En primera persona

Postales de mi paso por la Europa del Siglo XXI

Un colombiano en el exilio narra, en primera persona, los retos de la cumbre del G20 a punto de celebrarse en Hamburgo (Alemania) donde los más poderosos toman decisiones mientras la ciudad se prepara para denunciar que no por imposición pueden vulnerarse los derechos colectivos conseguidos durante siglos.
Erik Arellana Bautista  | Hamburgo

Llevo más de una década con intervalos recorriendo el continente europeo, a veces aparecen estériles noticias de las reivindicaciones y otras, en medio de la modorra general, emerge un lamento colectivo por lo mal que está siendo administrada la política económica mundial.

Alemania se encuentra a la cabeza de los países dominantes de la economía y el mercado internacional, pero aquí también hay fisuras, grietas en el sistema que serán evidenciadas el próximo mes de julio antes y durante la cumbre mundial de los mandatarios de las 19 naciones más poderosos del planeta y la Unión Europea en lo que se conoce como el G-20. Este grupo de países y las organizaciones como el Banco mundial y el Fondo Monetario Internacional, controlan y poseen una gran tajada del capital mundial: más del 80 por ciento de la producción económica mundial y tres cuartas partes del comercio mundial. Los países del G-20 representan alrededor de dos tercios de la población mundial. El encuentro se realizará en el centro de convenciones de la ciudad de Hamburgo, en pleno corazón de lo que la revista Spiegel anuncia como la Metrópoli, por la serie de eventos extraordinarios que ocurren en esta ciudad. El flujo de capital y mercancías hace de este lugar el segundo puerto más grande de Europa, ninguna otra ciudad en Alemania posee las condiciones de infraestructura y de movilidad para una reunión con las características de la Cumbre del G-20.

La inversión para el encuentro de estos mandatarios, por dos días, costará alrededor de 130 millones de euros. Se dispondrá en la ciudad de un aparato policial de casi 15 mil efectivos procedentes de diferentes regiones germanas que costarán al país alrededor de 20 millones de Euros; además de la ayuda internacional de comandos de Fuerzas Especiales como la Unidad Cobra procedente de Austria. Todo esto para garantizar el encuentro de 6.500 participantes de la Cumbre provenientes de Argentina, Brasil, México, China, India, indonesia, Japón, Corea del Sur, Turquía, Alemania, Francia, Italia, Rusia, Reino Unido, Arabia Saudita, Australia, Sudáfrica, Canadá y Estados Unidos.

La policía de la ciudad ha dispuesto tres cordones de seguridad para proteger la reunión de los mandatarios mundiales. Donald Trump está entre los «destacados visitantes» que poca simpatía genera en varios sectores de diversas corrientes de pensamiento y que lo consideran un peligro para la humanidad. Su nombre ya se ve en las calles seguido de frases antiimperialistas, o de reclamos frente a su posición en el tema del cambio climático. La frase con la que le espera el movimiento autónomo en Hamburgo es precisamente «Bienvenido al infierno»; se calcula que esta manifestación reunirá alrededor de 100 mil personas.

Y ese infierno será la Zona Roja. El área directamente comprometida será cerrada para evitar las multitudinarias protestas que se vienen anunciando y que reúnen decenas de reclamos a la cumbre misma y a las políticas neoliberales que allí se toman. Este perímetro  incluye la zona de uno de los parques más bellos de la ciudad, Planten und Blumen, el Centro de Convenciones en Dammtor y el barrio residencial Carolinenviertel. En la segunda zona, marcada con amarillo, que cubre los barrios aledaños como Schanzenviertel y St. Pauli, se encuentran varios centros alternativos y muy reconocidos por su historia de resistencia civil y social. Para quienes tienen una mirada crítica sobre el manejo y la función del espacio público en la ciudad, este lugar del mundo es un referente.

La historia es larga y muy intensa, de las primeras casas ocupadas en la orilla del Elba, en el puerto en los años 80, aún permanecen tres edificios en donde se despliegan mensajes claros y directos frente a la realidad política de la ciudad y del país. Allí, frente al mercado de peces, Fishmarkt, se planea la manifestación más fuerte en términos de confrontación directa. Los movimientos autónomos y anarquistas, y de la izquierda internacionalista han mostrado en Genova, Seattel, y otros lugares donde ha tenido lugar la cumbre del G-20, que están dispuestos a batallar sus ideas en las calles a pesar de la fuerte represión hacia estos movimientos. Vale la pena recordar al joven italiano Carlo Giuliani del movimiento antiglobalización asesinado en Génova el 21 de julio 2001. Símbolo de las futuras luchas en contra de las políticas y del encuentro mismo del grupo de los 20.

La convocatoria para demostrar su inconformidad con el sistema capitalista es permanente en distintos lugares como la famosa Rote Flora, defendida por un movimiento fuerte que durante más de 25 años ha resistido manteniéndose como centro cultural, social y político, ante los intereses especulativos y urbanísticos de la ciudad, convirtiéndose en un territorio diverso para comunidades como los defensores de los derechos de la población LGTBI, los colectivos feministas, migrantes e internacionalistas, entre otros.

Hace tres años el gobierno de la ciudad intentó expropiar el recinto y ofrecerlo a un comprador por un precio simbólico. Las manifestaciones fueron fuertes y la confrontación duró varias jornadas, hasta que el gobierno declaró estado de emergencia y el barrio fue señalado como zona roja (peligrosa). Los manifestantes, que a su vez defendían el derecho de los habitantes de los edificios de la Compañia Esso, los habitantes de las «Essohäuser», estaban siendo expulsados de sus viviendas y el edificio estaba siendo demolido. Los manifestantes lograron que estos habitantes fueran reubicados y permanecieran en el barrio y no fueran llevados al extrarradio de la ciudad por el masivo proceso de gentrificación. Ya no hay mucho espacio disponible en la ciudad y eso hace que el precio de los alquileres suba y la reurbanización y modernización ponga en promedio de 5 mil euros el metro cuadrado de propiedad raíz.

El lugar donde estaban las Essohäuser es por ahora un lote en construcción, a su lado un pequeño container blanco con el proyecto Budde en el que los vecinos organizados se han planteado qué hacer con el espacio que está al lado de las torres torcidas que abren la famosa Reeperbahn. Ésta es una calle destinada a los casinos y la prostitución, principalmente, con los otros aspectos sociales que esto conlleva. Hay bares y discotecas donde circulan todo tipo de narcóticos y drogas alucinógenas, combos en ofertas que incluyen servicios sexuales internacionales y cerveza por 40 euros . En Alemania la prostitución el legal, y el 80% de la población masculina alemana confesó haber tenido por lo menos una vez en la vida relaciones sexuales con mujeres prostitutas. No es casualidad que la calle donde estas cosas ocurren se llame la Gran Libertad, die Größe Freiheit.

A una cuadra de la estación de metro de St. Pauli está el famoso estadio Millentor, residencia del mundialmente famoso equipo de fútbol que lleva el nombre del barrio. Este equipo con ideología de izquierda, en favor de los migrantes y de la comunidad LGBTI, tiene una de las hinchadas más admirables por su fidelidad y por la labor social que realizan en el barrio y en la ciudad. Además el estadio será escenario del encuentro de activistas mediáticos que se reúnen para informar sobre la cumbre alternativa y la movilización social desde una perspectiva crítica. La alianza de mediactivistas ha dispuesto un lugar en las instalaciones para que los periodistas y blogeros puedan redactar sus informaciones y tener permanente y libre acceso a internet para cumplir con la tarea de informar lo que en la ciudad suceda durante la pre-cumbre y la cumbre. Los vecinos del barrio se han venido reuniendo bajo el lema «aquí vivimos y no queremos su presencia refiriéndose a los participantes de la Cumbre del G-20». Saben que esta es una democracia y que deben ejercer su derechos a la manifestación y movilización social y su solidaridad con los afectados y víctimas de las políticas de los representantes de estos diecinueve países y de la Unión Europea. Han asumido que su voz y su inconformismo deben ser activos y que es el momento de visibilizar el impacto global de la economía del libre mercado que provoca guerras, desplazados y explotación indiscriminada en múltiples regiones del mundo. Para ello han presentado un plan de movilización y de actividades previas y paralelas al G-20. El leitmotiv está claro: la ciudad se prepara para denunciar que no por imposición pueden vulnerarse los derechos colectivos conseguidos durante siglos.

Enmarcado en un discurso anticolonial, y reivindicando la migración como un derecho y no como un delito, los colectivos de migrantes también han dicho: «Estoy aquí para quedarme», exponiendo las heridas de la herencia colonial y reclamando a los gobernantes que se reúnen para hablar del fenómeno de los refugiados en y hacia Europa sin contar con ellos, sin tenerlos en cuenta y asumiendo posiciones que llevan a que las fronteras sean cerradas y que perezcan como han perecido más de 14 mil seres humanos intentando cruzar el mar mediterráneo.

La ciudad se calienta ante la prohibición de algunas de las manifestaciones anunciadas, en titulares de la prensa se dice que la democracia está en riesgo frente a las medidas adoptadas para la realización de la Cumbre. Hay 25 movilizaciones anunciadas que se disputan al zona afectada, por un radio de 38 kilómetros cuadrados, en donde está siendo prohibida toda manifestación y concentración.

Existe otra cumbre, la cumbre Alternativa de la Solidaridad se llevará a cabo el 5 y 6 de julio, están invitados delegados de 20 países y tendrá alrededor de 70 talleres y 12 paneles que expondrán argumentos críticos y posibles alternativas solidarias para enfrentar la política mundial de guerra, despojo e injusticia social. Así la Metrópoli se prepara para cumplir su rol en la globalización y Alemania a liderar el encuentro de los países industrializados y sus aliados. ¡La solidaridad también se globaliza!