizados en comandos suicidas, por ejemplo.
4/ Anunciar medidas contra la violencia que no ha ocurrido
Usted está tranquilamente en su casa, viendo el informativo. Faltan tres días para un paro nacional y escucha que la ministra del interior habla de “puestos de mando unificados”, coordinación entre militares y autoridades civiles y posibilidades de ley seca y cierre de fronteras. ¿Qué piensa? Es más, Nancy Patricia Gutiérrez ha asegurado que “cada alcalde, de acuerdo con los riesgos que se evalúen en su ciudad, podría ordenar toque de queda; pero esa evaluación la tendrá que hacer el alcalde respectivo, con las autoridades militares y de policía que están allá en el territorio. Deben señalar los sitios de concentración, las rutas”. No sabemos qué ha pensado usted, pero un marciano creería que Colombia está en estado de preguerra.
Sería interesante este esfuerzo de coordinación cívico-militar ante el ‘enemigo interno’ [esa doctrina de Seguridad Nacional que tanto dolor ha dejado en el país] que está asesinando de forma sistemática a líderes y lideresas sociales, a miembros de la guardia indígena o a ex guerrilleros que tratan de reintegrarse a la vida civil.
5/ Presenta la manifestación pacífica como una excepción y cualquier minucia como violencia
La Policía Nacional de Colombia y el Ejército, sin ningún tipo de pudor y con los impuestos de los ciudadanos, lleva días moviendo en redes una campaña en la que denominan como “valientes” a los manifestantes pacíficos. “La humanidad necesita valientes que se manifiesten pacíficamente”, reza uno de sus eslóganes. En otras piezas comunicativas reproducen imágenes de altercados en viejas protestas advirtiendo de las consecuencias. También presentan al ESMAD, el cuerpo antimotines cuestionado por su actuación en movilizaciones indígenas o estudiantiles, por ejemplo, como un servicio amable dispuesto a defender a esos “valientes”.
Por si los mensajes no están claros, el todavía alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, utiliza su cuenta en Twitter para denunciar un acto vandálico ‘terrible’: haber rayado levemente en el Metro de Medellín: “Que error tan grande cometen quienes confunden protesta o movilización con vandalismo. Quien rayó hoy nuestro @metrodemedellin fue capturado. No vamos a permitir que dañen lo que más queremos”.