Ganó el No
Sorpresivo revés sufrió esa parte del país que quería refrendar el Acuerdo Final de La Habana. Con el triunfo del NO, lo acordado entre el Gobierno y las FARC cae en un enorme limbo jurídico y político, cuyas consecuencias el país político y la sociedad en general no alcanzan a dimensionar.
Si bien la corta, pero precisa alocución presidencial servirá para frenar momentáneamente cualquier movimiento social, militar y político que pudiera buscar la desestabilización del país, el llamado que hizo el Presidente a las fuerzas vivas, incluyendo al Centro Democrático como fuerza opositora, no despeja las dudas alrededor de lo que pueda pasar hacia adelante no solo con el Acuerdo Final alcanzado y firmado, sino en lo que se pueda venir para el escenario electoral y político de 2018.
Santos habló en su calidad de Jefe de Estado y lo hizo para calmar los ánimos y mantener el orden institucional, dados los efectos políticos que pudiera generar la decisión democrática tomada por 6.431.376 colombianos (50,21%), que dijeron NO a la refrendación del Acuerdo Final.
Es claro que el triunfo del NO de manera abrupta y sorpresiva adelanta el llamado que se haría a un gran Acuerdo Político Nacional, contemplado en el Acuerdo Final. Eso sí, sobre una realidad que se desconoció por la excesiva confianza del Gobierno en la victoria del SÍ: la vigencia política de Uribe Vélez como elector y contradictor político, el carácter vindicativo de quienes aclamaron la tesis aquella que decía “queremos Paz sin impunidad”, la evidente polarización ideológica y política en la que deviene el país desde 2002, y el profundo rechazo, mayoritariamente urbano, a las FARC por los crímenes cometidos durante un largo y degradado conflicto armado en el que TODOS los actores armados cometieron delitos de lesa humanidad.
Ahora lo que se viene para el país es una negociación política al interior del Establecimiento, lo que bien puede llevarnos a un pacto político tipo Frente Nacional, que contemple acoger a las FARC como actor político, que a pesar del resultado contrario del plebiscito, mantiene su voluntad de paz; o por el contrario, ese gran acuerdo político que se logre entre las fuerzas de ese fragmentado Establecimiento puede insistir en desconocer una vez más a esa fuerza de izquierda, para prolongar el conflicto armado y afianzar el proyecto neoconservador que apoyan Uribe, Ordóñez Maldonado y el propio Germán Vargas Lleras.
Vendrán días difíciles para esa parte del Establecimiento que busca poner fin a la guerra interna con las FARC y con el ELN, dado que encontrará, a esa otra parte del Régimen animada -y ojalá no envalentonada- por el triunfo del NO, con la intención manifiesta de renegociar el Acuerdo Final, o de provocar el llamado a una Asamblea Nacional Constituyente que reduzca el espacio político a las FARC ganado en la negociación política de cuatro años adelantada en La Habana.
Así entonces, quienes apostaron por el NO con el claro objetivo de desconocer el sentido del Acuerdo Final, terminaron por darle un mayor juego político a las FARC, dada la voluntad manifiesta de la dirigencia de esa guerrilla de no volver a la guerra y la decisión del Presidente de mantener por tiempo indefinido el cese bilateral del fuego. Igualmente, los millones de colombianos que votaron por el NO podrían sufrir las consecuencias de un llamado a una Asamblea Nacional Constituyente con la que el país conservador e incómodo con el sentido liberal y garantista de la Carta Política de 1991, buscará hacernos retroceder al espíritu de la Constitución de 1886.
Es decir, los que hoy disfrutan por el triunfo alcanzado por el NO, desconocen hacia dónde nos llevará la puerta que ayudaron a abrir con la decisión de no refrendar lo negociado con las Farc. Es posible que el país retroceda en materia de derechos si se convoca a una Asamblea Nacional Constituyente abierta a todos los temas, al tiempo que se dan unas mínimas garantías a las Farc para que actúen dentro de la institucionalidad.
Millones de colombianos, al votar por el NO, perdieron la oportunidad de expresar su rechazo a un Establecimiento dividido entre la paz y la continuidad de la guerra y responsable de los problemas del país, incluyendo el nacimiento y la permanencia de las guerrillas. Pero se necesita de una alta cultura política para entender los orígenes del conflicto armado y es claro que aún hay millones de colombianos convencidos de que viven en el país con la más larga y estable democracia. Claro, la democracia ajustada a los mezquinos intereses de los latifundistas, ganaderos y clase empresarial y política que en lugar de fortalecer a la Fuerza Pública para acabar con las guerrillas, crearon grupos ilegales no para aniquilar a las fuerzas subversivas, sino para desplazar indígenas, afros y campesinos y entregarles sus territorios a multinacionales y a empresas agroindustriales.
Lo sucedido en la jornada del domingo 2 de octubre de 2016 confirma que la abstención del 62,57% hace parte sustancial de una democracia procedimental y precaria, lo que representa claramente un enorme rechazo a la clase dirigente, incluyendo, por supuesto, a Uribe, a Santos y a toda la clase política.
Entre tanto, el triunfo apretado del SÍ en regiones afectadas por la dinámica del conflicto armado interno bien puede servir para indicar, salvo algunos resultados contrarios, que el país urbano que votó NO sigue sin entender el carácter político y agrario del conflicto armado interno. Sigue en pie la lectura maniquea entre Buenos y Malos, lo que sin duda sirve para ocultar la insostenible corrupción política practicada por sectores de poder tradicional.
Satisfechos se deben sentir los medios masivos y los periodistas, en especial los noticieros privados de televisión, RCN y Caracol, que de tiempo atrás se la jugaron periodística y editorialmente por el NO: lograron confundir a las audiencias, sirviendo de caja de resonancia a quienes desde el Centro Democrático y otros sectores de poder tergiversaron varios asuntos y temas del Acuerdo Final.
Fortalecida termina la Registraduría Nacional por las garantías ofrecidas, a pesar de los miedos de los animadores del NO ante un esperado fraude electoral. Al final, y a pesar del triunfo del NO, la salida a esta enorme encrucijada es política. Y es posible que la salida institucional que se logre alcanzar termine afectando por igual a quienes auparon y votaron por el NO. Recordemos que el Régimen, corrupto e históricamente ilegítimo, debe mantenerse y los que votaron NO terminaron dándole un enorme espaldarazo. Así de claro.
Las consecuencias
El llamado a una Asamblea Nacional Constituyente se plantea como una salida a la difícil encrucijada en la que nos metió el triunfo del NO en el plebiscito del 02 de octubre. Con todo y los riesgos que implica abrir ese escenario político, el problema ahora no está en el mecanismo mismo, sino a quién le corresponderá hacer el llamado.
El resultado de ayer, a pesar de la estrecha diferencia, reduce la capacidad de maniobra del presidente Santos para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. Y aunque hay tiempo para convocarla, es posible que el latifundista y senador de la República Álvaro Uribe Vélez exija, en su calidad de triunfante opositor al fin del conflicto, que dicha convocatoria se aplace para el 2018.
El ex presidente y ganadero podría esperar las elecciones de 2018 por cuanto sabe que las pre candidaturas de Vargas Lleras y de Ordóñez Maldonado tomarán fuerza gracias a quienes votaron NO al plebiscito. Así entonces, Uribe Vélez podrá extender la incertidumbre política hasta las próximas elecciones, con el firme propósito de “regresar” al Estado, así sea en cuerpo ajeno. La pregunta es: hasta cuándo la cúpula de las FARC está dispuesta a esperar; hasta dónde aceptarán renegociar y cómo manejarán las incertidumbres en una tropa que ya se preparaba para desmovilizarse.
No será un mejor país el que resulte de ese pacto político del que ayer habló el Presidente, en medio de la tristeza por el resultado del plebiscito.
Si bien el triunfo del NO resulta catastrófico para el gobierno de Santos y los seis millones de colombianos que le apostaron al SÍ, los líderes del Establecimiento sabrán encontrar la salida política que mantenga la estabilidad del Régimen, así esta termine por desconocer o afectar las aspiraciones de aquellos que votaron por el SÍ, como de quienes optaron por decir NO al plebiscito.
Por ahora, los negociadores de las FARC y del Gobierno deberán pronunciarse sobre el destino del proceso de paz y del Acuerdo Final. Bien podrían anunciar el congelamiento del proceso de desmovilización y desarme de las estructuras farianas, sobre la base de que habría un nuevo escenario de negociación política llamado Asamblea Nacional Constituyente; o por el contrario, podrían anunciar el regreso de las FARC a la dinámica de la guerra, previo rechazo de una renegociación que resulte adversa a los intereses de la cúpula de esa guerrilla.
El triunfo del NO obligará al Establecimiento a tomar medidas con el firme propósito de mantener la institucionalidad, independientemente de las aspiraciones de los sectores de poder que se expresaron el 02 de octubre. Quienes votaron por el NO, parecen desconocer las lógicas con las que opera el Establecimiento. El voto emotivo de quienes negaron la posibilidad de refrendar el Acuerdo Final, sin duda afecta al Gobierno de Santos, al tiempo que abre la posibilidad para que los sectores más retardatarios del país aprovechen la coyuntura para hacer que el país retroceda en materia de derechos y libertades.
Quienes votaron NO en la jornada del 02 de octubre, anclados en un sempiterno odio a las FARC, deben saber que le otorgaron una inmerecida y peligrosa legitimidad al latifundista Álvaro Uribe Vélez, quien claramente lidera un proyecto social y cultural de corte neoconservador y un proyecto político y económico de carácter neoliberal que el país padeció entre 2002 y 2010. Lo anterior, sin contar las violaciones a los derechos humanos (Falsos Positivos, entre otras) y el debilitamiento institucional por cuenta de la aplicación de la Política de Seguridad Democrática y su carácter mesiánico.
No será un mejor país el que resulte de ese pacto político del que ayer habló el Presidente, en medio de la tristeza por el resultado del plebiscito. Por el contrario, con el triunfo del SÍ, el país bien podría haber caminado hacia una urgente reconciliación y el redireccionamiento de un modelo económico y político cuyos objetivos claramente están enfocados en satisfacer las necesidades de unos pocos, en asegurar la depredación ambiental de amplias zonas y un efectivo debilitamiento de la seguridad alimentaria que hasta hoy garantizan nuestros campesinos.
* Comunicador social y politólogo