La portada de Semana y la propaganda nazi
La portada de la revista Semana correspondiente a la edición del 23 al 30 de mayo de 2021 tiene elementos muy interesantes de analizar desde el punto de vista comunicacional y periodístico. El más llamativo, a mi juicio, tiene que ver con que fue pensada y diseñada cumpliendo varios de los principios centrales de la propaganda nazi.
Esos principios son un conjunto de reglas que guiaron toda la estrategia comunicativa del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, de Adolf Hitler, en especial a partir de su llegada al poder en Alemania en 1933. Uno de los factores que les permitió llegar a donde llegaron y hacer lo que hicieron fue precisamente construir y utilizar un potente aparato de comunicación al servicio de su ideología. Esa tarea estuvo en cabeza de Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, quien es considerado por los historiadores como el padre de la propaganda nazi.
Antes, aclaremos que el concepto propaganda implica la divulgación de ideas u opiniones (casi siempre políticas, pero no exclusivamente ellas) para influir en el pensamiento de las personas; cosa diferente a la publicidad que busca vender productos.
Aquellas reglas o principios siguen plenamente vigentes y se usan de manera consciente o inconsciente por muchos sectores ideológicos en todo el mundo. No se los inventaron los nazis, pero ellos sí los emplearon en forma sistemática y con objetivos y metas muy precisos como nunca antes hasta ese momento de la historia.
Su utilización por parte de Semana
Lo especial en el caso de la portada de Semana es que esas reglas se aplican en una publicación periodística de la cual se espera que privilegie la información y no la propaganda. Y dice uno que “se espera” porque ese es el deber de un medio que pretenda ser considerado serio y creíble. A menos que Semana quiera cambiar y convertirse en un órgano de propaganda. Esa es una decisión que pueden tomar o ya tomaron porque es una empresa privada, propiedad de la organización financiera Gilinski Group, pero que deberían comunicar de manera explícita a los lectores para no engañarlos ni manipularlos.
Aunque Semana informa que se trata de un “editorial”, esa precisión no es suficiente: no es común en esa revista ni en general en los medios impresos que los editoriales vayan en las portadas o primeras páginas, y menos ocupando todo su espacio. Su presencia ahí confunde y puede hacer ver a un lector que no repara en todos los detalles –como son la mayoría– que se trata de información y no de la opinión particular del medio de comunicación.
Desde la ética de la comunicación y del periodismo no se puede camuflar como información, noticias, reportajes, etcétera, piezas que en realidad tienen una alta carga de opinión o un objetivo ideológico y/o partidista.
La simplificación y la creación de un enemigo único
La primera regla de la propaganda nazi dice que hay que crear un “enemigo único”, es decir, individualizar al adversario en una persona de carne y hueso (para el caso colombiano a toda la izquierda, por ejemplo). El objetivo es ubicar a ese enemigo en alguien concreto y depositar en esa persona la responsabilidad de todos los males posibles. Repito, de todos los males posibles.
Un ejemplo es este cartel nazi de 1942 que dice: “Detrás de las potencias enemigas, el judío”. Por aquellos años hubo muchísimos carteles y mensajes en todos los medios de comunicación de entonces que otorgaban ese papel de enemigo principal a los judíos, pues sabemos que el antisemitismo fue uno de sus postulados fundacionales. (Y, bueno, también sabemos qué pasó con los judíos en el período nefasto de esa ideología totalitaria).
Eso es lo que hace precisamente la portada de Semana en un momento tan complejo de la vida colombiana por el nivel de confrontación y polarización al que se ha llegado debido al paro nacional: ubica a Gustavo Petro como el hombre que está detrás de incitar a la confrontación y de ser el gran responsable de que esta protesta haya tomado el rumbo que tomó.
Este principio de la propaganda también se llama de la “simplificación” porque simplifica, reduce toda la carga de una situación, o de muchas situaciones, al ponerla en cabeza de una persona a quien se quiere convertir en un símbolo negativo, en ese enemigo único que se mencionó.
En un libro clásico sobre este asunto, La propaganda política, Jean-Marie Domenach explica que “la individualización del adversario ofrece muchas ventajas (…) Los hombres prefieren enfrentar a personas visibles más bien que a fuerzas oscuras. Particularmente cuando se los convence de que su verdadero enemigo no es tal partido o tal nación, sino el jefe de ese partido o de esa nación”.
La desfiguración y la exageración
Estas son otras ideas principales de la propaganda nazi: convertir al otro en un ser que realmente no es, transformarlo a partir de la exageración de rasgos, características o de cosas que haya dicho o hecho.
En centenares de carteles nazis esa idea se repite una y otra vez. El siguiente, de comienzos de la década de 1940, atribuye a los judíos ser los grandes instigadores y prolongadores de la guerra y los acusa de causar gran parte de los males que vivía Alemania. El rostro del supuesto judío –como se ve– aparece desfigurado sobre llamas, sobre un incendio, se le muestra como un ser tenebroso que está al acecho en la oscuridad.
En la portada de Semana, igualmente se ve la desfiguración en el rostro de Gustavo Petro, al convertir la parte izquierda de su cara en algo así como una figura monstruosa, diabólica, que está escondida detrás de esos lentes. Lo hacen al ponerle sobre el rostro una foto difuminada de la protesta, pero perfectamente entendible, de personas encapuchadas en una marcha.
Podría decirse que la portada lo convierte en la personificación del mal. La idea, evidentemente, es que mucha gente crea eso, que lo vea así.
Otro elemento destacado en la carátula de Semana es de nuevo el fuego, las llamas detrás de Petro. Tal y como las utilizó el siguiente cartel nazi de 1937 –atizando el odio y ambientando la guerra que vendría luego–, esta vez contra sus enemigos soviéticos.
“Como en otras ocasiones, se buscaba transmitir la internacionalización del peligro comunista. Estaba rodeado por una llama, que denotaba su naturaleza infernal, y sobre el mapa de Europa relucía la estrella de David junto al martillo y la hoz, es decir, nuevamente la conexión judeo-bolchevique”, explicaron sobre este cartel Antonio César Moreno, de la Universidad de Alcalá, y Misael Arturo López, de UNED-Centro Asociado de Asturias, en la revista Historia y Comunicación Social de la Universidad Complutense de Madrid.
Retomemos esas palabras para ver lo que también subyace en el mensaje de Semana: Petro = comunismo = naturaleza infernal.
La falsificación
Tiene que ver con crear una mentira. Sin duda, Gustavo Petro es uno de los personajes claves de la vida colombiana actual, pues lidera la intención de voto para la próxima Presidencia de la República.
Petro ha apoyado el paro nacional pero no fue su principal promotor, no pertenece siquiera al Comité que lo convocó, ni se le puede atribuir que por él la gente esté enardecida en las calles. De hecho, hay sectores de la protesta ciudadana que han dicho no sentirse representados por ese dirigente político.
Sin embargo, la portada dice otra cosa: le otorga esa responsabilidad, lo dota de un poder que no tiene frente al manejo del estallido social, las marchas y hasta la violencia, desconociendo que este es un movimiento ciudadano que tiene ya una dinámica propia, que se mueve en forma autónoma, y que es producto de la indignación y la rabia acumulada de mucha gente frente al estado de cosas imperante en Colombia desde hace décadas.
Ahí, entonces, hay una falsificación de la realidad por parte de la revista.
Conclusión: que declaren qué es Semana
Se podrían continuar explicando cosas asociadas a los principios de la propaganda nazi: por ejemplo, que la “simplificación” está expresada igualmente en la reiterada idea de “castrochavismo”, que simplifica todo en esa palabra. Idea que sus promotores repiten cada que pueden, en cumplimiento de otro principio nazi pero que es de sentido común: el de la orquestación o la repetición de la idea en todo momento y lugar.
Volviendo a Semana, la revista puede cambiar su rumbo, como evidentemente ya hizo. Sus dueños, la directora y los editores de sección pueden reenfocar su política editorial las veces que quieran, están en su derecho si así lo desean. Eso sí, deberían aclarar que también hacen propaganda, es decir, que en la publicación de temas políticos privilegian la difusión de una ideología, un ideario, unas ideas y concepciones del mundo, que están por encima de un periodismo equilibrado.
Aunque ese giro ya es evidente hasta para un lector poco perspicaz, lo más honesto sería declararlo públicamente en su cabezote –como hacía la prensa de partido hace cien años– y dejar de estar camuflando como información lo que no lo es.
*Profesor Universidad EAFIT (Medellín)