El Pacífico sólo existe en temporada electoral
La publicidad política tiene atiborradas las calles de los municipios de la costa pacífica, como los del Cauca: López de Micay, Timbiquí y Guapi. Los afiches, las vallas y los pendones acaparan las miradas al paso de la gente por los barrios, parques y lugares de mayor flujo de personas.
Las paredes de las viviendas y los muelles lucen el colorido de los contaminantes anuncios, mientras el color de la alimentación, del empleo, de la educación superior, de la salud, de las oportunidades… sigue siendo opaco para la mayoría de los habitantes de este territorio que solo es tenido en cuenta en temporada electoral.
Los anuncios publicitarios están avasallando las comunidades con las tormentosas campañas de candidatos que aspiran ocupar una curul en el congreso este 11 de marzo, entre las 268 que lo componen: 102 para senado y 166 representantes a la cámara.
Que los candidatos hagan visible su aspiración a los escaños no es que sea malo, a pesar de las consecuencias nefastas que conlleva el indiscriminado uso del papel. Lo malo está en que siempre es lo mismo. En que todo quede en una actividad proselitista, en la que intentan seducir a la gente con deslumbrantes propuestas para obtener los votos, pero que en el ejercicio de su tarea no retribuyan con obras que beneficien a estos pueblos marginados y olvidados por todos los poderes públicos. Mal en cuanto que después de ser elegidos su actividad política no incida en la transformación de la realidad paupérrima en la que históricamente ha vivido esta región, donde no hay carreteras, se carece de agua potable, la comunicación es limitada y las condiciones de vida contrastan con sus derechos.
Los candidatos, para ser elegidos, llegan hasta los lugares más recónditos de la geografía del Pacífico. Su publicidad traspasa los ríos y montañas, pero en las comunidades no se refleja el tan abnegado esmero con el que buscan conquistar a los electores.
Para la época electoral son ávidos contemplando el Pacífico, visitando los municipios o simplemente de manera ilusa le dan la cara a la comunidad con un afiche. La gran mayoría son desconocidos, pero ahora sí quieren ser amigos de todos. Para que les voten manifiestan sentir el dolor de la gente, pero después del 20 de julio todo queda en el olvido. Por eso, ahora más que nunca, es menester que la ciudadanía de la costa no se deje engañar y tenga una conciencia política que redunde en buenas decisiones.
Ya es hora de que el Estado y los legisladores miren la realidad del Pacífico y se apropien de ella con soluciones e iniciativas concretas. Ya es hora de que las comunidades despierten y se revelen en contra de esta forma de hacer política, que cada vez empobrece y margina más. Ya no es tiempo de alimentar a tantos políticos que viven de las necesidades de los pueblos como parásitos, desangrando la conciencia de esta zona desamparada. Se nutren de los votos, pero no cooperan con el desarrollo integral de la población.
El sistema político nacional no está contribuyendo con los objetivos que lo constituyen. Está más bien permeado por la deprimente corrupción que prioriza el lucro individual sobre el bien común.
Se espera que el nuevo congreso y el nuevo presidente miren al Pacífico colombiano e intervenga de manera oportuna con empleo, con inversión en educación, fortalecimiento de la cultura, creación de empresa, satisfacción de todas las necesidades prioritarias y generación de oportunidades que favorezcan la calidad de vida.
Que la costa pacífica no sea un foco transitorio donde solo sea visto en temporada electoral, sino que permanentemente se le valore y se le invierta socialmente.