Paz territorial y autodeterminación frente a la paz corporativa
La PAZ es una de esas palabras que cuesta mucho trabajo definir. Si nos ubicamos en el campo de las emociones, tal vez la paz evoque un estado de quietud, de silencio, de no pensamiento, de tranquilidad absoluta, con lo cual la paz podría ser lo más parecido a un estado de inmovilidad, de no turbulencia, en definitiva, de ausencia de perturbaciones.
En el ámbito de las relaciones sociales, es muy probable que la paz sea aquella aspiración de no tener conflicto, de estar en armonía permanente, de lo cual se tiene la certeza de la imposibilidad de su existencia.
Con el propósito de precisar el contenido de lo que se quiere cuando se habla de paz, ha aflorado la necesidad de poner adjetivos a este vocablo, por eso se oye afirmar “paz con justicia”, “paz con justicia social y ambiental”, “paz positiva”, “paz negativa” y muchas otras más calificaciones para indicar el tipo de paz que se quiere construir.
En el actual contexto del proceso de Diálogos de Paz entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC-EP, llevado a cabo en La Habana-Cuba, este debate sobre el contenido de la palabra paz ha estado muy presente tanto al interior de la Mesa de Diálogos, como en el escenario de los analistas, académicos, políticos, periodistas y en la sociedad en general, donde, sin duda, el binomio Paz y Justicia, ha tenido una diversidad de combinaciones para posicionar múltiples intereses.
La paz territorial debe partir de las cosmovisiones de campesinos mestizos, indígenas, afrocolombianos y pobladores urbanos y no de las apetencias de acumulación de capital
Es claro que a una Mesa de Diálogos de Paz, llega cada parte con unos intereses que se ponen en juego, hasta llegar a un acuerdo, tal cual como hoy se conoce el “Acuerdo Final de la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, con lo cual emergieron dos nuevas calificaciones a la paz, es decir “Estable y Duradera”, señalando el propósito de la negociación de hacer de este Acuerdo la posibilidad de perdurabilidad de la paz.
Pero ¿de cuál paz?, al interior del proceso mismo de los Diálogos de Paz, ha emergido un nuevo calificativo, se trata del concepto de “Paz Territorial”, el cual ha sembrado nuevas discusiones en torno a lo que cada una de las partes de la Mesa entiende y asume por el mismo.
Según el Acuerdo Final se trata de la terminación del conflicto armado para dar paso a la construcción de dicha paz. Es decir, que la respuesta a las causas del conflicto armado, o guerra irregular interna, cuáles son la exclusión en el acceso y uso a la tierra, así como la exclusión política, sean abordadas desde la situación de cada territorio, para que se puedan revertir esas manifestaciones que están en la génesis de la confrontación.
No pueden prevalecer acciones, proyectos y programas que aumenten las condiciones que generaron la guerra, sino que, por el contrario, las disminuyan hasta llegar a su desaparición
A su vez la territorialidad de la construcción de la paz, debe responder a la identificación de los daños causados por la guerra y por lo tanto el diseño y aplicación de los actos de reparación social y ambiental.
En los territorios, que son construcciones humanas, en cuanto formas de apropiación de los espacios, según la oferta ambiental que los caracteriza, se expresa la diversidad étnica, las contradicciones de clase y las relaciones de poder económico, político e ideológicos y es allí donde se debe situar la aplicación de cada uno de los seis puntos del Acuerdo Final; con lo cual no pueden prevalecer acciones, proyectos y programas que aumenten las condiciones que generaron la guerra, sino que, por el contrario, las disminuyan hasta llegar a su desaparición.
La Paz Territorial debe partir de los intereses, necesidades, aspiraciones, en suma, cosmovisiones existentes en los campesinos mestizos, indígenas, afrocolombianos y pobladores urbanos y no de las apetencias de acumulación de capital de los grandes inversionistas que quieran imponer sus propósitos de rentabilidad desconociendo los derechos individuales y colectivos de estos ciudadanos.
Por ello la Paz Territorial, no puede confundirse con lo que algunos han llamado la “Paz Corporativa”, es decir, la paz de unos sectores de empresarios, que necesitan los territorios pacificados, para poder avanzar en sus proyectos de economía extractivista y de agroindustria, como, por ejemplo, ya lo ha estado afirmando el gerente de Ecopetrol
La Paz Territorial ha de ser ante todo, la posibilidad concreta de afirmar los proyectos de vida de los diversos pueblos y comunidades, de acuerdo a las condiciones de cada territorio, por ello el Acuerdo Final, deja abiertos dos caminos para su realización. De una parte, el “Acceso y Uso de las Tierras” según las condiciones de cada territorio, para lo cual se habrán de diseñar y poner en marcha los “Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) y, por otra parte, la “Ampliación de la Democracia”, con un mecanismo, entre otros, muy específico que es la creación de “Circunscripciones Electorales Especiales” para los territorios que, por efecto del conflicto, no han tenido representación en la Cámara de Representantes.
Finalmente, en clave de los Territorios Étnicos, la Paz Territorial es una nueva oportunidad para la afirmación del Derecho de Autodeterminación de los afrocolombianos y pueblos indígenas, para poder gobernarse y usar sus territorios de acuerdo a sus identidades culturales, como quedó expreso en el capítulo étnico en la tarde del 24 de agosto cuando se firmó el Acuerdo Final.
*Antropólogo, teólogo y doctor en Antropología. Exdirectivo de la UNICLARETIANA. Acompañante por más de 25 años a pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas en el Pacífico. En la actualidad Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente en Cali y miembro del Comité Coordinador de la Coordinación Regional del Pacífico.