¿Quién define qué es seguridad para las mujeres del Pacífico?
María Janeth Áchiro está inmersa en un proceso de formación como lideresa y portavoz de las mujeres Embera Dóbida de su comunidad, en el municipio del Alto Baudó, Chocó. Tiene una respuesta directa a la pregunta ¿Qué es seguridad para las mujeres?
– Seguridad alimentaria, salud y educación. No da la tierra desde que fumigaron… Mucho sufrimos las mujeres y los niños. No llegó asistencia técnica para ayudar a mejorar la tierra. Todo [está] muy lejano para comprar y para vender. La cachama y el pollo, pasan vendedores y cambiamos por plátano porque dinero no hay; luego ellos revenden…
– ¿Y qué necesitan las mujeres de su comunidad para vivir tranquilamente y en paz?
– Seguridad alimentaria, no más reclutamiento [de menores] y no más violaciones.
§§
Leyda María Moreno de la Red Mariposas de alas nuevas construyendo futuro de Buenaventura, Valle del Cauca, dice para responder a la misma pregunta: “Seguridad para las mujeres del Pacífico colombiano es seguridad en las calles y seguridad vecinal; no a los piropos; sí a la consulta previa en nuestros territorios; tener huertas y poder pianguar; y dignidad para las mujeres negras”.
Leyda María Moreno participó como ponente en el foro “Seguridad y participación de las mujeres en el contexto actual del pacífico colombiano”, una iniciativa de la Escuela de Comunicación Alternativa de la Universidad Claretiana, organizada en Quibdó (Chocó) en el marco de las cátedras Miradas Pazíficas, que comenzaron hace un año.
Las amenazas a la seguridad física de niñas, adolescentes y lideresas sociales se han agravado a medida que la ciudad de Buenaventura amplía su capacidad, entre otras razones, porque entran más hombres a la ciudad en calidad de trabajadores para las obras de ampliación y en buques y cargueros del puerto, y por la violencia por el control del territorio y las mercancías.
Además, la ciudad y sus playas espectaculares suben puestos en la lista de destinos turísticos para colombianos y extranjeros. El turismo sexual también aumenta al ritmo del puerto.
En medio de este panorama, y como parte de las estrategias de autoprotección, la Red Mariposas inició hace unos años dos prácticas, el comadreo y la lunada. El comadreo es una forma de resolución dialogada a los conflictos y las lunadas son espacios de recuperación de lo ancestral, de sanación a través del reencuentro con las raíces, “porque seguridad para nosotras es también reconocer la sabiduría de mayores y mayoras”, explicó en su exposición Leyda Moreno.
Diálogo, denuncia y cuidado de la mente y del cuerpo como formas combinadas de acción frente a los abusos que padecen las mujeres en Buenaventura y otras partes del departamento del Valle del Cauca, y ante la impunidad general que hay en los casos de violencia de género contra las mujeres.
Con violencia no hay participación
En cualquier sociedad, las armas de fuego son un peligro para la población. No depende de quien las porte: siempre hay que asociarlas a la violencia. Pero además recrudecen la violencia de género contra las mujeres, si bien, gran parte de los delitos son cometidos en los hogares, un alto porcentaje ocurre en espacios públicos.
En Colombia, las cifras las aterriza Medicina Legal. Según su reporte anual, una mujer es asesinada cada tres días en el país. Otra conclusión muestra que va en aumento el uso de armas de fuego para matarlas, seguido de armas punzantes (cuchillos, machetes…) y, por último, de golpes contundentes. Los homicidios se perpetran en vías públicas y carreteras o en sus propias viviendas.
En este sentido, y teniendo en cuenta el contexto de un proceso de paz en marcha, las recomendaciones de organismos expertos coinciden en que Colombia debe, de manera urgente, desarrollar estrategias de protección y prevención de la comercialización indiscriminada de armas.
En el foro “Seguridad y participación de las mujeres en el contexto actual del pacífico colombiano” participó también el Movimiento Ruta Pacífica de las Mujeres. En su representación, Teresa Casas Robledo, teóloga, dijo que la violencia es un obstáculo para la participación de las mujeres en política, en la sociedad y en todos los aspectos de la vida en general, máxime en un proceso de transición hacia el final de un conflicto armado. “Las mujeres siempre han buscado en este país una salida negociada al conflicto armado, acabar con la violencia, y ahora buscamos participación en el proceso de paz”.
Para La Ruta es importante que las instituciones trabajen de forma coordinada con el fin de garantizar un enfoque de género en la implementación de los Acuerdos de Paz. “Hay que acabar con la violencia – dijo Teresa Robledo – que impide a las mujeres participar. La sociedad debe dejar de ver a las mujeres como objetos; nosotras debemos decidir por nosotras mismas, lo que queremos hacer y cuántos hijos queremos tener… Si los queremos tener”.
Las 3 P: participación, prevención y protección
Ningún proceso de postconflicto o acuerdo de paz; ningún esfuerzo por rebajar los niveles de violencia y conflictividad de una sociedad… o de una comunidad, ninguno en el mundo ha dado buenos resultados cuando las mujeres no han sido incluidas debidamente.
En este sentido va la Resolución 1325 de Naciones Unidas (Descargar la resolución), aprobada en 2000 por el Consejo de Seguridad y, hasta ahora, la norma internacional sobre seguridad, mujer y construcción de paz más utilizada por las organizaciones de mujeres en todo el mundo.
La Resolución es un logro de las mujeres, no de Naciones Unidas, y pide a los Estados aumentar los esfuerzos para garantizar la participación paritaria en las negociaciones para la terminación de una guerra y para el proceso posterior de transición y construcción de paz. Pide también que se pongan en marcha mecanismos para prevenir y proteger a las niñas y a las mujeres de todo tipo de violencia.
Las mujeres buscan alcanzar la paz porque pagan un precio muy alto durante la guerra, se movilizan y toman la iniciativa en periodos de conflicto armado a fin de sobrevivir y luchar por sus derechos.
En este sentido, Melissa Jaimes Ochoa, periodista de la Red Departamental de Mujeres Chocoanas, recordó en el foro de Uniclaretiana que la primera composición de la mesa de negociación entre gobierno y FARC-EP no tenía mujeres. “Las mujeres pelearon ese espacio”. Junto a este hecho, planteó otro a los medios de comunicación del Chocó: sin la voz de las mujeres en los medios no hay manera de que aumente su participación en la sociedad, “porque si no nos escuchan no saben lo que pensamos”. Melissa Jaimes se dirigió a la audiencia joven de la cátedra Miradas Pazíficas para recordarles que las redes sociales que tanto usan, “amplificadas por los medios de comunicación, están haciendo una labor en la denuncia, por ejemplo, del asesinato de lideresas y defensoras de derechos humanos y de la violencia sexual. Las redes son una herramienta importante para que denunciemos y no callemos”.