Petro: o cómo calificar de radical a lo razonable
Los discursos dominantes son así: logran que lo que nos hace daño nos aparezca lo ‘natural’. Quizá ese es el gran éxito narrativo del neoliberalismo que logra que las víctimas defiendan el discurso de sus victimarios, que el obrero defienda al empresario, que el campesino argumente como el ejecutivo de la agroindustria o que el afrocolombiano se ponga una máscara blanca para dejar de ser lo que podría ser.
De no ser así, la campaña electoral en la que estamos inmersos no se entendería. Sobre Gustavo Petro, el candidato que competirá con Iván Duque en segunda vuelta, se sigue diciendo de todo: que quiere convertir a Colombia en Venezuela, que no respetará la propiedad privada, que será una amenaza para el orden… ¿Qué tanto de realidad hay en esos discursos?
El único baremo que tenemos para medir a un candidato es su programa electoral y el de Colombia Humana parecería razonable si lo juzgáramos desde la perspectiva del bien común y no desde el discurso dominante del miedo.
¿Qué es lo más revolucionario del programa de Colombia Humana respecto a la economía? Hay muchos elementos interesantes, pero a los gurús del neoliberalismo lo que más –lo único- que le interesa es el capítulo del modelo productivo. Petro y los suyos proponen básicamente abandonar la dependencia casi total del petróleo y del carbón de las exportaciones del país. La realidad es que la economía colombiana se reduce, en este momento, a exportar materias primas, sin valor añadido y cuyos precios se fijan muy lejos de Bogotá.
Dice el programa: “Reindustrializaremos sectores estratégicos como el metalmecánico, textil, informático, de cambio tecnológico en transporte, de producción de materiales para la construcción y de gestión integral de residuos sólidos y líquidos, entre otros; fomentaremos el desarrollo científico y tecnológico, así como la consolidación y la estabilización de pequeñas y medianas empresas. Diversificaremos nuestras exportaciones para que no dependan de un solo producto, habrá mayor educación y formación científica para producir y exportar bienes y servicios inteligentes, rentables y útiles a la sociedad. Impulsaremos el desarrollo turístico del país, con énfasis en turismo sostenible, histórico, cultural y de negocios. Los beneficios económicos del turismo llegarán directamente a las comunidades locales”. No parece el programa de una revolución chavista, sino el de un movimiento interesado por la soberanía y la reindustrialización del país, tras el proceso de vaciamiento de la economía tras la apertura liderada por César Gaviria, el ex presidente liberal ahora en los brazos de Iván Duque.
Lo que más debe molestar a empresarios nacionales y a consorcios internacionales es la intención de Petro, en caso de llegar a la presidencia, de dar poder a las consultas populares sobre los megaproyectos y de frenar la megaminería y no seguir confiando el futuro del país al petróleo. De hecho, la inmensa mayoría de los conflictos territoriales que dejan muerte y sufrimiento en Colombia tienen que ver con este tipo de proyectos. Además, Colombia Humana plantea que todo el ordenamiento territorial del país gire entorno al mayor patrimonio del país: el agua. “El agua es quien nos gobierna y no nosotros a ella: debemos cuidarla. El agua es vida, es un derecho fundamental y un bien común de la humanidad; por eso pondremos todo nuestro empeño en descontaminar y renaturalizar las cuencas hidrográficas y proteger los nacimientos de agua, promoviendo el ahorro y el uso eficiente del agua”, explica el programa político de Colombia Humana donde, además, se detalla: “Se restringirá y condicionará la minería a cielo abierto en función de la protección ambiental y la equidad social. Los contratos de extracción de carbón no serán renovados, ni se permitirán intervenciones que afecten el acceso al agua y la seguridad alimentaria de las comunidades que residen en la zona. Ecopetrol, sin perjuicio de la gestión de la extracción petrolera en la transición, se convertirá en una empresa dedicada a la investigación, la promoción y la implementación de energías renovables”.
Suena más al siglo XXI de la economía del conocimiento que al siglo XIX de las economías revolucionarias, pero… claro está, para saberlo hay que leer el programa. Los cuatro pilares sobre los que plantea las políticas económicas del Estado son una “Reforma tributaria para la equidad”, que se traduce en impuestos escalados, en la reducción del IVA al 16% y en la lucha contra la evasión y la elusión de impuestos (uno de los deportes preferidos de la élite nacional y de sus socios extranjeros); “Gasto público transparente, eficiente y participativo”, “Sostenibilidad fiscal basada en la productividad, la transparencia y la eficiencia”, y “Descentralización con recursos”. Es decir, que palabras claves en el neoliberalismo como sostenibilidad fiscal, productividad o eficiencia se combinan con conceptos tan poco comunes en el país como transparencia o participación.
Y por si queda alguna duda: “En la Colombia Humana no se expropiarán empresas, ni negocios, ni viviendas ni tierra productiva, pero será objetivo prioritario que progresivamente ingresen a la producción de alimentos y a la agricultura campesina alrededor de tres millones de hectáreas que hoy están destinadas a ganadería extensiva o no tienen uso alguno”. No-se-expropia. Colombia Humana ha debido ponerlo negro sobre blanco ante la insistencia de algunos comentaristas en que con Petro llega el fin de la propiedad privada.
Petro también plantea algo tan razonable como repetido por otros muchos candidatos: “Para que la economía campesina sea sostenible, es necesaria la construcción o el mejoramiento de vías secundarias y terciarias que permitan reducir los costos de intermediación de los productos, así como la construcción de infraestructura productiva para potenciar la productividad de las comunidades rurales y la generación de valor agregado a la producción agropecuaria”.
Además, “se plantean la recuperación y la tecnificación de corredores férreos para transporte de carga y pasajeros; la rehabilitación de navegabilidad de los ríos que no se afecten con el tráfico fluvial; la rehabilitación, la ampliación y el mantenimiento de las vías secundarias, terciarias y vecinales para el desarrollo rural integral con uso de materiales locales, mejorados y estabilizados que minimicen los procesos de extracción de fuentes de materiales a grandes distancias” y para las ciudades se aplica un concepto ya de moda en países de alto desarrollo económico:. “La política urbana nacional incorporará el paradigma de la reutilización de la ciudad construida y, por tanto, la apuesta de los centros históricos será la rehabilitación y reciclaje de tejidos, estructuras y actividades existentes”.
Si está interesado en leer completo el capítulo del programa político dedicado a la Economía, entre acá.