La No Violencia contra la mujer se convierte en grito de unidad del Norte del Cauca
Organizaciones campesinas, indígenas, afros, urbanas, LGTBI y estudiantiles conmemoraron con una gran marcha este 25 de noviembre, Día Internacional por la No Violencia contra las Mujeres, en el Norte del Cauca. Convocadas desde el Tejido Mujer de la Çxhab Wala Kiwe (Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, ACIN), Mujeres Diversas, Red de Mujeres del Norte del Cauca y otras diez asociaciones, más de 3.000 mujeres acompañadas de sus familias marcharon desde Santander de Quilichao hasta Villarrica en chiva y a pie al grito de “Ni una más, ni una menos, vivas nos queremos” y “La paz no puede costarnos la vida”. Desde muy distintos postulados, ideologías y cosmovisiones, la defensa de la vida y la dignidad de la mujer puso codo con codo a organizaciones y seres humanos que encuentran más difícil caminar juntos hacia otras metas.
«Nuestra protesta es contra un Estado que amenaza la autonomía de los pueblos indígenas y negros»
Entre las 8 y las 9 de la mañana, bajo la lluvia, unas 12 chivas cargadas hasta la capota provenientes de distintos resguardos, consejos comunitarios y zonas campesinas orillaron frente la Yat Wala –Casa Grande- de la ACIN en Santander de Quilichao. Desayunadas y reencontradas, mujeres del ámbito rural con mujeres de colectivos y sindicatos del ámbito urbano, dieron inicio a la procesión de chivas que atravesó festivamente la caliente Santander y avanzó hasta cerca de Villarrica. Allá, estos miles de niños, niñas, mujeres, hombres, mayoras y mayores empezaron a marchar por el derecho a territorios libres de violencia contra las mujeres, por el derecho a la movilización y a la protesta social, por la vida de las 455 lideresas y líderes sociales asesinados y por la defensa de la consulta previa y la consulta popular. Uno de los reclamos más fuertes de la acción: el derecho a ser y conformar familias diversas. En un grito casi afónico debido a la situación que vive el llamado proceso de paz, se anexaban a los motivos de la movilización la implementación del Acuerdo Final de La Habana y la continuidad de la Mesa de Negociación entre el gobierno y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Contra todos los tipos de violencias
“Ésta es una movilización pacífica en la que queremos hacer sentir nuestra voz de protesta por los diferentes actos violentos que vivimos dentro de nuestros territorios, actos que traen muerte”, afirma Alba Nelly Trompeta, coordinadora de la Yaja Familia del Cabildo Indígena Nasa de Corinto. Alba Nelly lleva aproximadamente medio año liderando los esfuerzos por armonizar las familias y las mujeres violentadas de este resguardo profundamente afectado hasta hoy por la guerra. En este corto tiempo ha acompañado ya diez casos de violaciones a menores y “muchos, demasiados”, casos de distintas violencias contra mujeres. Y es que los colectivos de mujeres del Norte del Cauca hace tiempo que han reconocido y trabajan, no solo las violencias sexuales, físicas y psicológicas que se dan en las comunidades sino también otros tipos de violencia, comola económica o la política.
Rosalba Velasco, representante legal de la Çxhab Wala Kiwe, confiesa: “El trabajo no es fácil, en mi caso, este periodo en que estoy en la ACIN, al lado de siete varones debo decir –los siete consejeros de la ACIN-, hemos logrado hablar de estos temas de manera abierta, hemos hecho tres tulpas para que las autoridades y equipos jurídicos de los territorios puedan comprender qué son las violencias y qué tipos existen”, testimonia. “No sé si es ceguera política o de pronto no hay mucho conocimiento sobre lo que son realmente las violencias, pero a menudo no se entienden, no se asumen y no se hace justicia como hay que hacerla”, denuncia Velasco, nasa de largo recorrido caminado en la pelea por los derechos de la mujer indígena. Realista y preocupada, la lideresa nasa también aporta buenas dosis de esperanza: “Creo que se está logrando entender y se ha generado la posibilidad de que ellos también empiecen a orientar el qué hacer con los casos sobretodo de violencia sexual que están en aumento, y los casos de violencia intrafamiliar: es una ganancia importante”.
A la una y media, la gran caravana diversa llegó al peaje de Villarrica donde con la colaboración de la Guardia Indígena e Interétnica bloqueó el tránsito de la panamericana durante unos minutos para hacer su pronunciamiento. Además de la lucha contra la violencia machista, contra las violencias que también significan la minería o los cultivos extensivos en los territorios, la movilización dejaba claro que “nuestra protesta es contra un Estado que amenaza la autonomía de los pueblos indígenas y negros restringiendo el derecho constitucional a la consulta previa, libre e informada”, del mismo modo que denunciaba “la falta de voluntad política” del Estado en la implementación de los acuerdos de paz. “Hoy nos unimos y caminamos contra las injusticias que adelanta este gobierno de Iván Duque en nuestros territorios”, explica Mayra Fernanda Mejía, mujer afro de Guachené y militante de la Red de Mujeres del Norte del Cauca, quien también denuncia que “se está construyendo una política pública departamental en el Cauca donde no se ha tenido en cuenta el capítulo étnico y donde estamos diciendo que aquí estamos las mujeres pero en medio de una diversidad y requerimos una atención especial para esas mujeres diversas”.
Organizadas desde abajo
Desde regiones alejadas como El Naya o Tierradentro, muchas hicieron más de 15 horas de viaje, en mula, en moto, en chiva y a pie, para poder marchar este 25 de noviembre desde Santander de Quilichao. Y es que cada vez son más los territorios, veredas, barrios y pueblos en los que grupos de mujeres buscan la manera de encontrarse, de formarse, capacitarse y organizarse para hacer frente a las situaciones de violencia que ya no hay cómo esconder.
Estudios realizados por Encuestas Nacionales de Demografía y Salud (ENDS), entre los años 2000 y 2010, muestran que alrededor del 70% de mujeres de entre 15 y 49 años han sufrido algún tipo de violencia de género alguna vez en su vida (física, psicológica, sexual y/o económica) en los departamentos del Cauca y Nariño. Y como comenta la representante de la ACIN, “los índices de violencia suben, no porque haya más casos, creemos, sino porque cada vez más las mujeres lo denuncian, por más que sea muy difícil y muchas quedan calladas”.
Con éste proceso de visibilización y señalamiento de las violencias, por más que sean dos o tres la que comienzan, el cansancio y la indignación llevan a muchas a consolidar caminos alternativos. A veces, como sucedió en el Resguardo de Yaquivá de Inzá Tierradentro, surge la necesidad de encontrarse y abrazarse cuando se da una situación extrema como el feminicidio y masacre que un comunero de este territorio cometió en abril de 2017 al asesinar a su mujer y sus dos hijos. De esa fuerte desarmonía las mujeres de la comunidad construyeron una Minga por el Derecho a La Vida de la que surgió el primer consejo de mujeres, el cual vela para que desde la Jurisdicción Especial Indígena se haga acompañamiento y justicia de los casos de violencias hacia las mujeres. Felizmente, ésta es una experiencia y un ejercicio que se están reproduciendo en otros resguardos de Tierradentro.
Otras veces, a través de vínculos de solidaridad es que se tejen redes de defensa de los derechos de las mujeres. María Geovani Musicué, comunera nasa del Resguardo Indígena Nasa Playón del Alto Naya denuncia: “Todas las mujeres de El Naya, que estamos en la lejanía, que nos vemos afectadas por los cultivos de uso ilícito, todas tenemos que hacer respetar nuestros derechos”. Musicué denuncia la difícil realidad por la que están pasando mujeres venezolanas que han llegado a su región para trabajar en la prostitución y que a menudo viven en situación de aislamiento. “Yo soy una de las que las ha hospedado y les ha dado una mano cuando han necesitado, pero no todas son abiertas a recibirlas”, cuenta. En esta región a diez horas en mula desde cualquier carretera, hoy se está empezando a gestar la necesidad de organizarse entre las distintas mujeres que la habitan, “será bueno que intercambiemos con las demás compañeras, que puedan venir a hacer capacitaciones las que ya vienen trabajando, por eso estamos aquí marchando”, afirma Musicué.
Feminismos y complementariedades
A esta gran marcha “está citada toda la familia porque las mujeres pertenecemos a un núcleo familiar, porque las violencias las siente toda la familia. Cuando perdemos a una comunera, a una líder, no solo perdemos a una mujer sino a un miembro de la familia y a una parte de la gran familia nasa”, explica Alba Nelly Trompeta, quien asegura no considerarse feminista. Irma Corpus, defensora de derechos humanos de la Zona de Reserva Campesina de la vereda del Carmelo, Caloto, tampoco se siente cercana al concepto de feminismo pero asegura que “desde la lucha campesina reconocemos los derechos de las mujeres y participamos de estos espacios que son muy importantes”.
La activista afro Mayra Fernanda Mejía, en cambio, hace énfasis en que “el feminismo no es un cuento de solo mujeres, ni mucho menos una cosa de anti-hombres, por el contrario, el feminismo nos compete a las mujeres, pero primordialmente a los hombres porque los registros nos dicen que los feminicidios son ataques de hombres a mujeres y en el momento en que los hombres entiendan el feminismo como tal vamos a poder salir adelante y mermar todo este maltrato”.
La mayora y sabedora ancestral nasa Carmen Vitonás de Toribío desconoce con un “no entiendo” el feminismo y considera que, si bien el machismo es “una enfermedad traída de afuera”, las situaciones de violencia machista “deben ser armonizadas a través de lo propio, a través de la espiritualidad, de nuestra cosmovisión nasa”. Si bien el feminismo no ha sido bienvenido en muchas comunidades indígenas –la mapuche es de las que ha construido una crítica más elaborada e interesante desde su propia cosmovisión- en tanto que, como el machismo, proviene de occidente y en tanto que aplicado en territorios ancestrales a veces puede resultar tener una raíz clasista, racista y colonial, las organizaciones indígenas, campesinas y afros han sabido entretejerse con los colectivos de mujeres diversas y feministas principalmente urbanos debido al contexto de violencia machista que vive en conjunto de la región. Y esta realidad de unidad ha sido puesta en evidencia con fuerza y de manera excepcional en esta gran marcha diversa.
Andrés Restrepo, estudiante de trabajo social de Univalle y representante de la comunidad LGTBI, reflexiona, desde su transexualidad, que “no podemos explicar el feminismo desde un enfoque teórico-académico, ese creo que ha sido el error más grande, querer que otras piensen como nosotras, hay que explicarlo desde las representaciones sociales de esas otras, lo que ellas creen y significan”. Profundizando en la diversidad de la marcha, la estudiante y activista asegura que “esa concepción tan natural que tienen las comunidades indígenas de decir que alguien que nace biológicamente chico o biológicamente chica no puede ir en contra de eso, lo que precisamente busca desequilibrar el colectivo LGTBI, puede representar a veces un desafío o un obstáculo. Sin embargo, pienso que el acercamiento se puede dar mucho más fácil con las mujeres que con los hombres indígenas”. Andrés considera que esa empatía que caracteriza los espacios cargados de energía femenina son básicos para ese encuentro con el otro, para “los procesos de sensibilización y capacitación en el sentido de entender esos respetos. Hace falta encontrarnos para conocernos más y el primer paso es que yo en mi casa, o en mi universidad o en mi comunidad, pueda encontrarme con la indígena y ella conmigo, y pueda explicarle qué es la comunidad LGTBI, qué es es eso de las chicas diversas, de ser una mujer distinta”.
Con acciones de visibilización y de encuentro cómo ésta es que se ha logrado en los últimos años, no solo en Colombia, uno de los países con mayor índice de feminicidios a nivel mundial, sino en todo el mundo, que aumente el número de mujeres que rompe la camisa de fuerza invisible en la que se encontraba y denuncie la situación de violencia o de discriminación en la que vive. Con un gran acto cultural y político, la marcha acabó en el parque central del municipio de Villarrica. “Juntas podemos seguir tejiendo y construyendo unidad, podemos seguir trabajando para que, en nuestras vidas, familias, casas, en la comunidad y en la organización logremos acabar con la violencia que afecta a mujeres, niñas y niños en todos los territorios”, terminaba Rosalba Velasco.