«Es muy jodido enfrentarse al capitalismo armados sólo de voluntad»

La recóndita sede de la X Conferencia de las FARC es un remanso de… paz sólo alterada por los centenares de periodistas que caminan la sabana del Yarí. Para los guerrilleros lo que se juega acá no es poco.
Paco Gómez Nadal  | Llanos de Yarí

Es difícil imaginar cómo ha llegado esto acá. Tanto como imaginar cómo Colombia, enfrascada en seis décadas de sangre, está a punto de comenzar un complejo u esperanzador camino hacia la construcción de paz.

Acá es la sabana de Yarí (Meta), un lugar con más cielo que los lugares normales cuyo horizonte se abre tras abandonar las últimas lomas de la Cordillera Oriental; con un suelo reseco que esta tarde empezaba a humedecerse con las primeras lluvias en los últimos días; habitado por ganado y por ganaderos, y hoy con una extraña actividad. Es cierto que es un territorio simbólico para las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), pero nadie que haya visitado campamentos de esta guerrilla diría que este es uno de ellos.

Hay caletas, por supuesto. Ahí se alojan centenares de guerrilleros y algunos periodistas. Hay chontas, los retretes cavados a unos metros de los cambuches. Hay AK-47 (menos de los habituales) y hay guerrilleros pelando papas o colocando plásticos para pasar la noche. Pero nadie revisa a la entrada, no hay seguridad aparente (aunque exista, por supuesto), hay carpas donde se vende cerveza, papel higiénico o gaseosa. Y también hay escenario propio de conciertos de rock al parque; hay cientos de sillas plásticas apiladas en diversas zonas; hay pantallas gigantes; hay cabañas para la máxima dirigencia de las FARC e, imaginan los guerrilleros de a pie, para alguno de los invitados especiales; hay ventiladores y neveras en las zonas comunes; hay carpa gigante para la prensa con 340 puestos de trabajo; hay antenas inmensas de los medios inmensos, y un incesante trasegar de camiones, motos y transportes públicos colectivos que aprovechan el beneficio que siempre conlleva un megaevento.

Al comandante Rodrigo Hernández Cadete, comandante del Frente 27 de las FARC (que opera en el Meta), también le cuesta entender cómo hemos llegado acá, pero está convencido de que la apuesta pasa por las paz. “Yo he hecho preguntas y he hecho matizaciones… y eso algunos lo interpretan como disidencia, pero estoy convencido de que la paz es el camino. La guerra no se la deseo a nadie. La guerra sólo trae llantos, desplazamiento, muerte, contradicciones….”.

La guerra no se la deseo a nadie. La guerra sólo trae llantos, desplazamiento, muerte, contradicciones….

contradicciones….Rodrigo sabe de qué habla. Entró a las FARC con 13 años y ahora, 34 años después, dice estar listo para pasear por las calles de su pueblo sin arma, con familia. Este comandante se refresca unos minutos antes de seguir el trabajo. Decenas de guerrilleros y contratistas civiles ajustas los últimos detalles de la zona de “aulas” donde se reunirán poco más de 200 delegados de las FARC durante los próximos siete días.

Lo encontramos cuando no hay periodistas al acecho. No es fácil. Hay un enjambre de fotógrafos y camarógrafos que cada vez que ven a un guerrillero o a una guerrillera con un AK al hombro se lanzan a inmortalizar el instante. El comandante Rodrigo no viste ni se comporta de manera que delate su rango. Habla con sinceridad. “El 90% de nuestros delegados está por la salida política”.

-¿Y qué pasa con el otro 10%?

– Bueno, nada… nosotros tenemos estatutos que dicen que la minería acepta la decisión de la mayoría, pero si ellos quieren tomar otro camino, nosotros no podemos hacer nada.

Lo de dentro, lo de fuera

Llanos de Yarí es ahora un remanso de paz. No hay la tensión habitual de un campamento guerrillero, hay completa libertad de movimiento para los visitantes autorizados y la presencia militar se diluye a pocos kilómetros de San Vicente del Caguán, a unas cinco horas y media de este punto. Cada uno hace su puesta de escena. Las FARC, en esta sede de la X Conferencia Nacional de Guerrillera cuyo logo es la silueta de su líder histórico, el fallecido Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo.

El Ejército en la carretera que une Florencia (Caquetá) y San Vicente del Caguán. “Han desempolvado las tanquetas…”, comenta el conductor al cruzarnos con el último grupo de vehículos artillados (12 en total).

Pero en la periferia de lo visible Colombia sigue tratando de lidiar con sus conflictos. En Paujil (Caquetá) aún son visibles los restos del corte de carreteras que se mantuvo hasta la madrugada de este jueves. No hay mucha información, pero la refriega entre manifestantes contrarios a la entrada de las empresas petroleras y la policía terminó, al menos, con un agente herido. Una pinta recibe al visitante al entrar a Paujil –“No hay paz, no hay final. La protesta es infinita”-. Los restos de troncos y llantas quemadas lo despiden antes de llegar al vecino municipio de El Doncello, donde las pancartas advierten que el Caquetá está en resistencia contra la explotación petrolera.

En Paujil (Caquetá) aún son visibles los restos del corte de carreteras que se mantuvo hasta la madrugada de este jueves

Fuera siguen los conflictos. El comandante Rodrigo Hernández está preocupado porque en su municipio, al salir ellos para venir a la X Conferencia, se han vuelto a meter los paramilitares. Un habitante de San Vicente nos explica que él, como algunos otros, están esperando que acabe la puesta en escena para hablar con los responsables de las FARC para ver si recuperan unas tierras… La lista de pendientes de Colombia es inmensa y la paciencia necesaria para el proceso va a ser un bien tan escaso como la señal de internet en Llanos de Yarí.

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Pero ahora, acá, para Rodrigo las dudas tiene que ver con la reconversión de este movimiento armado donde ha hecho la vida a un movimiento político “con el que hay que enfrentarse a un enemigo que tiene una maquinaria poderosa, alimentada con mucho dinero”. El comandante guerrillero sigue teniendo claro el enemigo y cree que va a ser “dificilísimo” enfrentarse a él a partir de ahora. “Después de esto, nos vamos a enfrentar al enemigo armados sólo con la voluntad”.

El aire tranquilo que se respira en este recinto, que algunos guerrilleros imaginan en el futuro como un lugar de memoria, no puede ocultar que las FARC se juega mucho. No sólo desmovilizarse o entregar las armas, no sólo reintegrarse a la vida civil lega. “Si la paz va a ser eso se verá en el campo”, advierte un guerrillero de base. La aplicación real de los acuerdos y la seguridad de los desmovilizados aparecen en los primeros puestos de las preocupaciones de los todavía armados.