El voto en blanco
Quienes optarán por votar en blanco, lo hacen escudados en los argumentos que recojo en las siguientes frases: “es un voto que sanciona la polarización”; “por rechazo a las dos opciones que quedaron en la disputa electoral”; “es una forma de protesta y de resistencia”; “es un camino para construir una opción distinta”.
Varios ciudadanos que conozco y que insisten en votar en la ya señalada dirección, exponen reparos en torno al proyecto político que encarna Petro Urrego. No suscriben comentarios en torno al proyecto de país que encarna el candidato Iván Duque Márquez, porque esos mismos ciudadanos reconocen que el novel político está rodeado de grupos de poder con un pasado tenebroso, mafioso, criminal y con ideas anacrónicas que bien sabe concentrar el ladino ex procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado.
Sin embargo, y a pesar de la contundencia de los hechos de corrupción, de los falsos positivos, del quiebre institucional y del debilitamiento del Estado Social y Democrático de Derecho que hizo posible y agenció Uribe Vélez (2002 y 2010), el mentor de Duque, estos compatriotas insisten en votar en blanco porque el candidato de la Colombia Humana no les gusta por las siguientes razones: “es que fue guerrillero, por lo tanto, tiene un inconveniente carácter militarista; que es populista y mesiánico; y que generaría mayores traumatismos en una parte del Establecimiento que lo rechaza”.
A esos ciudadanos les digo lo siguiente: votar en Blanco deja de ser un opción legítima porque el actual momento histórico por el que atraviesa el país, exige asumir posturas claras, arriesgadas si se quiere y diferenciadas, con miras a evitar el regreso al poder político del ethos mafioso que se naturalizó entre 2002-2010.
Escudarse en el pasado político y en el egocentrismo de Petro deja entrever, en muchos de los casos, una postura de clase de estos ciudadanos que les impide aceptar que alguien distinto a los hijos de la élite tradicional, y además, fuerte contradictor, hoy tenga la posibilidad de arrebatarles el control del Estado a las sempiternas familias que han manejado a su antojo los asuntos estatales.
Es claro que al votar en blanco, los beneficiados serán Álvaro Uribe Vélez, Vargas Lleras y Ordóñez Maldonado, representantes del Establecimiento y agentes de un régimen de poder oprobioso, violento y corrupto; y por supuesto, se beneficiará el propio Iván Duque, quien en una especie de “serendipia política”, tiene hoy una clara opción de convertirse en Presidente de la República de Colombia, por ser el elegido de Uribe. El mismo Duque debe saber que entrará a empellones en la historia política del país gracias a la “designación” que le hiciera el caballista, latifundista y ex presidente de Colombia.
Quienes votarán en blanco y a pesar de rechazar a ambas campañas, terminarán legitimando las acciones y decisiones de Estado adoptadas entre 2002 y 2010, lo que incluye, por supuesto, el debilitamiento de la institucionalidad democrática por cuenta de la concentración del poder en las manos del entonces Presidente Uribe Vélez. Huelga recordar el agrio enfrentamiento con la Corte Suprema de Justicia, así como las chuzadas del DAS, episodio este que confirmó la penetración paramilitar en esa instancia de poder y en otras entidades estatales.
Mientras que la campaña de Duque arrastra los problemas éticos y morales de todos los partidos y los políticos profesionales que se le adhirieron, la de Petro Urrego hala las decisiones adoptadas durante su paso por la Alcaldía Mayor de Bogotá y las lecturas ideologizadas que se hacen de su pasado como miembro del M-19. Olvidan quienes recuerdan su paso por esa agrupación subversiva, que por las circunstancias del contexto de los años 60, el levantamiento armado estaba más que “justificado”. Parece que igualmente no recuerdan que fue amnistiado e indultado por el Estado y el que el propio Uribe Vélez apoyó en su momento tal decisión jurídica y política. Es más, dejan de lado que dentro del Centro Democrático militan ex compañeros de Petro. En esa línea, al parecer habría un doble rasero para medir y calificar aquello de “haber sido guerrillero”.
Así entonces, votar en blanco este 17 de junio constituye, sin duda alguna, en una decisión que de manera soterrada, terminará beneficiando a quienes tanto daño le han hecho al país, a la sociedad y a los ya complejos procesos civilizatorios echados a andar de tiempo atrás.
Votar en blanco es un error y obedece a una actitud mezquina, incoherente, cobarde, propia de quienes a pesar conocer y reconocer los hechos delictivos y de las erradas políticas económicas, ambientales y sociales adoptadas durante el periodo presidencial 2002-2010, son incapaces de castigar tanta ignominia, votando por una opción de poder que, a pesar de miedos, incertidumbres y prevenciones, puede hacer posible proscribir el ethos mafioso que se entronizó en las relaciones Estado, Sociedad y Mercado.
Votar por Petro no nos convierte en “petristas”, y mucho menos nos convierte en “guerrilleros vestidos de civil”. Por el contrario, entregar el voto al candidato de la Colombia Humana constituye una verdadera resistencia social y política en contra del proyecto neoconservador en lo social y neoliberal en lo económico que agenciará Duque, en nombre de Uribe, Ordóñez y Vargas Lleras, entre otros.
*Comunicador social y politólogo