La esperanza

Al cierre de su intervención, al anunciar el Nuevo Acuerdo, Iván Márquez manifestó que la nueva denominación deberá ser “Acuerdo de la Esperanza”. Creo que ello convoca a pensar, sin tener aún el texto del referido pacto, sobre lo que le espera al país.

En primer lugar espero que este nuevo texto no sea objeto de continuidad de una renegociación, donde el Gobierno quede de mensajero o “razonero” al infinito de los del ‘No’; como se dice popularmente un “lleva y trae”, pues su deber es lograr la paz, interpretando el sentir del conjunto de la sociedad colombiana, pero donde primen los derechos de las víctimas. Por ello, lo que se espera es que se pase de inmediato a una socialización del documento para su refrendación.

La segunda esperanza es que este Nuevo Acuerdo siga el trámite de la refrendación por el Congreso, para lo cual será necesario que se asuma el carácter de trámite especial para que se elaboren las normas al ritmo y celeridad correspondiente.

Cuando el jefe negociador del Gobierno manifestó que “se eliminó la idea de incorporar el Acuerdo a la Constitución Política y al llamado bloque de constitucionalidad”, perdí la esperanza de que las élites políticas dominantes cumplan a cabalidad lo pactado, pues ese era el “blindaje” que había estipulado el anterior acuerdo. Por ello, lo que se abre es el camino de la participación directa y permanente de la veeduría ciudadana para que las voluntades de las partes sea de verdad la de cumplir con lo allí establecido.

Habrá que examinar detenidamente el Nuevo Acuerdo para saber si lo fundamental de lo alcanzado en el acuerdo de Cartagena en materia de los derechos a la recuperación de las tierras por parte de los despojados, al igual que el acceso de los sin tierra se ha conservado y, sobre todo, si la reforma rural integral va a ser de manera efectiva un camino de superación de la inequidad del campo colombiano.

Aguardo la esperanza de que las víctimas sí van a ser reparadas partiendo del conocimiento de la verdad sobre la totalidad de los responsables de quienes perpetraron por parte del Estado, la insurgencia y otros terceros, las violaciones de los Derechos Humanos. Sin la verdad, no hay ninguna justicia que pueda contribuir a satisfacer a las víctimas.

Este “Acuerdo de la Esperanza” ha mantenido incólume la elegibilidad política de los futuros excombatientes, pero, lo más importante, según lo expresado por el mismo presidente, se ha mantenido las “Circunscripciones Electorales Especiales de Paz”, para que ningún partido, como sí quería el uribismo, pueda participar en esos 16 territorios, sino que será un espacio para la representación de las comunidades de los sectores más excluidos por efectos del conflicto armado.

Tengo la esperanza de que todos los sectores sociales que están construyendo paz desde hace décadas se manifiesten con un respaldo a este Nuevo Acuerdo, que no nos dejemos atrapar en las dilaciones de quienes ya salieron a decir que este texto no puede ser el definitivo, o a manifestar, como lo hiciera una de las voceras del sector de iglesias no católicas, que se debe leer el 2 de octubre como si un 83% hubiera votado por el No, pues la abstención también representa esa opinión, con lo cual pretenden desconocer lo que es un proceso de paz.

De nuevo los negociadores han dado una muestra de que sí se quiere llegar a la terminación del conflicto armado, para lo cual se harán unas reformas sociales que en nada se apartan del ordenamiento constitucional, sino que, por el contrario, sólo pretenden que se cumpla lo que ya dice dicha carta política.

Abrigo la esperanza que con este Nuevo Acuerdo se siga desenmascarando todas las mentiras que se dijeron sobre el proceso de paz en su conjunto, como aquella de que nos ponía en el camino hacia el modelo cubano o venezolano, como si esos pueblos encarnaran el mal.

Con el resultado del plebiscito pasado afloró con fuerza la tendencia del pensamiento conservador de echar hacia atrás las reivindicaciones que se han logrado, vía constitución o jurisprudencia de las altas cortes, de reconocimiento de los derechos a la diferencia en sus diversas manifestaciones. Este Nuevo Acuerdo intenta que todos los opositores que encarnan tales ideas vean que los Derechos no son una elección promovida por creencias religiosas o por prejuicios morales, sino que son la expresión del avance de la humanidad para poder vivir de una perspectiva incluyente.

El país necesita que la “Esperanza” en una sociedad equitativa, incluyente, participativa y, por lo tanto, respetuosa de las diferencias, se vaya realizando, para lo cual debemos asumir en primer el lugar el conocimiento de las diversas aristas de la verdad sobre este conflicto para que, aceptando cada quien la responsabilidad de los daños cometidos, se camine hacia la construcción de la paz, de lo contrario no tengo esperanza que podamos hacer un nuevo pacto social estable y duradero.

 

*Antropólogo, teólogo y doctor en Antropología. Exdirectivo de la UNICLARETIANA. Acompañante por más de 25 años a pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas en el Pacífico. En la actualidad Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente en Cali y miembro del Comité Coordinador de la Coordinación Regional del Pacífico