El día de la discordia
El pasado 26 de septiembre será recordado como el momento en el cual la historia de Colombia comenzó a cambiar. Ese día, miles de hombres y mujeres presenciamos una ceremonia de menos de dos horas en la ciudad de Cartagena que nos ayudó a recobrar la esperanza en el presente y el futuro de este país. Tuvimos la certeza de comenzar a transitar a una Colombia democrática, respetuosa de la dignidad, los derechos humanos y los derechos de los pueblos.
Pero, también pudimos ser testigos de la indiferencia de millones ante el hecho de la firma del Acuerdo Final de Paz —Acuerdo, no ya de La Habana, sino el Acuerdo de Cartagena, el nuestro—. Los grandes medios de comunicación, insaciables, como es su costumbre, siguen pidiendo gestos de paz, incluso ahora cuando callaron los fusiles. Unos pocos guerreristas, de forma cínica, pretendieron banalizar la valerosa petición de perdón realizada por Rodrigo Londoño Echeverri, en nombre de las FARC, a todas las víctimas derivadas de sus acciones, la cual debió hacer también el presidente Juan Manuel Santos, porque esta guerra ha sido de dos bandos. Lastimosamente, otra vez las víctimas de crímenes de Estado deberán esperar.
Horas después, cuando nuestro corazón aún vibraba de emoción recordando el canto valeroso de las mujeres cantoras de Bojayá, víctimas cuyo su dolor han convertido en denuncia y resistencia, los noticieros centraban su atención en otro tema: la discusión sobre cuándo comenzaba el famoso Día D, teniendo en cuenta que muchas de las medidas del punto cuatro sobre fin del conflicto están asociadas a este día. La pregunta central durante la semana es una ¿cuál es el día D? Sobre ello hay distintas interpretaciones.
En el Acuerdo final el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo (CFHBD) inicia el día D a la Hora H, así como el cronograma siguiente, por ejemplo el inicio de la concentración de los guerrilleros de las FARC en las Zonas Veredales Transitorias de Normalización y los campamentos, el cual debe llevarse a cabo a partir del día D+5. O el transporte de las armas de acompañamiento, del armamento de las milicias, las granadas y municiones, por parte de los integrantes de las FARC hacía las Zonas el cual tendrá lugar del día D+7 al día D+30. También establece como entre el día D+10 al día D+60 se realiza la destrucción del armamento inestable guardado en depósitos (caletas) previamente geo-referenciados, bajo el cumplimiento de los protocolos de seguridad definidos, destrucción ya iniciada según lo han informado las partes. Finalmente está el día D+180 en el cual culmina la dejación de armas e inicia la otra etapa de desmovilización y reintegración.
La discusión me parece insulsa ante la magnitud del hecho cierto de la voluntad de paz por parte de las FARC. ¿Realmente necesitamos más gestos de paz?
Este tema es muy técnico y depende de otros factores, entre ellos la misma realización del Plebiscito. Si bien ya se dio la firma oficial del Acuerdo Final, este solo tendrá obligatoriedad para el presidente a partir del día 3 de octubre si la ciudadanía apoya votando sí.
El mismo texto del Acuerdo señala como el día D surge del resultado de la Firma del Acuerdo Final, es decir, al día siguiente, con lo cual tenemos que los tiempos comenzarían a contar a partir del pasado martes 27 de septiembre —en la página 194, en el punto 2 parece estar claro— Sin embargo, posteriormente en la página 243 el mismo Acuerdo señala textualmente lo siguiente: “Para efectos de la DA (dejación de armas), al día de la entrada en vigor del Acuerdo Final se le denomina “día D”. (cursiva y negrilla por fuera del texto original).
La interpretación hecha por las FARC es coherente: el Acuerdo Final solo entrará en vigor el próximo dos de octubre cuando los colombianos y colombianos le demos el respaldo mayoritario con el sí, refrendándolo de conformidad con lo dicho por la Corte Constitucional, al establecer el carácter del Plebiscito como de obligatorio cumplimiento para el presidente. Es decir, si llegara a ganar el no —poco probable, pero no se puede descartar— Juan Manuel Santos no podría implementar ninguna de las acciones acordadas así se haya firmado por ambas partes. En tal sentido, es apenas lógico que las FARC haya tomado esta segunda interpretación como elemento de partida para la concentración en las zonas de normalización y campamentales.
Sin embargo, debo decir que la discusión me parece insulsa ante la magnitud del hecho cierto de la voluntad de paz por parte de las FARC, la cual se ha evidenciado en los últimos acontecimientos: la decisión unánime de la Décima Conferencia de refrendar el Acuerdo, el cumplimiento del cese de hostilidades, el inicio de destrucción de artefactos explosivos, la entrega de los menores de edad, la petición pública de perdón a las víctimas el 26 de septiembre ¿realmente necesitamos más gestos de paz? Entre otras cosas, según se ha conocido por los mismos negociadores del gobierno, el proceso de adecuación logística de las Zonas Veredales Transitorias de Normalización y los campamentos no ha comenzado y esto es fundamental para iniciar el proceso.
No es sensata, después de más de cincuenta años de guerra, la preocupación principal sobre el día D. El formalismo sirve para cumplir los protocolos y dar seguridad a los Acuerdos, pero no puede servir para seguir sembrando cizaña y favorecer a quienes se oponen al proceso, eso no es serio. Lo realmente trascendental será este 2 de octubre, cuando salgamos millones a decir con toda confianza SÍ queremos la paz.
*Defensora de Derechos Humanos. Directora Corporación Jurídica Libertad.