El día en que el general tuvo que pedir perdón a la nación Embera del Chocó
A las nueve de la mañana del 31 enero 2018 se programó el encuentro entre el brigadier general Mauricio Moreno Rodríguez, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, y la Guardia Indígena de la nación Emberá del Chocó, zona carretera, para el gesto de perdón por el asesinato del jefe de Guardia, Eleazar Tequia, por parte de una patrulla del batallón Manosalva Flórez. Había testigos, muchos bastones y cero armas, como parte del acuerdo logrado el día anterior en Quibdó con mediación de la Diócesis de Quibdó y de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.
Los vehículos llegaron hasta el puente sobre el río Playa, precisamente donde fue asesinado el 26 de enero Eleazar Tequia Vitucay, mayor de la Guardia Indígena del resguardo El 18, ubicado sobre la vía Quibdó-Medellín, a un kilómetro del caserío. La comisión estaba bien representada: el general, el coronel de la Policía, el gobernador del Chocó, el alcalde de El Carmen de Atrato, delegados de la Fiscalía, la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo, y los mediadores, acompañados también por la Cruz Roja Internacional y la Comisión Vida, Justicia y Paz de la Diócesis de Quibdó; por parte de las organizaciones, acompañó el Foro Interétnico Solidaridad Chocó, la Mesa Indígena del Chocó, y las organizaciones departamentales ASOREWA, FEDEOREWA Y WUONDEKO.
“Aquí estamos seguros todos -dijo uno de los dirigentes indígenas frente a la comisión- y no necesitamos armas, solamente el bastón”. Y bastones había por doquier, en manos de mujeres, hombres y niños. Era “de no creer” que las dos máximas autoridades militares estatales del Chocó caminaran con confianza en una zona que ellos mismos han calificado como “dominada por la guerrilla”, escoltados por la Guardia Indígena.
En la tumba de Eleazar, donde nos reunimos para el acto de perdón por parte del general, se escuchó el recuento de los hechos dolorosos por parte de los dirigentes indígenas mientras de fondo varias mujeres lloraban desconsoladas. Las intervenciones de los embera katío fueron desnudas y directas, donde se señalaba que la muerte del Guardia fue un hecho planeado, pues ya se había llegado a un acuerdo con la Gobernación del Chocó sobre la firma de los contratos para el inicio inmediato del año lectivo 2018. Los dirigentes pedían explicación sobre por qué las clases ya habían iniciado en el resto del Chocó, pero 21 mil niños indígenas no gozaban de este derecho; en años anteriores el año lectivo comenzaba en marzo, abril o hasta mayo, por eso el pueblo indígena del Chocó sigue indignado.
El único repertorio de acción colectiva recurrente de los pueblos indígenas del Chocó para reclamar sus derechos es el cierre de la carretera, situación que molesta a los comerciantes, camioneros, a los quibdoseños y carmeleños, principalmente, pues el Chocó cuenta sólo con dos vías principales; de manera que hay un choque de intereses que no se ha podido resolver por la negligencia estatal. Mientras tanto, el “wasapaeo” hace de las suyas, red por la cual acusan a los indígenas injustificadamente de toda clase de delitos usando improperios racistas y condenatorios hasta con la pena de muerte para ellos.
Es en este contexto que se presenta el operativo militar que acabó con la vida de Eleazar Tequia el 26 enero 2018 a las 11:30 noche, tal como lo denuncian los dirigentes katío. Igual de grave, dicen, es que el general Moreno Rodríguez haya emitido un comunicado de prensa que señala que los militares respondían al llamado ante la denuncia de un robo en la carretera y porte ilegal de armas, como si no conocieran a Eleazar, a sabiendas que llevaba diez años como jefe de Guardia en El 18, y con quien coordinaban jurisdicciones. En el paro cívico del Chocó de mayo 2017, se presentaron incidentes de saqueo de almacenes en Quibdó y fue precisamente la Guardia Indígena liderada por Eleazar Tequia quien puso orden a estos grupos para evitar más robos; él en persona y su Guardia enfrentaron a los saqueadores. Es una de las pocas veces que los quibdoseños en general aplaudieron a la Guardia Indígena.
Eleazar tenía 41 años, era de contextura delgada, callado y, como dirían los “entendidos”, sin carisma, pero qué contundencia en sus decisiones y qué manera de conducir a su tropa con el corazón, ahí radicaba su fuerza. Lo traté varias veces, desde la toma de la Defensoría del Pueblo de Quibdó en el año 2008, en el cual entré con ellos para hacer un seguimiento con la cámara de video, hasta diciembre del año pasado que lo entrevistamos en el marco del Congreso de la Asociación OREWA.
Los dirigentes y pobladores de El 18 esperaban que el perdón del general fuera contundente y sincero. Pero sus palabras frente a la tumba de Eleazar no fueron lo que esperaban, pues si bien presentó excusas por los hechos, los indígenas querían escuchar la palabra perdón. Ya en la vivienda donde se desarrolló la reunión se lo demandaron con sus voces recias en un idioma ajeno como el castellano, presentando pruebas como el comunicado del Ejército y audios de las redes sociales donde se les acusaba y amenazaba. El general y el gobernador escuchaban en silencio, con respeto. Pero creo que a todos se nos partió el alma cuando las mujeres hablaron en su idioma materno Êbêra bedea, y manifestaron su dolor, su rabia y su impotencia; exigían que se reparara a la viuda y sus cinco hijos, todos pequeños; alzaron sus voces mientras las lágrimas caían por sus tristes mejillas, porque no sólo habían asesinado a un hombre, sino a toda la comunidad.
El general se paró enfrente tomó el micrófono y dijo: “Si el perdón sirve para construir un Chocó mejor, pido perdón”. Y luego el gobernador lo siguió también pidiendo perdón. Porque si el derecho a la educación se hubiera cumplido como en todo el departamento, hoy tuviéramos con nosotros al compañero Eleazar. Esta acción del general y los compromisos adquiridos contribuyeron a que los indígenas, como gesto humanitario, abrieran la carretera por 12 horas, al cabo de las cuales cerrarán nuevamente hasta que no se concreten acuerdos con el alto gobierno en su propia comunidad de El 18.
Para terminar, el hecho del perdón es una demostración de que la Justicia Comunitaria ejercida por la Guardia Indígena tiene argumentos sólidos frente a las autoridades del segundo ejército más numeroso del mundo. Es un mensaje y acción de que los Pueblos indígenas no sólo merecen respeto, sino que lo pueden obtener sin armas, que la paz no sólo es el cese del fuego y el cese de los disparos, sino que es con el cumplimiento de los derechos hacia la justicia social, que la razón, el corazón y el bastón, a la luz de sus ancestros, es la moral de lucha indoblegable.