Guapi a oscuras: ¿Quién responde?
El miércoles 17 de octubre a las cinco de la tarde se fue la luz en Guapi. Los guapireños, acostumbrados a los cortes imprevistos y a las fallas continuas en el servicio, sabían que la cosa iba para largo. Desde que se concretó el proyecto de interconexión eléctrica del municipio con las redes que llegan de la costa pacífica nariñense las fallas han sido permanentes: cada dos o tres semanas ocurre algún apagón que suele durar, como mínimo, dos días. Cuando el servicio es “normal” hay cortes imprevistos de varias horas.
Exactamente una día más tarde, el jueves, regresó la electricidad en algunos sectores del municipio, pero con intermitencias y fallas imprevistas y permanentes, el fluido no era constante. Al momento de escribir esta nota, desde Guapi nos informaban que ya completaban cinco noches a oscuras.
Guapi es el municipio más importante de la costa pacífica caucana, a medio camino entre Buenaventura y Tumaco, pero el aislamiento y el desprecio oficial lo han convertido en otro de esos pueblos parias del Pacífico: la comunicación es costosa y sólo es posible por agua desde Buenaventura (una jornada navegando en barco, media si se va en lancha rápida) o por avioneta. Según el Departamento Nacional de Estadística, el 82% de la población vive con las necesidades básicas insatisfechas, una cifra escandalosa, apenas superada ligeramente en el Cauca por otro municipio: Almaguer.
“Traigo carnes frías desde Buenaventura y tengo problemas con eso”, explicó un comerciante del pueblo que asegura haber perdido más de dos millones de pesos al día con el apagón, puesto que sus refrigeradores ajustan cinco días apagados. “A un principio se veía mucho futuro (con la interconexión) pero estamos peor, totalmente peor en este momento”.
Cortes como este provocan un parón absoluto del comercio en el municipio: la gente sabe que la nevera no va a funcionar durante tres o cuatro días y se abstiene de comprar todo. Arrumes de carne y verdura y frutas se pudren en los escaparates de las tiendas y negocios, que se ven obligados a cerrar sus puertas. Los pescadores no tienen cómo dar salida su producto, los tenderos pierden la inversión de una o dos semanas, los restaurantes cierran. La lógica de cualquier comerciante es apabullante: a los empleados hay que pagarles salario y como de todas maneras no van a vender nada mejor enviarlos para la casa.
“Llega un momento en que todo comienza a dañarse”, explica otro comerciante del pueblo. “Nunca dicen nada, cuánto tiempo va a durar el corte, no están dando la información adecuada. Al no haber energía hay muchas cosas que comienzan a bajar, todo el comercio depende de la energía: si se para una cosa se va parando todo. Cada ocho, cada quince días hay cortes y duramos hasta tres días sin energía. Si tienen las plantas disponibles, ¿por qué no prenden las plantas?”.
Esa misma pregunta está en la boca de muchos guapireños. GENSA, una compañía mixta que comercializa energía en el Pacífico adquirió el control del suministro en Guapi y ocho municipios más de la costa caucana y nariñense. GENSA operaba las tres plantas de ACPM que una empresa local había montado, pero desde junio de este año se concretó el proyecto de interconexión eléctrica que -en teoría- iba a posibilitar un fluido continuo y más eficiente en costos. Las plantas se volvieron prescindibles y una de ellas fue trasladada hacia Tumaco. Pero cuando ocurren los cortes viene el problema: GENSA ya no tiene operarios en el municipio ni combustible a disposición y tampoco autoriza que las plantas sean encendidas para suplir la demanda. A nadie le importa un pueblo de negros perdido en la mitad de la nada y así pasan dos, tres, cuatro días sin que el problema se arregle, en una mezcla perfecta de trabas burocráticas y abandono estructural.
Como tampoco existe un plan de contingencia, los guapireños no tienen otra opción que prender las velas y sentarse a oler cómo se pudre el pescado en la nevera, pero esta podría ser la misma escena de Bahía Solano, de Medio Baudó o de Sipí, en el Chocó, la misma escena de Satinga en Nariño o de Vigía del Fuerte en Antioquia, donde en julio hubo un paro cívico de tres semanas por las fallas constantes en el servicio eléctrico.
Energuapi y su vínculo con la corrupción local
En 1995 varios políticos y notables del municipio crearon a Energuapi, una empresa de capital privado con algunos aportes del Estado cuyo propósito era llevar la electricidad a Guapi. En 1998 Energuapi prestaba el servicio con intermitencias diarias en el horario y su gerente era Florentino Obregón Cuero, quien luego sería alcalde. No obstante, detrás del supuesto espíritu cívico que pretendía llevar la luz a un pueblo remoto del Pacífico se ocultaba también un apetecible negocio: apoderarse de los jugosos subsidios que el Estado central otorga a las zonas donde no hay interconexión eléctrica. Por citar un ejemplo, Energuapi recibió más 2.834 millones de pesos este año del gobierno central para compensar subsidios atrasados del 2016 y 2017.
Pero los subsidios no suponen ni un mejor servicio a las comunidades ni el progreso de la población. Álvaro Uribe, durante uno de sus célebres consejos comunitarios en los que acostumbraba a derrocar funcionarios en vivo y en directo, ordenó en 2005 que el manejo de las plantas de energía de Energuapi pasara a manos de GENSA debido a las múltiples denuncias de corrupción y malos manejos. El desvío comprobado de dineros públicos a través de Energuapi terminó en la captura de Florentino Obregón en 2007, acusado por la Fiscalía de haberse apropiado de fondos públicos.
Los nombres en las juntas directivas de Energuapi coinciden con exactitud con los de los hilos del poder en el municipio: Eudoxio César Prado, Florentino Obregón, Brasilia Romero Sinisterra, Hernán Camilo Riascos. Es normal que desde algún cargo directivo en Energuapi se dé el salto al Concejo Municipal y la alcaldía, o viceversa, y también es normal que esos nombres aparezcan en oficios y citaciones de la Procuraduría y la Fiscalía. Dany Eudoxio Prado, el actual alcalde de Guapi que además está envuelto en líos judiciales por participar de un cartel de tutelas, es hijo de Eudoxio Prado Paredes, representante legal de Energuapi y ex concejal del municipio.
El poder de Energuapi es tal que, a pesar de la interconexión eléctrica, ha conseguido gracias a una negociación que durante tres años más será la encargada de cobrar la factura a los guapireños por una electricidad que ya no provee ni genera con el argumento que la red local es de su propiedad. Además, Energuapi sigue operando plantas pequeñas de ACPM en unas cincuenta comunidades de la zona rural, por eso aún reciben subsidios del gobierno central.