Paz y democracia, el enredo

Ante la pérdida del ‘juicio’, la Paz en Colombia sigue vigente, al menos en el Chocó, donde la sociedad se ha convertido en sujeto del cambio y en una voz que se moviliza en las calles reclamando la implementación del Acuerdo Final.

Una mayoría de la sociedad que pierde el ‘juicio’, pero no es consciente de ello, como el pez que no sabe de la existencia del agua hasta que lo sacan y se ahoga, es una sociedad que necesita del acompañamiento de todos, pues la locura es una enfermedad, que necesita, sin embargo, ser reconocida por el paciente. Y como no lo harán, debemos temer a esa clase de locos, de la misma manera como Facundo Cabral temía a los pendejos porque elegían presidentes.

El consenso, el disenso, el debate y el diálogo son ejercicios comunicativos que deben llevar de un punto cero a un punto de avance, de lo contrario estaríamos tacando burro o gastando tiro en golero. Y eso es lo que da tirria en el asunto de la Paz, que no se ve adelanto, sino un estancamiento como de cien años de soledad.

Dejan un tufillo, de mil formas, las personas con poder de decisión. Porque es un discurso común decir que fallaron aquellos que no votaron. Sin embargo, hay dos tipos de no votantes, uno, aquellos que pudiendo hacerlo no lo hacen porque no creen en el sistema, porque no les pagan el voto, porque no tienen para el transporte, en fin, las razones son infinitas, y dos, aquellos que sufriendo los rigores de la guerra no pueden hacerlo, es decir, los niños y niñas comprendidos entre los 12 y los 17 años. Como lo han demostrado innumerables investigaciones, los niños que son obligados a pelear una guerra de adultos y las niñas que son abusadas en la guerra por los adultos de la guerra, tampoco tienen derecho a votar, ni sus opiniones son consultadas. Por ello es que además de ser víctimas del conflicto son víctimas de la democracia, al no tener forma de expresar su opinión a través de formas distintas del sufragio.

Muchos dirán que así es nuestra democracia. Y si es así, pues habrá que cambiar la forma de participar en ella. El voto es sólo una expresión, no es toda la democracia. Entonces es hora de activar los mecanismos de participación. Y ahí sí torció la puerca el rabo dijo mi abuela. Porque ampliar la democracia significa moverle la silla a los corruptos que se han apoltronado en el erario, bajo las figuras electoreras de parlamentario o funcionario del ejecutivo. El Participar de la sociedad significa que los políticos de carrera van a dejar de percibir los ‘emolumentos’ que los inspira hacer grandes inversiones en las elecciones para la compra y trasteo de votos, porque el Estado sí invierte, pero mágicamente los dineros paran en las arcas de los amañados con poder.

Es fácil hablar de guerra desde el frenesí que acompaña al capo, al político o empresario que tiene tras de sí una estela de guardaespaldas. En últimas su día a día es en tecnicolor jolivudense. La paz nunca ha vendido películas como sí lo ha hecho la guerra. En el cine jolivudense, de cada acto pacífico hay 10 mil disparos, y el prototipo de líder que venden en cada escena o está dando besos o está disparando a matar. La contracara de la realidad colombiana es que las personas víctimas, lo son bajo la falacia de que el grupo asesor es quien lo defiende, es decir, en lenguaje pudiente, son sus propios ‘guardaespaldas’ quienes lo victimizan.

De manera que la voz que se escucha en las regiones como el Chocó, es la de aquellas personas que han vivido en carne propia lo que en las ciudades han vivido en la televisión o en el cine, exceptuando la criminalidad delincuencial y de cuello blanco que campea en las urbes. Son voces que se movilizan para que se cumpla lo acordado y ser escuchados. ¿Aguantará este enredo la democracia colombiana?

*Comunicador y sociólogo.
Director Ejecutivo de la corporación Territorio, identidad y cultura para la paz-PACIPAZ