Los pendientes

El Presidente de la República cerró el plazo, el pasado 20 de octubre, de la recepción de propuestas para la reforma del “Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de la Paz” firmado con las FARC-EP.

Una consulta obligada por el resultado del plebiscito, pero que hubiera sido muy provechosa haberla hecho al comienzo de la negociación. Sin embargo, a decir verdad, durante el proceso de Diálogos se hizo una serie de consultas a la sociedad en cada uno de los puntos pactados de la agenda general.

En esos espacios de consulta un sector muy importante de los que apostaron en el plebiscito por el ‘No’ se marginaron en aquel entonces de la consulta sobre el tema agrario, tal cual como lo explicitó el sector de los ganaderos a la cabeza de José Féliz Lafourie, quien públicamente se negó a asistir al Foro Nacional Agrario que se hizo en la Universidad Nacional, pues no podía sentarse de igual a igual con los campesinos, indígenas y afrocolombianos con sus múltiples organizaciones.

De esas consultas, lideradas por la Universidad Nacional y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, salieron centenares de propuestas, muchas de las cuales no quedaron bien reflejadas en el “Acuerdo Final”, lo que terminó en la bolsa de los temas que las FARC-EP llamó “pendientes”, que finalmente no fueron abordados.

Sería muy importante que ante las más de 400 propuestas recibidas por el Gobierno Nacional de los diversos sectores del ‘No’, se pudieran ventilar tales “pendientes”, pues si es verdad que se quiere “mejorar” y “completar” el Acuerdo, para que sea “más incluyente”, como dicen esos autodenominados representantes del ‘No’, se deberán retomar las propuestas de los movimientos sociales que ‘Sí’ participaron en las consultas que se hicieron en el desarrollo de la fase de negociación que culminó con la firma del pasado 26 de septiembre.

Muy importante será entonces que, por ejemplo, respecto al tema agrario se haga una auténtica redistribución de tierras, para acabar la gran concentración de la propiedad que nos pone siempre en los primeros tres lugares de mayor inequidad en la región y en el mundo, según el índice Gini.

A su turno, en el punto de la participación política se debería establecer una reforma estructural al sistema electoral para que los sectores excluidos, por diversas razones, puedan participar de forma efectiva en la toma de decisiones, para ir más allá de las tímidas “Circunscripciones Electorales Transitorias de Paz”, que reconoce solamente 16 posibles territorios para sendos representantes a la Cámara.

Una reforma política para una mayor expresión de inclusión de Territorios, por ejemplo los indígenas y los afrocolombianos ocupan y poseen territorios étnicos que representan la tercera parte del territorio nacional, sin embargo, solo tienen los indígenas 2 curules al Senado y los afro 2 curules en la Cámara. Otro ejemplo son las área que, por la misma forma de organización de las votaciones, están condenadas a no tener condiciones efectivas de participación, pues aquellos lugares de la ruralidad profunda y selvática para poder votar deben hacer una o más jornadas de navegación para llegar a una mesa de votación, circunstancia que entre otras cosas influyó para que el 2 de octubre pasado faltaran muchos votos rurales, mientras que en las ciudades se tienen todas las posibilidades para este ejercicio.

El tema que se afirma ser el “centro del Acuerdo”, esto es, las víctimas, debería ampliar las expectativas de justicia, verdad y reparación, para que efectivamente en el Acuerdo se pueda establecer el reconocimiento del “Terrorismo de Estado”, que durante décadas, mediante el “estado de excepción” o “estado de sitio”, desarrolló la doctrina del “enemigo interno” con lo cual se violaron sistemáticamente los derechos civiles y políticos. Esto es más que necesario para que el establecimiento se comprometa con las garantías de No repetición, pues éste (el Estado) quedará con el monopolio del uso de la fuerza.

Muchos más pendientes deberían abordarse en esta reapertura de los Diálogos de Paz, para que se pueda avanzar en transformaciones de mayor profundidad a la estructura económica, social y política, pero con la celeridad que esto requiere para que no se le haga el favor a los sectores partidistas que solo quieren sacar provecho de esta incertidumbre jurídica y política para aumentar caudal electoral y perpetuar la existencia de un estado parcializado en las tres columnas del conservadurismo; es decir, la Tradición, representada en el pensamiento del dogmatismo religioso, la Familia, sostenida en el modelo patriarcal que no acepta la diversidad, y la Propiedad, que es el miedo que infunde el líder terrateniente del Centro Democrático que no quiere que se afecte el latifundio, la mayoría mal habido, pero que reclama “honorabilidad”.

PD: El senador Uribe Vélez, quien afirma pedir la “iluminación del Espíritu Santo”, lideró la solicitó a la Conferencia Episcopal de Colombia una reunión para que la Iglesia Católica interceda para que las propuestas del ‘No’ sean incluidas en la reforma del Acuerdo Final. El episcopado, que conserva la memoria de la Fe sobre la máxima “la verdad les hará libres”, debería tener muy presente que el Centro Democrático, reconocido por Vélez Uribe, hizo una campaña por el ‘No’ basada en la mentira e induciendo al error al electorado, con lo cual no tiene legitimidad y no puede representar a los engañados votantes de ese sector del ‘No’.

 

*Antropólogo, teólogo y doctor en Antropología. Exdirectivo de la UNICLARETIANA. Acompañante por más de 25 años a pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas en el Pacífico. En la actualidad Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente en Cali y miembro del Comité Coordinador de la Coordinación Regional del Pacífico