La economía… esa cosa de mujeres

El mito patriarcal es que la economía es cosa de hombres. La realidad es que en Colombia, las mujeres, además de su participación en inferioridad de condiciones en el mercado laboral, aportan de forma gratuita el 19.3% del PIB en la conocida como “economía del cuidado”.

Los datos que aporta el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) del propio Estado no deja dudas. Las mujeres reciben en Colombia salarios un 25% menores a los de los hombres y eso las pone en una situación especialmente precaria en una ya precaria América Latina, donde la brecha salarial, según la CEPAL, es del 16%. También sufren las mujeres con mayor intensidad el desempleo. Mientras, a diciembre de 2016, el desempleo femenino alcanzaba el 12%, los hombres desempleados suponían el 7,1%. Brechas y más brechas.

Merlín Patricia Grueso, especialista de la Universidad del Rosario, asegura que además de que “las estadísticas evidencian cómo en Colombia la mujer ocupa en mayor medida puestos inferiores en la estructura organizacional, dado que los de mayor nivel están a cargo de hombres (…), la mujer se encuentra más ampliamente representada en áreas funcionales poco competitivas y, en consecuencia, con remuneración inferior”.

No todo es estar sino dónde estar. El estudio global sobre La mujer en la gestión empresarial que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hizo público en 2015 señala que Colombia es el segundo país del mundo con más “directoras”, el 53,1% del total, pero el problema, como señala Grueso en su informe Discriminación Laboral y de Género, es que son directoras de las áreas menos centrales en la labor organizacional. Es lo que se denomina como discriminación vertical o segregación ocupacional; es decir, que “suelen ocupar con más frecuencia cargos en recursos humanos, relaciones públicas, comunicaciones y finanzas y administración. La participación de la mujer en áreas de investigación y desarrollo de productos, operaciones y ventas es marginal, en comparación con los hombres”.

En este país de más mujeres que hombres, según el Reporte Global Gender Gap del Foro Económico Mundial (2015) “la participación de la mujer en el Parlamento de Colombia era del 20% y en posiciones ministeriales del 29%. Un 12% de las empresas privadas contaban con participación de la mujer en la alta dirección. Al analizar las 100 mejores compañías de Colombia, solo el 4% de estas contaban con mujeres como CEO’s en la alta dirección”. La nada.

La otra economía (no pagada)

La economista de origen indio Jayati Ghosh estuvo en octubre pasado en Bogotá, invitada por la Universidad Nacional, y recordaba a quien la quiso escuchar que “la mayoría de las economías en los países en desarrollo es subsidiada por el trabajo no remunerado de la mujer en sus viviendas y comunidades”. Es lo que se denomina como “economía del cuidado” y Colombia no es diferente. Como en casi todos los aspectos de la vida, Colombia tiene una ley para este asunto. Concretamente, la 1413 de 2010, que, a modo “informativo”, incluye la economía del cuidado en el Sistema de Cuentas del Estado y eso obliga al Dane a cuantificar cuánto es ese aporte.

Aunque los datos están muy desactualizados -se refieren a 2012 y la nueva Encuesta Nacional del Uso del Tiempo 2016-2017 no está terminada-, el Dane estima que esa economía no remunerada económicamente equivale al 19,3% del Producto Interior Bruto, lo que convertiría al Trabajo Doméstico y de Cuidado No Remunerados (TDCNR) en el primer sector económico del país.

Ese TDCNR es ejercido, en el 80% de los casos, por mujeres lo que significa que subvencionan la economía nacional con, al menos, 232.467 miles de millones de pesos al año. Las estadísticas muestran como el tránsito de las mujeres del mundo laboral al del TDCNR es casi “natural”. De hecho, según el Dane, cuando una persona pierde su empleo sigue dos rutas muy diferentes dependiendo de si es hombre o mujer. La mayoría de los varones (el 58%) se dedica al estudio (frente al 28,06% de las mujeres). La mayoría de las mujeres (58,8%) ‘regresan’ a las tareas del hogar, frente al 8,7% de los hombres desempleados. Es decir, las mujeres no dejan de trabajar sino que vuelven al TDCNR. Trabajo no remunerado.

Dentro del TDCNR, el Estado contempla este buen puñado de labores fundamentales para el sostenimiento de la vida: organización, distribución y supervisión de tareas domésticas; preparación de alimentos; limpieza y mantenimiento de vivienda y enseres; limpieza y mantenimiento del vestido; cuidado, formación e instrucción de los niños (traslado al colegio y ayuda al desarrollo de tareas escolares); cuidado de ancianos y enfermos; realizar las compras, pagos o trámites relacionados con el hogar; reparaciones al interior del hogar, y servicios a la comunidad y ayudas no pagadas a otros hogares de parientes, amigos y vecinos.

El tránsito a la inversa, del trabajo no remunerado al remunerado, cada vez es más difícil. Cada medida de protección de los derechos de las mujeres se convierte, según los empresarios, en un problema para su inserción laboral. La última Ley María (la 1822 del 4 de enero de 2017) aprobada por el Gobierno es, según el presidente de la Federación Colombiana de Comerciantes (Fenalco), Guillermo Botero, un mal negocio para las mujeres. “Va a existir una marcada preferencia de contratar hombres y no mujeres, por las consecuencias que trae el incremento de la licencia de maternidad, también puede ser posible que cuando la persona quiera volver ya no tenga las protecciones del Código Laboral y sea despedida”. La ley ‘osa’ a mejorar la licencia maternal de 14 a 18 semanas y obliga a las empresas privadas con capitales iguales o superiores a 1.500 salarios mínimos o las que tengan capitales inferiores a ese monto pero dispongan de más de 50 empleadas a disponer de salas dignas para la extracción de la leche materna.

Lo más interesante es que según un estudio elaborado por Alma Espino y Soledad Salvador para el Ministerio del Trabajo en 2014, “la proporción de mujeres que habrían hecho uso de la licencia por maternidad en 2012 en el total de las asalariadas privadas afiliadas al sistema de pensiones y de salud con aporte del empleador y el empleado, o solamente con el aporte del empleador fue de 4.94%, lo cual representa un 1.33% de la masa salarial correspondiente”. Es decir, que el coste laboral de las medidas de protección a la maternidad para las empresas colombianas en la realidad es mínimo.

La equidad de género en la economía parece aún una quimera en el país y quizá una de las razones para este estancamiento tenga que ver con lo que planteaba el pasado año la ministra que luchó por la ley de la economía del cuidado. Cecilia López planteaba en un foro que “si las mujeres tienen autonomía económica pueden tener poder político”. Ergo: sin la autonomía económica de las mujeres el poder político seguirá en manos de los hombres.