8.190 días esperando el acuerdo de paz

Esta es la historia de Robinson 22, el preso de las FARC-EP que más tiempo lleva entre rejas. También es uno de los 22 que ha llegado como delegado a los Llanos del Yarí. Cuenta los días para ser amnistiado
Paco Gómez Nadal  | Sabanas de Yarí

Jueves 15 de septiembre. Día 8.186 en la burbuja de olvido y violencia. Pasadas las 4 de la tarde entra un correo que Robinson 22 no debería estar leyendo. Ya no son palomas mensajeras las que se cuelan entre las rejas para llevar noticias del exterior. Un correo electrónico dirigido al preso político de las FARC-EP que lleva más tiempo en las cárceles del país hace que se le salten las lágrimas a este hombre que en penas acumuladas suma 88 años de condena. “Alístese compa que va pa’la Décima”. Dos días después un helicóptero lo trasladó de la prisión de Chiquinquirá a los Llanos del Yarí. “Fue indescriptible. Ahí todo lo duro que a uno le toca ser en prisión se desbarata y yo al abrazar a los viejos, a Timo (Timochenko, el comandante máximo de la guerrilla), a los demás, lloré como un niño”.

20 de septiembre. Día 4 en la burbuja de oxígeno de la sabana. Esta noche Robinson 22 está un poco ansioso. Sufre de un mal generalizado en todos los que habitamos este microcosmos que es la X Conferencia de las FARC: busca una conexión a internet para colgar en su cuenta en Facebook (obviamente, no con su nombre) las fotos que se ha tomado con Timochenko, con Iván Márquez, con Pablo Catatumbo o con el comandante Kunta Kinte. Se gana un hueco en el estricto y disputado orden por el que los periodistas nos disputamos los tres cables de precaria conexión con esa nube eclipsada por las imponentes nubes naturales del Yarí.

“Escriba ahí: ‘En el Yarí, arando caminos de paz en la X Conferencia de las FARC-EP, con los camaradas del secretariado”. Antes ha dicho voz en grito su dirección de correo electrónico y su contraseña. “Es que mi hija no sabe que estoy acá, fuera. Imagínese la alegría que se va a llevar cuando vea esas fotos”. Su hija tiene 21 años. Saque la cuenta y espere la fuga. Vive exiliada con su mamá en Canada porque en la última fase de la guerra entre guerrilleros y paramilitares que se vivió en las cárceles colombianas, en 2001, a Robinson 22 se le cruzó el líder paramilitar Ángel Gaitán Maecha y del encuentro uno salió sin vida. A los 60 años iniciales de condena, Robinson sumó otros 28 años.

No es un buen récord para la vida ser el único preso de las FARC-EP que suma 22 años y 6 meses en prisión. Hagan la cuenta: 270 meses, 1.170 semanas, 8.190 días de una vida entre rejas. 8.190 días con sus noches. “He pasado por todas las cárceles del país, sólo me falta la de Jamundí”. Y en el recuento de Robinson no hay orgullo sino dolor. “Es muy duro hermano, uno tiene que elegir entre tres regímenes para vivir: el del INPEC (Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario), el del crimen o el del paramilitarismo… y todos son muy hijoeputas”.

¿Pero tú sabías que siendo guerrillero esa posibilidad existía?

Sí, claro, uno en la guerrilla sabe que lo pueden matar en combate, puede quedar inválido (como decenas de los guerrilleros que se ven en el encuentro del Yarí) o puede ir a prisión… Lo que uno no se imagina es lo duro que el INPEC aprieta. Mire, el sistema es tan duro que sólo hay dos posibilidades: o te destruye y te vuelves loco, drogadicto o sapo… o te fortalece.

¿Y…?

A mi me ha fortalecido hermano… y hoy… hoy pienso que menos mal que aguanté porque gracias a que aguanté estoy aquí, participando en esto.

Con Kunta Kinte-2

Robinsón se fotografía con Kunta Kinte / CP

Robinson ya puede contar los días de forma diferente. Está seguro de que su caso entra dentro de la Ley de Amnistía que se aprobará como parte del proceso de finalización de la guerra pactado en La Habana. “Es cuestión de días”. Pocos días en comparación con los 3.276 (9 años) que pasó en celda de aislamiento, o días con menos horas que aquellos en los que le arrancaron las uñas de los dedos -que ahora lucen renacidas de forma algo irregular- o que aquellos en los que le quemaron los testículos con descargas eléctricas. Días más cortos que los que han pasado desde que su padre murió (728 días, o 2 años para las cuentas de quiénes no estamos privados de libertad) o desde que su madre lo siguió (1.092, 3 años). “Ya no me queda familia en Colombia, mi familia es las FARC… ¿usted lo entiende? La fe en la organización y las convicciones políticas son lo que me han hecho aguantar”. Robinson lleva más de la mitad de su vida en prisión. Su tiempo privado de libertad ya ha superado en 182 días a los tiempos de campesino en el Sumapaz (Cundinamarca) o a lo que duró siendo guerrillero en su mismo territorio, en el Frente 22.

«Ya no me queda familia en Colombia, mi familia es las FARC… ¿usted lo entiende? La fe en la organización y las convicciones políticas son lo que me han hecho aguantar”

Fue capturado la primera vez en 1990 en una operación anti secuestro, pero tardó poco en fugarse. Salió de prisión vestido de guardia. En 1994 lo recapturaron y es desde entonces que lleva la cuenta. Los siguientes tres intentos de fuga no salieron tan bien como el primero. La segunda vez intentó darse el cambiazo por un abogado. No funcionó. La tercera vez arañó la tierra junto a unos compañeros para abrir un túnel que terminaba en una tubería de aguas negras. No función. Se atascó en la tubería y casi muere entre aguas fecales. El cuarto y último intento fue hace apenas tres años y tampoco funcionó: los guardias del INPEC lo atraparon cuando ya estaba encaramado al muro exterior de la cárcel de Valledupar

«Si ellos aguantaron por qué no lo voy a hacer yo»

Cuenta este preso político, uno de los 22 que participan como delegados en la X Conferencia Nacional Guerrillera -no uno cualquiera-, que le ayudó a resistir conocer la historia de Pepe Mujica en Uruguay o la de otros presos guerrilleros en Latinoamérica. “Yo me decía… ‘si ellos aguantaron por qué no lo voy a hacer yo”. Y aguantó. Pasó la guerra carcelaria contra los paramilitares con los que finalmente llegaron a acuerdos para fijar su atención en un enemigo común: el INPEC. Pasó el asilamiento o la dispersión de sus compañeros encarcelados. Pasó por los tres regímenes posibles (INPEC, crimen o paras) y hoy escucha en directo los sentidos joropos de Aries Vigot en la noche estrellada de esta sabana infinita salpicada de zonas de bosque donde se oculta el entramado de caletas en las que hace 8.189 noches que no duerme. “Así es la vida, ley del amor”, canta Vigoth y el arpa le hace el quiebre antes de concluir… “todos te pagan con el dolor”.

Con Timochenko

Robinsón con Timochenko / CP

A Robinson lo que más le duele -si nos fiamos de su gestualidad- es la traición. “Muchos compañeros se quebraron y aceptaron la desmovilización. A mi me la ofrecieron pero no entré por ahí. Lo más triste es cuando alguno de esos compañeros sapea a los civiles. Ahí te das cuenta que no tenía nada en la cabeza, que estaba en la guerrilla por nada, sin conciencia”.

Dentro, donde volverá el 26 de septiembre –espera que de forma temporal si el tiempo y la suerte ha cambiado para él-, analizaba la situación que vivían las FARC-EP, la guerra que se vino con el Plan Colombia y el Plan Patriota. “Yo sabía que militarmente no nos acababan, pero también veía claro que por la vía armada no nos íbamos a tomar el poder. La única opción era la negociación política y estoy contento con lo conseguido”.

¿Te has leído todos los acuerdos?

Claro

¿Y te gustan?

Sí que me gustan. Nos gustan a todos porque es mejor la paz que la guerra. La pregunta que nos hacemos es si el gobierno nos va a cumplir porque históricamente este es un Estado que incumple. No sólo a nosotros, a todo mundo.

Una de los temas que se trataron en las primeras jornadas de la X Conferencia es la situación de los presos políticos. Según el INPEC, en las 138 cárceles colombianas hay unos 2.000 presos por delitos de rebelión, de los que unos 1.200 tienen sentencia firme. En algún momento las FARC habían estimado que unos 1.200 presos eran de su organización, pero los delegados que han llegado desde las cárceles aseguran que la cifra podría llegar a 4.000. Demasiados años de guerra, demasiado dolor acumulado.

Robinson 22 repasa otra vez sus trofeos gráficos, las fotos con los máximos líderes de la organización a la que se aferras como tabla de salvación. “Cuando salga haré lo que el nuevo partido me encargue. Yo soy un subordinado”. Está contento porque Timochenko le ha regalado un celular nuevo, “aunque acá no sirva”. La paradoja es que tendrá que esperar a que el INPEC lo conduzca otra vez a Chiquinquirá para configurarlo y probarlo.

26 de septiembre. Día D. Robinson 22 volverá a prisión pero será de los hombres que cuente hacia delante los números que se vayan sumando a la D para fijar la fecha de su liberación. Hoy, sonríe. Sonríe mucho. Por un instante, y a ritmo llanero, parece un hombre libre.