¿Exorcismo masivo para Buenaventura?
Los recientes hechos de violencia acaecidos en Buenaventura, extremados con la violación y asesinato de la niña de once años, llevaron nuevamente a la indignación de sus habitantes expresada en la multitudinaria marcha que nos tocó las fibras a quienes fuimos espectadores desde la distancia. Junto a esta manifestación se expresó el desespero, pues un joven artista, con problemas de salud mental, en un forcejeo con un policía, causó la muerte de un comerciante.
Esta realidad de la violencia ha llevado al obispo católico del lugar a proponer la realización de “un exorcismo” a toda la ciudad, pues según lo expresó en los medios de comunicación, el “demonio” se ha tomado la villa-puerto sobre el Pacífico, por lo que realizará un baño de “agua bendita” desde un helicóptero de la armada nacional, en compañía de la alcaldesa y registrado por un periodista invitado.
Ante esta iniciativa, mucha gente no sale del asombro, dentro de los cuales me incluyo. Doy crédito a la buena fe del obispo, aunque él mismo duda de la efectividad de su idea –“a ver si de pronto exorcizamos, sacamos esos demonios que están destruyendo el puerto”-, o sea, él mismo reconoce que de pronto no se consigue nada.
Más allá de sus expresas intenciones, este acto está cargado de simbología política, teológica y social. El exorcismo será desde el aire, y los demonios serán conjurados mediante el poder trinitario: militar, ejecutivo y eclesiástico. Sin duda, nos remite a recordar escenas de un pasado medieval y colonialista en el que la fe religiosa declara la impotencia del ser humano y su no responsabilidad por el mal realizado, pues todo recae en un ser externo a la conciencia humana que encarna la maldad, engaña y seduce para dejar atrapada a la población de esta ciudad, que además es mayoritariamente de comunidades negras, por lo que esos descendientes de africanos vuelven a ser identificados como poseídos de Lucifer, tal como lo señalaron los esclavistas de antaño.
Que esta propuesta exorcista se realice desde una nave militar tiene connotaciones que desdibujan el papel funcional de este estamento público, que tiene a cargo garantizar la soberanía nacional y la integridad territorial. También lleva a pensar que la fuerza pública está apartándose del deber de proteger a la ciudadanía contra la violencia, porque ante “satanás” no hay fuerza pública que valga. Además, exime y legitima a quiénes a pesar del alto nivel de militarización existente en Buenaventura, no logran garantizar el control de la ciudad y por ende la seguridad ciudadana, por el contrario, como lo expresan testimonios de pobladores, son reiterados los vínculos entre delincuencia y sectores de las distintas ramas de la fuerza pública, un ejemplo es que en días recientes un juez envió a la cárcel al oficial subcomandante de policía de este Distrito acusado de “concierto para delinquir, secuestro extorsivo, concusión y cohecho”, como lo hizo público la Fiscalía.
Las intenciones del prelado, de acuerdo con sus declaraciones, respecto a acabar con “la violencia, la corrupción…” y otros males, coinciden con quienes buscan la tranquilidad y la justicia social en Buenaventura, pero el camino para lograrlo, mediante “exorcismo”, exculpa a quienes deben asumir las responsabilidades de cara al ordenamiento del Estado Social de Derecho, y tampoco convoca a la sociedad en general a tomar consciencia y repensar salidas a la crisis social.
El sentimiento religioso no se puede orientar a paradigmas donde el mundo está controlado por fuerzas en disputa, el Diablo contra Dios, donde los humanos solo son objetos del resultado de dicha confrontación, pues con ello se termina reforzando aquel otro referente según el cual, la inseguridad se debe a una contienda de actores ilegales, donde la institucionalidad es víctima y queda exenta de responsabilidad.
El “agua bendita” es esperada con ansiedad, pero no desde un helicóptero exorcista sino aquella que debe venir desde un acueducto, aún inexistente, para que se pueda prevenir la muerte causada por la impotabilidad del agua que se consume en Buenaventura.
**Antropólogo, teólogo y doctor en Antropología. Exdirectivo de la UNICLARETIANA. Acompañante por más de 25 años a pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas en el Pacífico. En la actualidad Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente en Cali y miembro del Comité Coordinador de la Coordinación Regional del Pacífico.