«Si el uribismo gana la Presidencia, nos toca irnos a todos del país»

El líder social y político de Bello León Fredy Muñoz le apuesta a un gobierno de transición para 2018 en el que no estará la izquierda, porque “no es nuestro momento histórico”. Con una fe inquebrantable en la gente, advierte de que ahora es el turno de hablar de paz urbana.

La situación política en Colombia vuelve a poner los imaginarios de las mayorías patas arriba. Mientras el sector más radical de la derecha -el que se autodenomina “de bien”- pone trancas al proceso de paz iniciado con las FARC y advierte de la posible toma del poder por parte de los guerrilleros; la izquierda -vista como el ‘enemigo interno’ desde la implantación de la doctrina de Seguridad Nacional- no deja de llamar a la reconciliación y a la lenta construcción de una nueva sociedad.

León Fredy Muñoz es un líder histórico que no tienen complejo en declararse de izquierdas. Es un reconocido tejedor de lo social en Bello (Antioquia) y miembro de una estirpe que vive y sufre las consecuencias de trabajar por lo colectivo. El propio León Fredy debe andar con mucho cuidado. Su posición vertical contra las mafias políticas (y las no políticas enredadas con éstas) en el municipio de Bello lo ponen en el punto de mira. Las coincidencias no parecen existir en tiempos de hostigamiento contra líderes y lideresas sociales y Muñoz vio como ocho sicarios intentaban matarlo el pasado 26 de septiembre después de que él denunciara que el alcalde, César Suárez Mira, había falsificado su título de secundaria. León Fredy está vivo gracias al blindaje del vehículo que le facilita la Unidad Nacional de Protección. Unos días después, el 1 de diciembre, Suárez fue detenido por agentes del CTI por la supuesta falsificación del título.

Hoy sigue plantando cara sin que la desesperanza aflore a sus palabras, quiere meter a «la gente buena» a hacer política, implicar a la sociedad y para ello habla de «ver cómo construimos con el otro» para lograr una mayor convergencia. Y esto se traduce en la necesidad de un Gobierno de transición con un posible Humberto de la Calle al frente. Firmemente convencido de su posición de izquierdas, cree que éste «no es nuestro momento histórico» y pide un «mensaje más tranquilo». Eso sí, sabe que si en 2018 gana el uribismo, él, y muchos como él, tendrán que irse del país. En su ‘pelea’, un objetivo: concienciar sobre la necesidad de la paz urbana como eje fundamental del proceso que se inicia tras La Habana.

Hablamos con John Fredy Muñoz, presidente en Antioquia de la nueva plataforma social Fenalpaz, en un centro comercial -“imagine, el que más vende en Colombia”- porque la multitud provee seguridad sin saberlo. A unos metros, un guardaespaldas; en la mesa, varios líderes con los que el político y líder bellanita lleva imaginando otro país desde hace años.
-Uno de los temores de la gente es si durante la implementación de los acuerdos de paz se va a repetir lo que ocurrió con la Unión Patriótica (UP). ¿Cómo analiza este momento?

Son dos momentos muy distintos. Yo conservo la esperanza que este momento sea totalmente distinto, pero depende de la ciudadanía que así sea. Sabemos que ahí tenemos que hacer un trabajo. Viene la reincorporación de las guerrillas, las FARC, seguramente el ELN y el EPL, pero también hay una figura muy importante que poco se ha tocado en este país, que es la paz urbana. Por ejemplo, el área metropolitana de Medellín concentra el 70% de la población, pero como el conflicto armado se ha visto más en los territorios, lo urbano no cuenta. Y donde más se asesina, donde más pasan cosas, donde la segregación social es más fuerte es en las grandes ciudades.

Si logramos que toda la ciudadanía, las organizaciones sociales -por eso Fenalpaz juega un papel tan importante- y políticas podamos converger… la historia será distinta. Esa es la manera de blindar un poco a los líderes y evitar el asesinato de personas.

La paz urbana tiene que jugar un papel fundamental en este proceso. Sólo en el área metropolitana de Medellín hay más de 500 combos al margen de la ley que obedecen en su inmensa mayoría al Clan de Golfo, los Urabeños, los Gaitanistas… les cambian el nombre pero son los mismos y aquí se centralizan alrededor de la ‘Oficina de Envigado’. Esa gente también ha mostrado deseos de meterse en un proceso, de que el Gobierno los escuche… Si entramos a reflexionar sobre la paz urbana eso también podría trasladarse a los territorios y es la única manera de que dejen de matar a los líderes políticos y sociales de izquierda, a los alternativos.

La historia hoy tiene que ser distinta. Aquí es también donde a la sociedad le toca meterse a ser veedora de la implementación de los acuerdos. Especialmente, en uno de los puntos, el de cómo desmontar el paramilitarismo…

– Pero la realidad es que la mayoría de los ciudadanos no fue a votar en el plebiscito, que de los que fueron la mitad dijo No, y que la mayoría parece estar en otro cuento. ¿Cómo movilizar y hacer que la sociedad entienda que tiene que hacer algo, que tiene que participar?

Yo no soy tan desesperanzado de la sociedad. Hay una sociedad apática por muchas razones. Los políticos hemos hecho mucho para esa realidad. En el plebiscito votamos 13 millones de 34 que podían hacerlo, una minoría. Y de esos 13 la diferencia fueron 50.000 votos. Pero si se profundiza en por qué votaron así vemos que unos lo hicieron engañados, otros por unos temas específicos, pero no realmente porque odien la paz o porque sus intenciones o naturaleza sean violentas. Hay un pedazo del país, que no es la mayoría, que todavía encara la violencia, que todavía obedece a esas lógicas, más enfocados en el Centro Democrático, y no todo el Centro Democrátic. Son más esos uribistas radicales que están ahí, pero la mayoría de la sociedad quiere otra cosa. Lo que tenemos que ver es cómo mandamos el mensaje real a esa mayoría.  Tenemos que ser inteligentes, creativos, para poder mandar mensajes que lleguen a la gente.

Y los de la izquierda no podemos seguir con el cuento de que este es el momento de la izquierda, que somos los puros, que si no hay izquierda no hay nada… Yo creo que ese discurso hay que cambiarlo y tenemos que mandar un mensaje distinto, mas de convergencia, de buscar un gobierno de transición. Un mensaje más tranquilo. No podemos insistir en que el problema es el otro… hay que ver cómo construimos con el otro, así sea el otro distinto.

Si sabemos mandar esos mensajes podemos alimentar una sociedad que se movilice. Pero es que… la izquierda ha sido sectaria, radical. Hoy, en pleno siglo XXI, ese socialismo clásico hay que cambiarlo y si no lo hacemos… nos jodemos. Ahí sí que es cierto que nos aniquilan a todos. Hay que dar luchas, hay que denunciar, pero también hay que mandar mensajes tranquilos a la gente a ver si generamos la esperanza.

-¿Cómo explicar a la gente de la ciudad que el conflicto no solo está en el campo, que está en sus barrios?

Hasta ahora el ejercicio ha sido generar la reflexión. La gente no cree que el problema esté aquí (en las ciudades) pero lo padece a diario. Y no podemos dejar que a la gente se le vuelva tan natural que la extorsionen, que el pagadiario del 20% sea lo normal en la gente humilde… No podemos permitir que las arepas, los embutidos, los quesos, sigan siendo un monopolio de una organización armada.

Toda esa reflexión tiene que ir calando, así como otros temas fundamentales, como la agresividad de la gente. En Antioquia la accidentalidad no es un tema gratuito, es un tema que obedece a unas lógicas de problemas urbanos, y es que la gente es intolerante. Ya se solucionó el problema del campo, las guerrillas hoy no están, están haciendo política, eso es lo que hay que decirle a la gente. Cambiar el chip, la guerra ya no está allí. Hablemos de la ciudad.

La paz urbana no es solo el acercamiento y la negociación con los miembros de esas organizaciones, sino cómo todo el núcleo social se ve afectado por ese conflicto urbano. Los muchachos que no pueden acceder a una universidad pública, que no pueden estudiar o acceder a un primer empleo porque no tienen experiencia… como sociedad organizada y como institucionalidad tenemos que entender que eso también es un problema urbano y que lo que genera es un caldo de cultivo para cierto grupos.

-¿Y el Gobierno es consciente de eso?, ¿se puede transformar algo sin que la institucionalidad sea consciente de ello?

Es que tenemos que obligar al Gobierno a que lo vea. Lo primero es eso. Si el Gobierno no es consciente y no quiere el acercamiento con esos grupos para poder empezar a generar otras condiciones, entonces es imposible. Pero ahí es donde está la sociedad organizada para explicarle eso a los gobiernos. Se ha demostrado con las marchas que se puede. Hay que mandar un mensaje de esperanza. Yo tengo mucha esperanza y creo que se puede hacer algo.

-En todo ello también hay un problema de ética ciudadana. Dice que parece que toda esa vida criminalizada se ha naturalizado. ¿Hay un trastoque de valores desde hace años?

Sí hay un trastoque que se ha vuelto cotidiano. Ese el cuento de los valores y de la ética. La política ha hecho una jugada asquerosamente oportuna para seguir incrementado eso. La gente ve al político que roba. Hemos visto una clase política totalmente corrupta, podrida, en este país y, sobre todo, en Antioquia y en Bello. La ciudadanía tiene que organizarse: ¡Jóvenes, ustedes tienen que hacer política! Y ellos responden que la política es asquerosa. No es así: hay unos políticos asquerosos, pero lo importante es cómo nos metemos la gente buena a hacer política. A gente distinta, con sueños.

-Se ha estigmatizado a los líderes sociales como usted tanto o más que a los guerrilleros, ¿sería necesario también un proceso para su reintegración a la sociedad?

No, yo creo que nos han estigmatizado precisamente porque la guerrilla existía. Para nosotros los de izquierda, los que no somos guerrilleros, nos estigmatizan con eso. Pero ahora que van a dejar de existir los grupos armados guerrilleros y van a reintegrarse a la vida civil… entonces ¿de qué nos van a acusar a los líderes sociales y de izquierda? No van a tener como señalarnos. Vamos a cambiar el chip. Que existieran las guerrillas ha sido fatal para los líderes sociales o de izquierda porque siempre nos vinculaban a ellas.

– ¿De verdad cree que eso va a acabar, que ahora no les llamaran enemigos del desarrollo, de Colombia, antipatriotas..?

Depende del mensaje que se haga. Yo creo que puede terminar porque hay un interés muy grande de las FARC en aportarle a una sociedad distinta. En la medida que la gente vea que lo que se está implementado funciona, entonces las cosas tienen que ir cambiando. Como cambió [la opinión pública] con Antonio Navarro. Cuando él empezó lo rechazaban y hoy es un tipo querido por todos lados, de la izquierda o de la derecha. La gente puede ir cambiando sus comportamientos en la medida en que vamos dando un buen ejemplo para eso. Lo importante es seguir caminando, tener claro para dónde va esto y, sobre todo, el trabajo de base y con los jóvenes que van a jugar un papel fundamental.

-¿Que cree de la institucionalidad, cree que la que tenemos es la que necesitamos?

Si no se gana en un Gobierno de transición la cosa se complica. Si el uribismo llega nuevamente al Gobierno, ahí sí las cosas con complicadas. Pero si hay un gobierno de transición, no de izquierda -porque yo sé que hoy no es la oportunidad de la izquierda-, que brinde las garantías necesarias para la implementación y al desarrollo real de los acuerdos en plenitud, entonces hay una oportunidad para todos los colombianos. Pero si gana el uribismo la presidencia, ahí sí, lo que nos toca es irnos a todos.

– Habla de un Gobierno de transición ¿para 2018?

Sí, claro. Si no tenemos un gobierno de transición olvídese de esto: aquí nos joden a todos. Soy el primero que me tengo que ir del país, me tocará a mi y a muchos otros. Pero yo tengo la esperanza de que se logre un gobierno de transición. De pronto es un [Humberto] De la calle, un hombre tranquilo que puede dar garantías. Y con una fórmula vicepresidencial más progresista que salga de una consulta con muchos sectores sociales, tipo Claudia López, Clara López, Piedad Córdoba, Sergio Fajardo o Carlos Caicedo. Si hoy sabemos leer el momento histórico y lo asumimos con responsabilidad y tranquilidad, podemos hacerlo. Y esa lectura supone reconocer que este no es el momento de la izquierda. Tenemos que tener toda la claridad y toda la certeza. Hay que profundizar en los acuerdos, en la democracia y evitar que no nos sigan matando.

– Explíquele a un ciudadano colombiano medio que ve lo que pasa por televisión, por qué alguien como usted, que vive amenazado, con escoltas, tiene esta esperanza tan rotunda en el proceso de paz…

Mire, todo el mundo ve televisión y el 95% RCN y Caracol. Yo le digo a la gente, simplemente: «¿Cuánto hace que no ve por televisión ese derramamiento de sangre, esas masacres, cuánto hace que no lo ve?» Y entonces la gente se va dando cuenta de cosas. Uno tiene que decirle a la gente: “Venga… ensayemos otra cosa. Ya hemos ensayado mucho la guerra”. Y me dicen, sí pero a ti te pueden matar. Sí, a mi me matan, pero otros van a seguir.

«¡Venga, ensayemos otra cosa!». Ninguno de mi generación ha vivido un solo día de paz. Miremos… y, si no les gusta, pues volvemos a los fusiles, pero ensayemos a ver si podemos construir otra sociedad, distinta, más tranquila, más decente, donde podamos tener esperanza, donde los niños jueguen tranquilos, donde las fronteras invisibles desaparezcan, donde se pueda hablar con el otro a pesar de las diferencias. Yo creo que eso es posible y es lo que le digo a la gente. Vamos a ver…