Las víctimas: personajes secundarios

Erik Arellana Bautista se dirigió al Congreso en nombre del Movice y sintió en carne propia el papel secundario que está reservado para las víctimas, en general, y para las víctimas de crímenes de Estado, en particular. Este es su relato.

Se habla mucho de “las víctimas” como una unidad, eso parece reflejar un pensamiento que busca darle uniformidad a un grupo bastante heterogéneo de seres con diferencias, culturales y políticas, con lecturas en algunos puntos encontradas sobre lo que ha sucedido en nuestro país. Como en Colombia son tantas las víctimas, nueve millones según el conteo oficial, les han dedicado por ley una fecha para “solidarizarse con ellas y escucharlas”. Coincidencialmente el 9 de abril se conmemora otro aniversario: el del magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán. Ese día “las víctimas del conflicto” son invitadas a múltiples espacios a contar lo que sienten y piensan. Muchos a través del testimonio, narran cómo -con esfuerzo- han logrado superar el daño que le han causado, que no guardan odio sino deseos de justicia y de saber la verdad, otras veces describen sus sueños por alcanzar un país en paz donde no haya que huir para conservar la vida.

Los eventos a veces están concebidos sin pensar a quién están buscando agradar o a quién pretenden desagradar. Eso pensé mientras veía a los hijos de Lara Bonilla y Luis Carlos Galán bailando al ritmo de un grupo de una joven cantautora en el púlpito del Congreso de la República.

Desde atrás, de pie, veía cómo las “víctimas invitadas” buscaban algún rincón y alguna silla en la que acomodarse, mientras el Ministro del Interior y los funcionarios que le precedieron como la directora de la Unidad de Víctimas Yolanda Pinto, o la encargada de la Unidad de Restitución hablaban de cifras, avances y resultados de su gestión. Los meseros entraban y salían constantemente llevando meriendas y viandas a los congresistas. La tarde iba consumándose entre retratos y autorretratos dentro el Salón que bajo la frase tallada en piedra afirma que los colombianos tendríamos derechos. Hablaron lo militares retirados, los sobrevivientes, las mamás de los hijos que reclaman a los desaparecidos por las FARC, cuya intervención se cerró con el aplauso de una comitiva del partido Centro Democrático.

Después de la presentación, por parte del señor presidente del Congreso, los pocos minutos que me permitieron estar ante el micrófono, experimentaba la sensación de ver a personas que asisten un espectáculo formal para cumplir con un requisito con el que están obligados pero en el que no están ni con el corazón ni con el cerebro. Era consciente de que no me estaban escuchando, sabía o presumía que estaba leyendo para otras personas no presentes. Los que estaban allí se habían negado a que las circunscripciones de paz y las curules para las “víctimas” fuesen posibles. Minutos antes de mi intervención, se había presentado un “proyecto de ley” para que esas curules revivan la posibilidad de que en los territorios afectados elijan un candidato que tenga voz y voto en el Parlamento desde el 2019. Minutos antes de la intervención, se me acercó un amigo y me contó de la captura de Jesús Santrich.

Descarga la Intervención Movice en la audiencia del Congreso 09 abril 2018

Poco o casi nada de lo que se dijera tendría resonancia, sin embargo mantuve la voz tan firme como me fue posible para no desesperarme ante el murmullo constante de conversaciones variadas y simultáneas. Ni ante grupos de estudiantes de universidad, con sus hormonas alborotadas, se experimenta tanto cuchicheo. Mi intención era recordar que eran ellos quienes habían puesto trabas a la implementación de los acuerdos. Que eran ellos los responsables de la tragedia que lleva a igualar en cifras la cantidad de parlamentarios colombianos a la cantidad de líderes sociales, activistas y defensores humanos que desde la firma de los acuerdos de La Habana han sido asesinados. Le recordé al ‘uribismo’ que la verdadera objeción de conciencia es a la guerra y no a la paz, y a la señora María Fernanda Cabal, que los crímenes de Estado habían sido denunciados en ese mismo congreso por Jorge Eliécer Gaitán, cuando expuso el caso de la masacre de las bananeras. Que la tendencia negacionista de la historia nos era presentada a través de falacias y mentiras y que en razón de eso se hace indispensable un examen de historia para poder ser senador o representante. Quise recordarles que este país merece y necesita verdaderos ciudadanos honestos y éticos.

Al salir del recinto, la señora Cabal me interpeló invitándome a una “controversia democrática” y acepté cordialmente su invitación, le pedí una fecha, una hora y un lugar para el encuentro. Un hombre a su lado me preguntó: “¿Y usted por qué no se limitó a hablar como víctima?”. Pensé en un capítulo de una serie de comedia, un reality show tal vez, con el temor que les echaran del concurso se habían quedado ahí dentro del escenario, dada la posibilidad que se ha abierto para que quienes se ausentaron en las votaciones sobre el proceso de paz, como son Uribe Vélez y Duque, pierdan la investidura como congresistas. Los personajes secundarios siguieron hablando para si mismos y yo salí del Congreso reflexionado sobre la frase que había escrito sobre el hilo rojo de sangre que marcaba la política colombiana y lo veía como el mismo tapete pisoteado del salón elíptico.

Hay noticias que opacan a otras, la investigación a Naranjo por el bombardeo, la vigencia de la investigación por falsos testigos a Uribe, las críticas desde la Fiscalía a la Jurisdicción Especial para la Paz, los recursos que no se sabe cómo han sido administrados por el Fondo Propaz. ¿Y las “víctimas”? ellas ya tuvieron su día como personajes secundarios para que los funcionarios demuestren su capacidad de gestión.