Las verdades sobre el etnocidio

El esclarecimiento de la verdad normalmente se ha centrado sobre hechos de violencia generados en el contexto de confrontaciones armadas, por acciones de las dictaduras o por un acto específico de atropello a los Derechos Humanos, como el caso de los  43 desaparecidos de Ayotzinapa-México, para lo cual se creó la “Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia”.

En Canadá nos encontramos con un caso distinto, con otro tipo de violación de los Derechos: el acto sistemático de asimilación cultural de los indígenas, es decir, de un etnocidio, a través de las Escuelas Residencias o Internados Indígenas regentados por instituciones religiosas cristianas,  en su mayoría Católicas y el resto por otras Iglesias, en alianza con el Estado. Para ello también se constituyó la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá, la cual terminó funciones el 18 de diciembre de 2015, continuando con su  labor el Centro Nacional para la Verdad y la Reconciliación.

Esta experiencia ha de inspirar a un país como Colombia donde se impuso la misma estrategia de cristianizar y civilizar mediante los internados indígenas. Espacios que  también fueron destinados a la prohibición de las lenguas nativas e instaurar la obligatoriedad de la castellanización, la negación de las creencias y prácticas rituales propias para moldear sus conciencias en la matriz cristiano-católica, avergonzarse de sus formas de vida y asumir las prácticas económicas y sociales de la sociedad autodenominada civilizada.

Con dicho instrumento se instauró una etnofagia, respecto de la cual ha primado el silencio y con él la impunidad, pues no se ha tomado conciencia de las implicaciones que ha tenido para los pueblos indígenas estas prácticas, consideradas normalmente como acciones positivas de expansión de la civilización y salvación. Acción realizada en plena instauración de los modernos Estados Nacionales que desarrollaron la ecuación de C + C = E; es decir, Civilizar más Cristianizar igual a Etnocidio, de tal forma que desparecieran las identidades étnicas y emergiera la única identidad nacional. 

En Colombia, al igual que en Canadá, estos internados fueron gestionados con recursos públicos administrados por las instituciones religiosas, que retomaron la expansión de la cristiandad en los territorios considerados de “infieles”,  en el contexto de los Convenios de Misiones, iniciados al cierre del siglo XIX  y el posterior modelo de “Educación Contratada” en la cuarta parte final del siglo XX.

La penetración cultural, a través de los internados indígenas, fue la punta de lanza del de las políticas indigenistas, con el fin de integrar de manera acelerada, desde la infancia, a estos pueblos, al tiempo que el Estado promovía la colonización dirigida hacia los territorios considerados baldíos, declarados nacionales, desconociendo la propiedad ancestral de los nativos.

Hoy, se pregona  por parte de los pueblos indígenas sobrevivientes, el hacer memoria, para ello tumban estatuas que  rinden homenaje a los promotores del colonialismo, racismo e invasión territorial.  En Canadá hacen lo propio y lo refuerzan con quema de templos católicos, exigiendo que el Papa pida perdón, pues además hay indignación por las  centenares de tumbas no identificadas de niños encontradas en tales internados.

Qué bueno será establecer un proceso de esclarecimiento sobre los impactos que generaron tales internados indígenas en nuestro país. Como aporte este camino  invito a leer mi libro “Religión y Descolonización” en cuya segunda parte se hace un análisis de la vida en un internado indígena.  Lo pueden encontrar en  https://estudiosetnicos.org/religion-y-desconolizacion/

***Antropólogo, teólogo y doctor en Antropología. Exdirectivo de la UNICLARETIANA. Acompañante por más de 25 años a pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas en el Pacífico. En la actualidad Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente en Cali y asesor de la Comisión Interétnica de la Verdad del Pacífico (CIVP).