El río Aracataca está secuestrado

Este río ya no existe en su desembocadura en la Ciénaga Grande de Santa Marta. Terratenientes, entre los que hay políticos y beneficiarios del programa Agro Ingreso Seguro, captaron todas sus aguas kilómetros arriba para regar sus cultivos de palma africana. Los afectados son las comunidades campesinas y de pescadores, así como la ciénaga misma.

El lugar da ganas de llorar: dos o tres caños por los que con dificultad puede entrar una canoa es lo único que queda del tramo final del que hace 10 años fue el bello e imponente río Aracataca, que atraviesa la parte norte del departamento del Magdalena.

Aquel fue un afluente grande e importante. Por él navegaban bongos y canoas de gran tamaño, tuvo sitios en donde alcanzaba cinco metros de profundidad y sus aguas eran tan cristalinas que cuando niños y adultos jugaban a coger monedas que le tiraban, se veía la parte del fondo donde caían.

La desembocadura del río es hoy una muralla de tierra pantanosa cubierta de maleza y plantas acuáticas. Eso es todo lo que queda de él en su parte final al llegar a la Ciénaga Grande de Santa Marta.

“En 2008, los terratenientes hicieron su trabajo allá arriba y no dragaron el río como era, con sus vueltas, y lo que hicieron fue dejarnos el problema a los que vivimos aguas abajo. Empezaron a 7 kilómetros del pueblo que había en la boca [la desembocadura] y todo el sedimento vino y mire la montaña de tierra que quedó acá”, explica Jorge, un pescador del que no damos su apellido simplemente para evitarle problemas.

Desembocadura del río en la Ciénaga Grande: una muralla de tierra en lo que antes era un caudal de grandes proporciones. // J.G.Betancur

“Esa tierra no estaba hace 10 años, fue de cuando hicieron los trabajos: ponían talanqueras en las fincas y todo lo que removían, cuando entraba la fuerte corriente, bajaba todo ese poco de tierra”, complementa Luis, otro pescador.
Los trabajos de ampliación del río a los que se refieren tienen que ver con obras civiles de diverso tipo que hicieron y siguen haciendo los dueños de grandes fincas para tomar agua del río y destinarla a mantener sus cultivos, principalmente de palma africana. Para el tramo final, dejaron solo gotas.

“El agua está secuestrada”

Así de contundente lo denuncia Sandra Vilardy, bióloga marina, doctora en ecología y medio ambiente, profesora de la Universidad del Magdalena: “El agua está secuestrada porque hay unas captaciones ilegales, pero en otros lados bloquearon el río para desviarlo”.

Ella es una de las personas que más ha luchado desde la investigación científica y la incidencia política para que los gobiernos nacional, departamental y los municipales tomen conciencia de que la Ciénaga Grande se está muriendo por muchas prácticas equivocadas, incluyendo esta.

“La desembocadura del río Aracataca está taponada de sedimentos porque no hay agua, ya que la desviaron para su uso básicamente en cultivos de palma. Para ello utilizan toda clase de métodos: ponen sacos de arena, construyen muros, hacen de todo… depende de la capacidad financiera del personaje. Corpamag [Corporación Autónoma Regional del Magdalena, la autoridad ambiental] ha ido, tumba esos bloqueos pero a la semana vuelven a hacer el desvío de manera ilegal”, explica la profesora Vilardy.

Fuerte impacto en las comunidades

El río Aracataca pasa por el área urbana del municipio que tiene el mismo nombre y que es famoso porque allí nació el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. Está formado por las aguas del río Mamancanaca, que a su vez recibe al río Duriameina, ambos nacidos en los valles que forma la Sierra Nevada de Santa Marta en su costado occidental.

La Ciénaga Grande hace parte del gran delta que conforma el tramo final del río Magdalena, una región inmensa que puede tener un área parecida a la del departamento del Quindío. La zona es habitada por comunidades “anfibias”, como las llamó el sociólogo Orlando Fals Borda, porque viven por igual de la tierra y del agua. Para Luis –uno de los pescadores– el Estado se ha demorado en tomar medidas: “Algunos alcaldes han venido, pero no se sabe cuándo van a arreglar el problema”.

Cuando el río corría libremente hasta el final, los habitantes de los pueblos palafíticos levantados dentro de la ciénaga (Nueva Venecia, Bellavista y Trojas de Cataca) venían a la desembocadura del Aracataca a tomar el agua dulce para su consumo: de ella vivían cerca de 5 mil personas.
Hoy tienen que ir más lejos, hasta unos caños que conectan con el río Magdalena que no tienen las mejores condiciones porque, igual que aquí, otros finqueros los han invadido y contaminado en su uso para la agricultura y la ganadería extensiva.

Los principales afectados con el “secuestro” del río son las pequeñas comunidades de pescadores y los pueblos lacustres como este, Nueva Venecia, que antes tomaban el agua dulce del afluente. Hoy deben ir más lejos a buscarla. // J.G.Betancur

Un eslabón en una cadena de males

La del río Aracataca es solo una de las múltiples problemáticas ambientales que sufre la Ciénaga Grande, la cual fue una despensa de peces que surtió a todo el país. Era tal su riqueza que en la década de 1960 se exportaban a Estados Unidos ostras que se cultivaban en sus manglares.

“Y había especies de peces tan grandes que se cogían no con atarraya sino con arpón. Los pescadores podían escoger los de mayor tamaño para la venta o para su consumo, y no como ahora que se sacan pequeños porque no hay más”, cuenta Amed Gutiérrez, pescador de Nueva Venecia que trabaja con Parques Nacionales de Colombia.
Hasta vivían del turismo que llegaba los fines de semana para disfrutar de la belleza de la zona. “Venían a visitar todo esto no uno sino 400, 500 turistas. Ya no viene casi nadie”, manifiesta Luis.

“Yo tengo 40 y pico de años de estar viviendo: nací por aquí, por aquí tuve mis hijos y envejecí –explica Jorge–. En ese momento la vida era distinta, no había violencia y no había ningún rico. Siempre hemos sido pobres porque los corregimientos por aquí son pobres, pero no le faltaba a uno nada, el agua, la comida, el pescado… De lo que era la Ciénaga Grande que yo conocí estando pelao, esto no es ni el 10 por ciento”.

Los principales problemas

La situación actual es producto de una suma de hechos que a lo largo de los años desencadenaron una verdadera crisis que se expresa en lo ambiental, lo económico y lo social:

  • Políticas estatales equivocadas en el último siglo y medio.
  • La construcción de grandes obras de infraestructura que desconocieron la dinámica natural de los ecosistemas y los afectaron de manera drástica.
  • El conflicto armado que arreció desde finales de la década de 1990 y que tuvo sus momentos más duros con el fuerte control paramilitar que llevó a hechos como la masacre de Nueva Venecia, en la cual fueron asesinadas en el año 2000 al menos 37 personas. “Antes de que a este pueblo lo desplazarán los paramilitares, en la boca del Aracataca vivíamos en paz un promedio de 250 familias. Ahora hay 32 familias viviendo”, manifiesta un pescador.
  • Y la desidia, abandono y falta de comprensión del Estado, con sus funcionarios en muy distintos niveles, sobre la realidad ambiental y social de la región.

El problema, en general, es muy grave, de acuerdo con la científica Vilardy: “La ciénaga está en un cambio de régimen ecológico. Eso significa que ya no volverá a ser como antes y que difícilmente pueda mantener sus servidos ecosistémicos. Ya no tiene la capacidad de regular, por ejemplo, los efectos de los cambios de precipitaciones y sequías como podía hacerlo, que era amortiguar los efectos del agua: ya no puede amortiguar ni las sequías ni las lluvias”.
Unas 100 mil personas viven hoy en los 13 municipios ubicados en el área de influencia de la ciénaga. Ella son las principales afectadas por todos estos cambios.

Se requiere que el Estado actúe

De acuerdo con la normatividad nacional e internacional, el agua tiene prioridad para el consumo humano. Sandra Vilardy dice que ha habido conversaciones con Fedepalma, la asociación de palmicultores, cuyos líderes argumentan que no se puede generalizar, que no todos los cultivados realizan esas prácticas ilícitas.
Aun así, la realidad es contundente: existen finqueros que siembran esa planta y que, agremiados o no, capturaron para ellos el río Aracataca.

La profesora indica que a raíz de las captaciones ilegales hay investigaciones abiertas y que ellas comprometen incluso a políticos que son representantes a la Cámara, al igual que a beneficiarios del polémico programa Agro Ingreso Seguro, puesto en marcha por el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

“Yo se lo he dicho al ministro de Medio Ambiente: aquí lo que necesitamos es una acción decidida del Estado para la defensa jurídica de los bienes del Estado. El agua y las rondas hídricas son bienes públicos.”, explica la científica.
Y concluye: “Necesitamos una acción sería de la Fiscalía y de la fuerza pública porque no son delitos menores. Esto no se soluciona solo con una sanción administrativa porque aquí tienen secuestrada el agua”.

*Colaboración de www.bajandoelmagdalena.com