Elecciones en el Pacífico: la ciudadanía contra las maquinarias
A las dos de la madrugada del viernes 25 de octubre cuatro buses repletos cruzaron la calle San Francisco de Itsmina, Chocó, preguntando por un hotel de propiedad de la familia de Jaison Mosquera Sánchez. Mosquera es un ex alcalde y político local muy poderoso que aspiraba nuevamente a la alcaldía en cabeza de una coalición entre el Centro Democrático, el partido de la U, Cambio Radical y el movimiento cristiano Colombia Justa Libres. Varias personas que estaban en un velorio notaron que era extraña la llegada de tanta gente ajena al pueblo un día antes de las elecciones, por eso consiguieron, con la policía, detener y registrar los buses: el propio Jaison Mosquera apareció por allí y los foráneos declararon que eran miembros de la Misión de Observación Electoral, lo que se comprobó que era falso. “Si no es por el velorio nos meten ese gol”, dice un habitante que prefiere no revelar su nombre.
Al amanecer decenas de personas del común habían rodeado los buses, convencidos de que se trataba de un típico caso de trashumancia electoral orquestado por Mosquera. “Trasteo de votos” es como se le llama coloquialmente a este delito. En un video que circuló por varios noticieros se ve a la población interpelando a los pasajeros de los buses con respeto pero también con vehemencia: “Son bienvenidos en otra época, hoy no”. Mosquera perdió las elecciones al día siguiente, pero este caso es ilustrativo porque de cierta manera condensa lo que se vivió en todo el Pacífico durante esta jornada electoral: una lucha de la ciudadanía contra las maquinarias corruptas, en ciertos puntos de manera espontánea y visceral, en otros de manera organizada en torno a candidaturas independientes y proyectos alternativos.
Los resultados son interesantes en ese sentido. En Buenaventura ganó la alcaldía Víctor Vidal, uno de los líderes del paro cívico de 2017, quien logró despertar el entusiasmo de las organizaciones sociales y los consejos comunitarios en el puerto derrotando a los partidos más fuertes con una cómoda ventaja de casi cuatro mil votos sobre el segundo candidato. El triunfo de Vidal puede leerse en clave del hastío que la población local tiene hacia los políticos tradicionales, que han convertido el puerto en una fábrica de escándalos y desfalcos al presupuesto. Los alcaldes de los últimos cuatro períodos han terminado presos por actos de corrupción mientras la ciudad carece de servicios básicos como el alcantarillado.
En Tumaco, donde el sacerdote Arnulfo Mina había punteado siempre en las encuestas, las maquinarias y la compra de votos se impusieron el día decisivo a pesar de múltiples denuncias. Emilsen Angulo, la pupila del corrupto inhabilitado Neftalí Correa, ganó bajo el aval del Partido Conservador con el 26% de los votos, seguida por Éver Castillo con el 24%. El padre Mina ni siquiera alcanzó al tercer puesto porque cuando la mitad de las mesas ya estaban escrutadas sorpresivamente fue superado por Libio Cornejo, quien obtuvo el 20% de la votación. No obstante, según la registraduría Mina obtuvo más de 10.000 votos, lo que es toda una proeza para un candidato que hizo su campaña sin recursos, apelando a la opinión y la conciencia de la ciudadanía.
El movimiento de los paros cívicos demostró en cambio que se puede aspirar a algo más que bloquear las calles
Otros lugares del litoral vieron triunfar coaliciones ajenas a las maquinarias tradicionales, como ocurrió en Guapi, Cauca, donde Marino Grueso ganó la alcaldía en medio de una tensa situación de amenazas y tensiones violentas, puesto que esta pequeña ciudad de la costa caucana ha sufrido un incremento brutal de la violencia en los últimos meses. Grueso aspiró apoyado por la Unión Patriótica, el partido FARC y Colombia Humana. “Fue seminarista y en las elecciones pasadas se lanzó también por la Unión Patriótica”, explica un líder social de la zona al que consultamos para esta nota. “Le truncaron el camino inventando falsos testimonios de que era miembro activo de las FARC y había participado en una acción armada en Gorgona. Lo capturaron en plena contienda electoral y a pesar de todo sacó la segunda votación, ha estado metido de lleno en el movimiento étnico y popular del Pacífico”. En Turbo (Antioquia) ganó el candidato Andrés Felipe Maturana, apoyado por el Polo Democrático y el movimiento MAIS, derrotando a una coalición del uribismo con Cambio Radical y la U que parecía triunfadora.
No obstante, Chocó es el departamento del continuismo y de las maquinarias del partido liberal, que puso alcalde en doce municipios y además llegó al palacio municipal de Quibdó en una coalición con el partido Verde y Conservador, en cabeza del médico Martín Emilio Sánchez. El ex gobernador Patrocinio Sánchez Montes de Oca, famoso por su turbio pasado de vínculos con paramilitares y una condena por peculado, intentó volver a la gobernación pero perdió contra el liberal Ariel Palacios, una ficha del barón electoral Nilton Córdoba.
En diferentes puntos del departamento se reportaron disturbios causados por la indignación de grupos ciudadanos frente a actos de corrupción como la compra de votos y los cambiazos. Desde Carmen de Atrato se informaba de graves choques con la policía que se prolongaron hasta la noche luego que miembros de las comunidades indígenas se tomaran la Registraduría en un acto de protesta. En el municipio de Lloró grupos indignados de ciudadanos denunciaron que encontraron en la calle bolsas llenas con votos provenientes de las comunidades indígenas más alejadas que habían terminado en la basura.
La realidad se impone. Las lógicas electorales no son fórmulas, ni consecuencias matemáticas de las votaciones anteriores. La Colombia Humana, el partido del senador Gustavo Petro, que obtuvo votaciones masivas en toda la región cuando fue candidato a la presidencia hace un año, no consiguió esta vez mayores victorias en el Pacífico. El movimiento de los paros cívicos demostró en cambio que se puede aspirar a algo más que bloquear las calles con el triunfo de Víctor Vidal en Buenaventura, pero también aprendió que sin estrategias más agresivas para frenar y denunciar las maquinarias es muy difícil disputar la contienda en lugares como Nariño o Chocó, donde los caciques controlan todos los eslabones, desde la compra de votos hasta el conteo en la Registraduría. No obstante, el gran inconformismo de ciudadanos comunes y corrientes que denunciaron e impidieron fraudes electorales -como el de Itsmina- fue algo masivo y espontáneo en muchos puntos de la región, un síntoma sin duda de que el clientelismo ya no es una fuerza imparable e intocable.