¿Regresa la amapola?
El 19 de noviembre de 2006 Juan Manuel Santos llegó hasta una loma remota de las montañas de Túquerres, en el departamento de Nariño. Santos, quien entonces ejercía como ministro de Defensa del gobierno de Álvaro Uribe durante la apoteosis del Plan Colombia, aterrizó con un cortejo de periodistas para anunciar desde allí la erradicación de “las últimas” matas de amapola que, según él, quedaban en el país.
Santos no desperdició la sesión fotográfica y posó macheteando unas hermosas plantas florecidas en un cultivo de 23 hectáreas del que no quedaba nada más que despojos al final de la jornada. Oficialmente, Colombia era un país “libre de amapola” y estaba cumpliendo su obligación de erradicar los cultivos ilícitos, una imposición del gobierno norteamericano condicionada por los más de 3.000 millones de dólares de “ayuda” previstos en los planes contrainsurgentes. No obstante, una semana después, el entonces gobernador de Nariño, Eduardo Zúñiga, insinuó a la prensa que Santos mentía: aun quedaban más de mil hectáreas de amapola sembradas en todo el departamento, en parcelas pequeñas camufladas con cultivos de papa y maíz, algo que confirmaron los reporteros independientes que recorrieron las montañas de la región.
Sólo entre 1995 y 1996 se fumigaron con glifosato 9.760 hectáreas de amapola, una política agresiva y devastadora que comenzó durante el gobierno de Ernesto Samper y que consiguió frenar la bonanza amapolera, la última de todas las bonanzas de las drogas ilícitas. A mediados de los años noventa estos cultivos permitían que Colombia fuera el principal proveedor de heroína para el mercado norteamericano, además de aportar un 8% de la producción mundial. Sin embargo, los cultivos disminuyeron abruptamente después del año 2000, cayendo a un mínimo histórico de 298 hectáreas reportadas en el año 2013. Colombia ya no exportaba heroína a los Estados Unidos, pues las mafias mexicanas se habían apoderado del negocio y se autoabastecían de sus propios cultivos. Una de las consecuencias fue que las mafias locales inundaron las calles del país con heroína a precios irrisorios cuando no pudieron exportarla.
Eran alrededor de 5.000 consumidores de heroína en 1992 y, 16 años, después ya eran casi 38.000, eso revela la explosión del mercado interno de la droga, algo que comenzó en 2004. El consumo generalizado de heroína es relativamente tardío en el país, y de hecho, se limita a unas cuantas ciudades: el eje cafetero, Santander de Quilichao, Cúcuta, Cali… Curiosamente Medellín y Bogotá, aunque tienen adictos, no alcanzan los porcentajes de ciudades más pequeñas. Por ejemplo, hay más consumidores de heroína en Pereira (2.500 apróx) que en Bogotá (1.500 apróx). Cali, siendo una ciudad menos poblada, supera a Medellín.
Colombia Plural entrevistó al antropólogo e investigador Guillermo Ospina, quién es profesor de la Universidad del Cauca y autor del informe “Amapola, opio y heroína: la producción de Colombia y México”. Con él conversamos sobre lo que parece una nueva bonanza estimulada por las mafias transnacionales y la demanda interior de heroína, una droga cuyo consumo crece sin parar en ciudades como Cali, Pereira, Armenia, Cúcuta y Santander de Quilichao.
—En términos generales ¿cómo está el cultivo de amapola hoy en Colombia?
El cultivo de la amapola se ha establecido en algunas regiones del país, especialmente en el Macizo Colombiano. Eso significa que la amapola ha sido integrada y adoptada como parte de la economía campesina. Hubo un momento en que la amapola llegó, se disparó el cultivo y hubo un boom, luego casi desapareció, pero nunca desapareció por completo sino que se estableció como parte de las plantas cultivadas dentro de las economías campesinas, y aporta unos ingresos que son muy importantes para el desarrollo de los cultivadores.
—Se ha especulado mucho sobre la disminución de los cultivos. Juan Manuel Santos arrancó “la última mata” cuando era ministro de Defensa, lo quisieron vender como el éxito de la política represiva antidrogas, pero otras fuentes indicarían que la caída de los cultivos obedeció a dinámicas del mercado mundial de la heroína. ¿Cuál cree que fue la causa?
Las cifras oficiales llegaron a hablar de 20.000 hectáreas, la cosa subió algo así como de 2.000 a 20.000 en seis meses, una cifra espectacular que dio la Policía Antinarcóticos de la época. Puede ser que hubiera esa cantidad de amapola en el país, fue una bonanza, luego empezó a decaer por varios factores. Primero, la erradicación, y específicamente la fumigación, que fue fuertísima contra la amapola, como se trataba de áreas pequeñas inferiores a una o dos hectáreas era muy fácil de acabar. Eso quebró a muchos cultivadores porque una buena parte de los que sembraron durante la bonanza hacían un préstamo, sembraban la amapola y pagaban ese crédito y les quedaba un rendimiento altísimo, en cuestión de uno o dos años estaban bien económicamente, pero la fumigación quebró a muchos de ellos. El precio del opio crudo o de la “mancha” bajó, ya no era rentable sembrar. Esa baja es muy interesante, algunos dicen que eso tiene que ver con la sobreoferta de opio que se produjo en Afganistán, es decir, la bonanza en Colombia la asocian a una crisis de la producción en Afganistán que inicialmente relacionaban con la guerra de los Bush, pero luego se habló de una sequía tremenda que acabó con la amapola afgana.
—¿Y Birmania?
En Birmania tiene que ver más con el régimen político, allí lo que hubo fue una decisión política de Estado de acabar con la amapola y la acabaron. Sigue existiendo una producción birmana en la frontera con Laos y Camboya, el “triángulo de oro”, en las zonas más remotas del país, pero la dictadura logró acabar el cultivo. Entonces en Colombia todo esto tuvo que ver con la caída de los cultivos: se recuperó la producción afgana, bajó el precio en Colombia, la fumigación le dio durísimo a los cultivadores y llegó al nivel mínimo reportado por las autoridades. Pero ese nivel mínimo se conserva, hay comunidades campesinas y agricultoras que adoptaron la amapola como parte de su economía familiar.
—¿Qué hay de cierto que la producción de Nariño se está exportando y la del Cauca se queda en Colombia? ¿Es verdad que el Cartel de Sinaloa puede andar detrás del negocio?
Hay algo allí que no está muy claro porque no tenemos la trazabilidad del producto final. ¿De dónde viene la heroína que se comercializa en Pereira? ¿De dónde viene la heroína que se comercializa en Cali? Si tuviéramos esa trazabilidad sabríamos la procedencia. Hay información de inteligencia y lo que reportan las autoridades de la influencia que tiene el Cartel de Sinaloa y los carteles mexicanos en la comercialización de drogas producidas en Colombia. Lo que puede estar pasando, según lo que analizamos en México, es que ese país proporcionando buena parte de la heroína que se consume en la Costa Oeste de los Estados Unidos. Muy probablemente una parte de la heroína colombiana sale como un bien de lujo para los Estados Unidos a través de la ruta mexicana, porque la calidad es muy diferente a la heroína que se produce en México. Los mexicanos producen algo que se llama black tar y la heroína colombiana es la china white, o china blanca, entonces son dos productos para dos sectores de consumidores muy diferenciados, obviamente la heroína colombiana sigue siendo muy apreciada en los mercados establecidos. No obstante, hay que destacar que parte de esa heroína colombiana ya se está consumiendo internamente y es muy posible que el mercado se está disparando, por los indicadores que tenemos de Pereira, el eje cafetero y otras zonas. Entonces lo que puede pasar con un mercado local es que se van a disparar las áreas de cultivo.
—¿Pero se ha visto un incremento de los cultivos en los últimos meses?
Sí, se ha visto y confirmado. Los cultivos están disparados especialmente desde que se anunció el PENIS, Programa Nacional de Sustitución de cultivos de uso ilícito. Lo que pasa es que el PENIS no está enfocado a la amapola, está enfocado a la coca, pero como los gobiernos departamentales y el gobierno nacional lo socializaron también entre las comunidades cultivadoras de amapola, pues ellos vieron una oportunidad allí y dispararon las zonas de cultivo para lograr los beneficios del programa. ¿Ahora qué va a pasar? Como el programa no les va a llegar porque está enfocado a la coca, va a haber una sobreoferta de materia prima que no se va a perder pues ya tienen una producción establecida, en algún momento va a salir al mercado local.
—¿Colombia podría tener una “epidemia” de consumo de opioides como la que se vive hoy en Canadá y Estados Unidos?
La tendencia ya está trazada. Si el mercado se inunda de este tipo de medicamentos y drogas que tienen características de opioides, con ese potencial adictivo, pues obviamente lo que se ha visto en Estados Unidos y Canadá se podría replicar acá también.