Las insurgentes
La reciente profusión de imágenes en los medios de comunicación de origen local e internacional en las que aparecen mujeres insurgentes de las FARC – EP, expresa parte del cambio en la percepción de los medios masivos sobre las mujeres en la guerra.
Sin duda este cambio es también un logro del proceso de negociación con el gobierno de Colombia y del acuerdo final para la terminación del conflicto.
Reconocerle a la organización insurgente su estatus político ha significado también devolverles la humanidad a quienes por años fueron definidos como monstruos. En específico, las mujeres insurgentes han sido definidas como particularmente sanguinarias e implacables. A su participación y acciones en la guerra se le revestía, hasta hace unos años, de una serie de adjetivos que llamaban la atención sobre su capacidad diferencial de hacer daño, haciendo notar una maldad particular atribuida como natural a la mujer mala, a la que no es una mujer en últimas, pues ha renunciado a ser buena.
En estas imágenes aparecen rostros de mujeres muy jóvenes que han vivido en la insurgencia el tránsito de la niñez a la juventud y más allá de la polémica sobre la incorporación de niñas y niños a las FARC y el reciente interés de los medios de comunicación por sus derechos, se puede pensar en que la pertenencia a una organización política en armas fue también el recurso final de cientos de niños y niñas en los campos. Sin duda más temprano que tarde sus historias reales nos sorprenderán y desmoralizarán el debate, permitiendo que veamos cómo un ejército fue una familia no convencional, para una niñez sin derechos y marginalizada del mundo adulto y estatal en los campos de Colombia.
Reconocerle a la organización insurgente su estatus político ha significado también devolverles la humanidad a quienes por años fueron definidos como monstruos
En los reportajes gráficos recientes las insurgentes posan y nos cuentan de sus sueños de dejar atrás el pasado de la guerra y dedicarse a estudiar. En ninguno de esos pie de foto aparecen alusiones a los roles naturalizados asignados a las mujeres; la maternidad, la vida familiar y doméstica no aparecen en las proyecciones de futuro. No puede deducirse por esto que las futuras excombatientes no deseen la maternidad o que ya no sean madres, más bien revela que hay un horizonte pensado en una vida profesional y en los aportes que desde allí hagan a la construcción del país que no hemos tenido. Esto en particular es relevante a la hora de pensar en lugar que estas mujeres ocuparan en la nueva organización y como allí resolverán ser o no parte de la nueva política y el poder.
Sorprende la facilidad con la que los reportajes gráficos dan paso performativamente de la mujer insurgente a la mujer bella y común. No sé si esto es un efecto pensado por las insurgentes, pero lo que se comunica dista mucho del proceso complejo que enfrentarán ellas, una vez las FARC arriben a su fin como organización armada y devengan en organización política.
Las mujeres de la delegación de paz de las FARC se han reunido con excombatientes de varios países del continente y aunque no conocemos todo lo conversado entre ellas, es indudable que las excombatientes advirtieron que ese tránsito no será fácil. Esto porque más allá del acuerdo de género y de lo que estatutariamente se contemple en el nuevo partido, las Mujeres por ahora no la tenemos fácil en política debido no solo a los límites propios de una estructura de poder e institucional deficitaria democráticamente, sino también por el ejercicio histórico de una política clientelar y corrupta liderada mayoritariamente por varones y partidos conservadores. Sin duda deberán las FARC dar un salto cualitativo muy significativo no solo en la retórica exhibida recientemente sobre la “cuestión de la Mujer”, sino en la realización efectiva del liderazgo político de las mujeres que según datos no confirmados son alrededor del 30% de su organización.
*Feminista y educadora popular. Deseante del tiempo nuevo de justicia para los pueblos del campo y la ciudad