¿Cuándo van a pedir perdón los militares?

Estoy sentado frente a este hombre al que el tiempo sólo le ha regalado coherencia. Llevaba este hombre muchos años lejos de Colombia y ahora que ha vuelto confiesa cierta angustia por el futuro y hay un rumor inquieto que perturba su presente. No sé toda su historia hasta unas horas después de compartir mesa y conversa. Conozco que fue torturado de las formas más crueles en la Escuela de Caballería del Ejército, en Usaquén. También su compañera. Cuando salieron tuvieron que huir de este país en el que creían y por el que soñaban.

La vida hace juegos no siempre amables y, tras conocer la historia de este hombre, pasamos en el autobús por delante de la Escuela de Caballería. Ahí está, en perfecto estado de revisión, a lado y lado de la carrera séptima, presumiendo de “Héroes multimisión” y de palabras tan vacías de ejemplaridad como “honor”, “valentía”, “patria” o “servicio”.

Más al sur, sobre la misma cicatriz urbana que atraviesa la ciudad, entrevisto a la hija de una víctima de crímenes de Estado. No hay justicia, tampoco reconocimiento… más bien una especie de “deje así”, de “no remueva”, de “ahora es tiempo de paz como para andar pidiendo “verdad y justicia”, menos para la quimera esa de las “garantías de no repetición”.

Mientras, los periódicos convencionales dicen que los militares ya están tranquilos con la recortada Jurisdicción Especial de Paz. ¿Cómo no iban a estarlo? Una vez borrada del texto la “responsabilidad de mando” y acotado el “conflicto” a las batallas entre Fuerzas Militares y FARC, quedará en la impunidad buena parte de los desmanes cometidos por los agentes pagados con nuestros impuestos. Sí, claro, pagarán y hablarán algunos chivos expiatorios, soldaditos y policías tan victimarios como víctimas de un sistema al servicio de intereses políticos, económicos y religiosos tan ocultos como visibles son en la sociedad sus protagonistas.

No puedo soportar esta falta de debate público sobre la responsabilidad de las Fuerzas Militares y, por tanto, también de los políticos que las han dirigido, en el profundo dolor causado a las sociedades que habitan Colombia. Miles de personas torturadas, miles de desaparecidos forzados (unos 5.000 serían responsabilidad directa de agentes del Estado), colaboración permanente y conocida con los escuadrones de la muerte paramilitares, miles de ejecuciones extrajudiciales, falsos positivos judiciales, montajes, persecución, espionaje y hostigamiento a sindicalistas, defensores de derechos humanos, abogados, estudiantes… ¿Cuándo van a pedir perdón?

No creo que baste con los perdones en susurros de Juan Manuel Santos, que ni han sido muchos ni han sido explícitos. Es necesario que los altos mandos militares y policiales reconozcan que no han sido lo que presumen ser (protectores de la vida y seguridad de las colombianas y colombianos) y que tienen una alta responsabilidad en la profunda herida que han dejado en nosotras las guerras que han atravesado al país en las últimas décadas. Ha sido sistemático y la negativa a asumir públicamente las responsabilidades también afecta a aquellos soldados y policías que se han dedicado con honestidad y valores a su tarea.

La victoria narrativa del periodo de Álvaro Uribe –sostenida y apoyada técnicamente desde el Imperio del norte- instaló en el país una idea: la responsabilidad de todo es de las FARC. Da igual que entendiéramos por “todo”, todo era atribuible a un solo enemigo. Lo demás, los abusos y crímenes de los miembros de la Fuerza Pública o del DAS o de la Fiscalía… eran –son- casos aislados. Manzanas podridas que lo que hacen es contaminar el democrático compromiso de estos héroes, nombrados así antes incluso de entrar al campo de batalla. Santos sigue utilizando el mismo argumento porque la negación es la única salida de un establecimiento que por acción o por omisión utilizó la guerra sucia militar y paramilitar como violento mecanismo de regulación de las relaciones entre el Estado y su propia población civil.

Las FARC cargan con muchas responsabilidades, pero nunca serán del mismo peso jurídico o moral que las que lastran a las Fuerzas Militares y a la Policía. Ellos estaban aquí para protegernos y, siguiendo la doctrina militar de la Seguridad Nacional impuestos por EEUU, convirtieron en su enemiga a una parte importante de la población. Aún sigue siendo así, aunque hay que reconocer que hay una nueva generación de oficiales más propensos a creer que la defensa de los derechos humanos es un valor superior al objetivo de ganar una guerra que se perdió el día que comenzó.

Las preguntas, a veces, arden más que las respuestas: ¿Cuándo van a pedir perdón?, ¿cuándo se va a convertir la Escuela de Caballería en sitio de memoria para honrar a los que allá sufrieron, en muchos casos, hasta la muerte?, ¿cuándo van a cambiar la doctrina militar los representantes del pueblo en el Congreso?, ¿cuándo van a compartir sus archivos los militares para que el país conozca buena parte de la verdad ocultada en estas décadas?

 

*Periodista y coordinador de Colombia Plural y de la Escuela de Comunicación Alternativa de Uniclaretiana.