El Ensamble Feminismo. Racismo, otro debate pendiente

El debate que desde hace bastante tiempo han puesto mujeres negras, afrodescendientes e indígenas en torno al racismo presente en las luchas feministas sigue tan vigente como décadas atrás. Más aún en un país como Colombia en donde ésta ha sido una discusión solapada e incluso silenciada en varios espacios políticos en donde la tensión se resuelve señalando “la violencia”, “la rabia” y “las formas agresivas” de las mujeres negras o indígenas que deciden denunciar el racismo ejercido por sus propias compañeras de lucha feminista. Es así como hasta el discurso de la digna rabia se les olvida a nombre de la armonía sorora y colectiva.

Esta discusión, evadida o silenciada en la comodidad de un número significativo de procesos feministas, produce resultados nefastos en donde el racismo se naturaliza convirtiéndose incluso en parte de la acción política que es colectiva y pública. Es así como en el mes de noviembre del 2016, en el marco del Día Internacional contra las violencias hacia las mujeres y contando con recursos públicos de entidades como la Secretaría de la Mujer de Bogotá, entre otros, Casa Ensamble un Mutiplex de teatro, a través del festival Ni Con el Pétalo de una Rosa, realizó una serie de acciones en las que se denunciaban las violencias hacia las mujeres, sin embargo, uno de los vídeos promocionales de una de las obras cortas que se presentaban en el marco de la campaña generó profundas molestias e indignación.

En el video se veía un pequeño “diálogo” entre una mujer blanca y una mujer negra del caribe colombiano que suscitó una discusión virtual en la que se denunciaban sus contenidos racistas. Debido a la cantidad de personas que empezaron a denunciar el racismo presente en el video y a un plantón realizado frente a las instalaciones de Casa Ensamble, el Multiplex descolgó de sus redes el video y emitió un comunicado en el que convocaba a un diálogo y además aclaraba que el video no reforzaba la violencia de género -como si fuera eso lo que se estuviera denunciando-.

Durante el plantón, las personas de Casa E invitaron a ver la obra al siguiente día y a tener un diálogo, lo cual se consideró importante sobre todo por la posibilidad de contar con un espacio de debate. Al día siguiente entramos a la sala y, para nuestra sorpresa, la guionista de la obra nos recibió con la lectura de una carta que, según ella desde su dolor, había escrito para sus amigos, no para nosotras. Con la voz entrecortada, nos compartió lo molesta que estaba porque ella no es una racista y porque de ninguna manera aceptaría jamás que en su obra hay racismo. Terminó de leer su arrasadora carta sin lugar a la discusión -porque ya tendríamos espacio para el debate- empezó la obra.

La obra era más racista que lo que se lograba ver en el video. Una obra en la que la blanca europea ilustrada le enseñaba a una mujer negra partera como era la “manera correcta” de recibir un parto. Es decir, una blanca que fue a la academia occidental de medicina le enseñaba a una mujer negra (que se supone desprovista de conocimientos) cómo hacerse partera, cómo lavarse las manos, cómo acomodar el cuerpo de la parturienta, cómo poner las manos para recibir el bebé. La mujer negra del caribe fue representada en la obra de manera supuestamente jocosa: como una persona torpe, sucia, extravagante, temerosa y sin conocimientos sobre la partería, para lo cual la blanca que si tenía el poder del conocimiento, le transmitía de manera “muy amorosa” sus saberes occidentales.

La obra teatral es la representación clara de las jerarquías raciales y violentas que existe entre las mujeres e incluso entre mujeres blancas o mestizas y hombres negros o indígenas. Una jerarquía que aparece en telenovelas, obras literarias y desafortunadamente también en espacios políticos en los que éstas se reproducen incluso cuando se afirma que todas las mujeres son iguales o cuando se habla de “la mujer” como un universo homogéneo desprovisto de violencias, ya no solo por el hecho de ser mujeres, sino además por el hecho de ser negras o indígenas. No es en vano que la reconocida y muy leída feminista Marcela Lagarde en las memorias del Primer Encuentro Mesoamericano de Estudios de Género realizado en el 2001 señaló a las mujeres indígenas como “fósiles vivientes” cuidadoras de la cultura patriarcal indígena. En el mundo feminista hegemónico el patriarcado y, por tanto el género y el sexo, son la columna vertebral de toda interpretación y acción política, y desde ahí también se justifican análisis y prácticas racistas que se encubren, a través de inventos como la sororidad o como la idea de que todas somos iguales.

Una vez terminó la obra y comenzó la discusión fue evidente que el racismo estaba presente no solo en el video y en la obra, sino además en el escenario de discusión, en donde fuimos señaladas de violentas (una vez más por las formas de la denuncia), incluso al final se nos pidió hacer una comunicación pública en la que nos disculpáramos y reconociéramos que Casa Ensamble no ensambló feminismo y racismo en el marco de su campaña: Ni con el pétalo de una rosa.

En este caso es un festival que denuncia las violencias hacia las mujeres, un festival que cuenta con recursos públicos y con el aval de muchos sectores feministas a nivel nacional, un festival que denuncia el patriarcado y el sexismo, pero que con toda tranquilidad reproduce el racismo y de hecho lo justifica después de escuchar los argumentos en los que un grupo de mujeres, una parte de estas negras y afrodescendientes, expusieron el riesgo de que los feminismos sigan reproduciendo el racismo, que sigan avalando una historia construida desde el mundo blanco occidental para borrar los infinitos aportes de las mujeres y de los hombres negros e indígenas.

El debate sigue abierto, aún está pendiente, además ni se abrió ni se cerró con el racismo de Casa Ensamble, es una discusión política tan histórica como las luchas ancestrales de los pueblos afrodescendientes negros e indígenas y al igual que décadas atrás sigue siendo silenciada en espacios de la hegemonía política feminista –para este caso-.

Hace 6 meses Casa E hizo público una vez más el racismo y de hecho el clasismo encubierto en un feminismo que sigue viviendo de la división racial de la vida y la política y aplastado en sus privilegios mientras el racismo sigue cobrando vidas día a día, esas vidas que poco importan, que no se denuncian. Los feminismos no podrán seguir recitando que son antirracistas, anticapitalistas y antipatriarcales si no se mueven de sus privilegios, si no escuchan y si no convierten las consignas en acciones reales.

Queda abierto el debate con el feminismo, un debate que esperamos se dé con fuerza en escenarios públicos en el que lo que medie no sea el miedo a moverse de los privilegios propios; y por supuesto queda pendiente el debate con el mundo de las artes, en donde el teatro es un claro medio de socialización de mensajes que son capturados por quienes los ven, el teatro, así como otras manifestaciones artísticas puede aportar a la transformación de una sociedad capitalista, patriarcal y racista o por el contrario ser un medio para canalizar los mensajes de la dominación y por tanto, responsable de su existencia y de su reproducción cotidiana.

*Historiadora, Feminista, Magister en Estudios de Género. Miembro del Grupo Latinoamericano de Estudio, Formación y Acción Feminista – GLEFAS