La violencia feminicida racista, capitalista y patriarcal
En el mes de julio de 1981 más de 200 mujeres reunidas en Bogotá, Colombia, durante el primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, declararon el 25 de noviembre como una fecha para rememorar la vida y las luchas de las hermanas Mirabal y para evitar el olvido de su escabroso asesinato, ordenado bajo el mando del dictador José Leónidas Trujillo, en República Dominicana en 1960.
Convertir en historia a las hermanas Mirabal, e impedir que sea olvidado el horror provocado por Trujillo, fue apenas una de las intenciones de hacer del 25 de noviembre una fecha emblemática. Como las Mirabal, todos los días cientos de mujeres son asesinadas en el mundo y sus muertes son apenas un registro ahogado en el universo de las cifras de las violencias que nos golpean. El 25 de noviembre se ha convertido en un grito colectivo, es la memoria de un pasado/presente y una acción política no solo para rememorar, sino para denunciar todas las formas de violencia que vivimos las mujeres.
El movimiento feminista, desde sus múltiples orillas, ha generado años tras años denuncias y acciones que han logrado colocar en el debate público de algunos contextos, la pregunta por los asesinatos de las mujeres y específicamente por los feminicidios o femicidios (como es nombrado en países como Guatemala). Estos han sido considerados como una manifestación de la estructura patriarcal que, entre otras cosas, autoriza a los socialmente construidos como hombres, a considerarse dueños y señores del universo de “cosas” entre las cuales se encuentran las “cosas-mujeres”.
Sin embargo, afirmaciones feministas tales como: “nos matan por ser mujeres” o “el patriarcado nos está matando”, se han quedado cortas ante las denuncias de feministas afrodescendientes y populares que, en el caso de Colombia, han evidenciado la necesidad de pensar los feminicidios y en general las violencias que viven las mujeres negras, indígenas y empobrecidas, articuladas a un análisis de clase y de raza.
Procesos como la Red Feminista Antimilitarista, la Red Mariposas de Alas Nuevas, la Colectiva Matamba Acción Afrodiaspórica o espacios como el Foro Internacional sobre Feminicidios en Grupos Étnicos-Racializados: Asesinato de Mujeres y Acumulación Global, organizado por Otras Negras y Feministas!, por el Colectivo Sentipensar Afrodiaspórico y por la Casa Cultural El Chontaduro, han reiterado que se hace necesario avanzar en análisis y acciones para denunciar las violencias y los feminicidios. No solo como un efecto del sistema patriarcal, sino además del racismo estructural y de las dinámicas del capitalismo en los territorios.
Para la Red Feminista Antimilitarista, el análisis político de los feminicidios en una ciudad como Medellín implica pensar que la recurrencia de los asesinatos, de las violaciones y de la tortura hacia las mujeres en esta ciudad están ancladas a las dinámicas del capitalismo neoliberal y por ende, con los efectos del militarismo. En la cartilla publicada como resultado de la investigación Violencia Neoliberal Feminicida en Medellín Perspectivas Políticas del Feminismo Popular ante el neoliberalismo (2015), la Red plantea: “las cifras más altas de los feminicidios cometidos en 2013 y 2014 se cometieron en los territorios urbanos como el centro de Medellín, donde actualmente se implementan con mayor firmeza macroproyectos de desarrollo urbano impuestos en el Plan de Ordenamiento Territorial que adecuan la ciudad para la implantación extranjera transnacional. […] A pesar que las instituciones gubernamentales, la fuerza pública y los medios de comunicación explican estos feminicidios como producto de la confrontación entre bandas o como hechos aislados, hoy hemos comprobado que en su mayoría los feminicidios son el producto de políticas para la expropiación del territorio urbano a las clases trabajadoras más marginalizadas de la ciudad: las amas de casa, habitantes de calle, trabajadorxs sexuales, vendedoras informales.
Por su parte, la Colectiva Matamba Acción Afrodiaspórica a través de acciones públicas, comunicados y en debates abiertos han denunciado el vínculo existente entre feminicidios, racismo estructural y capitalismo, para esta colectiva la recurrencia de los feminicidios en lugares como Buenaventura ha sido muestra de ello: «En medio del racismo estructural, la violación sistemática de derechos humanos hace de los cuerpos de las mujeres negras- afrocolombianas, campos de batalla estratégicos para menoscabar el tejido social de las comunidades impunemente.» (Comunicado público, 9 de noviembre 2013). En el 2016, esta misma colectiva, denunciando un caso de violencia sexual por parte de un profesor a una estudiante afrodescendiente en la Universidad del Cauca, señala: «Sabemos que este tipo de actos no se puede ver como algo aislado, sino como un patrón histórico que incorpora una simultaneidad de agresiones que perjudican la integridad de los cuerpos y mentes de las mujeres negras-afrocolombianas. Cuerpos que históricamente han sido expropiados, sobre-explotados, cosificados e hipersexualizados, como resultado de la articulación estructural del racismo, el patriarcado y el capitalismo.» (Comunicado público 15 de noviembre de 2016)
Así mismo, la declaración final del Foro Internacional sobre Feminicidios en Grupos Etnizados y Racializados (2016): Asesinatos de Mujeres y Acumulación Global, plantea: «en el foro analizamos conjuntamente el incremento de las diversas formas de violencia contra las mujeres y su relación con las dinámicas de acumulación del capital global que en América Latina tiene una expresión colonial y racista. En particular, analizamos cómo el feminicidio es funcional al despojo de la tierra, y al exterminio de las comunidades y Pueblos Indígenas, Negros, Populares, Urbanos y Rurales. Este despojo tiene formas crueles y sangrientas en áreas pacíficas colombianas producto de la imposición del modelo destructivo del desarrollo.»
Entender los feminicidios y las violencias hacia las mujeres a partir de un análisis imbricado de las opresiones por raza, clase y sexo es una necesidad inminente, en la que se hace necesario un papel más activo del movimiento social y de los feminismos. Si es que queremos salir del rechazo histórico a escuchar las denuncias de las mujeres negras, indígenas y populares. Esto por supuesto hace ineludible un desacomodamiento de ciertos lugares de confort, por ejemplo, en la relación con financiadores, que por un lado ponen los recursos para hablar de los efectos del patriarcado y del amor romántico y, por el otro, financian la esterilización forzada de mujeres empobrecidas y racializadas del “sur” global. La expansión del puerto de Buenaventura o la construcción de la Acuapista del Pacífico que pasa por encima de las comunidades, asesinando a las mujeres para lograr sus objetivos.
En Colombia, y seguramente en muchos contextos más, las violencias hacia las mujeres son sexismo, racismo estructural y capitalismo; son amor romántico heterosexual, apropiación de los cuerpos de las mujeres y acoso callejero. Pero también son extractivismo, macroproyectos de desarrollo urbano, colonialidad, expansión del capital y son nuestra historia de colonización vigente y presente en la afirmación oculta de que hay vidas y experiencias que importan y otras que no.
*Historiadora. Magister en Estudios de Género. Forma parte de Revista Marea.