¿Y los desaparecidos del cañón del río Cauca?
El anuncio de que unas 3.800 hectáreas del cañón del río Cauca serán inundadas a mitad de este año 2018 por el megaproyecto Hidroituango, ha sido dado, a pesar de que las condiciones solicitadas por la comunidad afectada no se han cumplido. Una de esas condiciones es clave para la reparación a las víctimas del conflicto y por eso, entre el 15 y el 23 de enero se desarrolló en la zona la Misión Internacional y nacional para verificar que en la zona han ocurrido desapariciones forzadas y que existen cementerios y lugares de enterramientos a la orilla del río Cauca.
Lo primero fue echarnos a andar, muy temprano en la madrugada, para que no nos diera el sol que azota en el cañón del río Cauca. Con un grupo de barequeros, oficio reconocido como patrimonio nacional, salimos desde Sabanalarga y tomamos la montaña, subiendo por los filos, para, desde la altura, ver cómo se iluminaba el entorno aún verde. Ante nuestra mirada se despejaba un paisaje por cuyos caminos nos llevaba el ritmo de las narraciones de nuestros guías, hacia el punto donde nos iríamos dejando caer por el cañón hasta llegar a la ribera del río. Alguien mencionó que el cañonismo debía ser considerado deporte extremo. Confirmé su hipótesis, la pendiente entre piedras y rutas cerradas no dejaban de hacer que los participantes de la misión cayéramos en varias ocasiones por los rodaderos naturales, sintiendo temor de los abismos entre piedras y cactus de enormes espinas.
Al llegar a la orilla los barequeros nos contaron cómo durante generaciones el río les ofreció a sus ancestros todo lo que necesitaban para vivir: el pescado, las chispitas de oro, la compañía y amistad de sus colegas de oficio.
Las montañas de Antioquia, que se abren ante el paso del río Cauca, tienen miles de historias sin contar sobre las víctimas de desaparición forzada que durante décadas aumentaron las estadísticas sobre violaciones a los derechos humanos en la Región. Como pudimos verificar durante nuestra visita en el terreno, los barequeros fueron testigos del paso de los cuerpos que flotaban en las corrientes del río Cauca. Algunos osados fungieron de enterradores de esos cuerpos que eran traídos por la corriente a sus lugares de trabajo. Los llevaron a las playas y los marcaron con cruces en los lechos secos a orillas del río Cauca. En algunas playas los lugares se convirtieron en cementerios por la cantidad de cuerpos enterrados durante dos décadas.
Los barequeros reconocen que no es una actividad fácil tomar los cuerpos ablandados por el agua y se necesitan mínimo dos personas para abrir los huecos y alzar a los difuntos para inhumarlos. “Ellos piden ser enterrados, a veces uno los tiene que empujar para que continúen, pero ellos no se van”.
Muy pocos de esos lugares han sido identificados por las autoridades. Un testigo cuenta como fue obligado, por parte de la Fiscalía, a señalar el lugar donde enterró a uno de esos cuerpos; después a desenterrar el mismo el cuerpo y a sacarlo, porque si no lo hacía sería señalado como responsable de homicidio. Después, fue golpeado por la policía y, posteriormente, arrestado durante una noche. Como las historias del río fluyen, la gente empezó a tener miedo de reconocer que sabían de lugares de entierros.
La Empresa de Servicios Públicos de Medellín (EPM), en acuerdo con la Fiscalía, ofreció recompensas a los barequeros a cambio de información para exhumar restos humanos en las riberas del Cauca, donde se piensa inundar para la Hidroeléctrica. Este requerimiento ha sido una de las razones humanitarias a las que recurrió el Movimiento Ríos Vivos y las asociaciones que forman parte de él, para detener la inundación de los 79 kilómetros que comprende el embalse que afecta a 12 municipios antioqueños.
Como aparece en los documentos aportados para la realización de la Misión de Observación y Verificación, y según las informaciones oficiales, la Fiscalía anunció que hasta octubre de 2017 se habían exhumado 159 cuerpos de los que, a la fecha, sólo han sido identificados 84. Según ha reportado la UARIV (Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas), son 622 las víctimas directas de desaparición forzada en los 12 municipios afectados por el proyecto hidroeléctrico. Hay que tener en cuenta que estos datos son un subregistro de lo ocurrido, pues no todos los casos han sido denunciados, pero aún así, significa que en la región está el 1% de los desaparecidos forzados del país.
Un hombre se acerca y nos dice: “Los cuerpos de las mujeres flotan hacia arriba por el Cauca, los de los hombres hacia abajo, no sé por qué será, pero es así”. A orillas del río, entre piedras y arena, los hombres se sienten dispuestos a contarnos una historia con muchos capítulos aún sin escribir, anónimos, incógnitos, despojados del derecho al nombre y a una digna sepultura. Se afirma que existe una creencia popular que consiste en que cuando a los muertos se los llevó el río están perdidos para siempre. Si el proyecto de inundación continúa, lamentablemente será así y los derechos de las víctimas, a saber la verdad y a recuperar a los desaparecidos, nunca serán satisfechos.
Por la corriente del río no solo bajaban cuerpos completos sino extremidades sueltas que tropezaban con los barequeros. Un hombre de unos 40 años se acerca y me dice que una vez vio con horror “la cabeza de un hombre bajando como baja una pelota flotando en el río”. Otro hombre cuenta como una vez, junto a su hermano, vieron bajar una bolsa que creían traía balones y cosas de deporte. Al abrirla, se encontraron con cuerpos fragmentados que, por el susto, soltaron con rapidez y dejaron que siguieran bajando por la corriente. En ocasiones, tal y como lo narran los barequeros, “en los remolinos y remansos del río hay cuerpos”.
Tras el viaje de la Misión de Verificación me queda claro que hay cuerpos sin identificar en las riberas y lechos secos del río Cauca; que allí se encuentran muchos desaparecidos; que EPM y la Fiscalía “desocuparon” varios cementerios y exhumaron esos restos sin avisar a las familias; y que aún quedan muchos cuerpos por encontrar. Tras esta constatación, se le ha pedido a las autoridades regionales y nacionales que activen los mecanismos de protección para los testigos y enterradores y que sea puesto en marcha un plan de búsqueda para el río Cauca y sus afluentes. La información sobre los hechos ocurridos debe ser contrastada con las versiones entregadas por los paramilitares en el marco de Justicia y Paz sobre las masacres y asesinatos selectivos en la región. Además, es necesario esperar a que los guerrilleros que se acogerán a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) den información sobre los crímenes cometidos por ellos en la zona de afectación e influencia de Hidroituango.
“El río es para los menos favorecidos, los iletrados y los viejos”, me dice un barequero con tristeza, “¿qué va a pasar con nosotros cuando todo esto sea inundado? Ninguno de nuestros hijos y nietos verá lo que nosotros teníamos en el río. Hasta el pescado se acabó”. El impacto ambiental del proyecto de Hidroituango es enorme. Fuimos testigos de cómo están talando árboles en uno de los lados del puente Pescadero y, tal y como pudimos verificar en la Misión, de cómo los pobladores de la ribera del río siguen con su empeño de rescatar y salvar las especies de plantas con las que ellos se curan de sus enfermedades. Los ribereños solicitan que se instalen invernaderos donde ellos puedan acceder a las plantas. Por su lado, los animales han huido para buscar refugio en las partes altas de las montañas.
El anuncio de que la represa empezará a ser llenada a mitad de año ha activado varias alertas por el incumplimiento de las recomendaciones humanitarias y ambientales realizadas por el Movimiento Ríos Vivos y por las Ong´s que acompañan esta resistencia al megaproyecto. Como afirmó René Char: “La resistencia no es nada más que esperanza”.