Lecciones no aprendidas
«La belleza es verdad y la verdad es belleza… Tal es cuanto
sobre la tierra conocéis, cuanto necesitáis conocer. »
John Keats
Los llamados Memoriales ubicados en la ciudad de Berlín son lugares destinados a recuperar para el presente el significado y la interpretación actual de lo ocurrido durante el periodo del III Reich. En la ‘Conferencia de Wansee’, hace 75 años se habían reunido para dar «solución» a la pregunta sobre el destino de los judíos en Europa. Allí se encontraron quienes determinaron el exterminio, quienes lo planearon sistemáticamente y quienes lo ejecutaron y lo llevaron hasta sus últimas consecuencias. La reunión fue presidida por Reinhard Heydrich, jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA). Adolf Eichmann fue quien redactó con detalle las actas y el protocolo de cómo llevarían a cabo el “plan”.
Muchos años transcurrieron y varios destinos tuvo el lugar hasta convertirse en espacio de memoria en 1992 tras el 50 aniversario de la ‘Conferencia de Wansee’. «Denkmal» dice una pequeña placa de metal incrustada en la pared. Monumento, en fondo blanco, con líneas y letras negras y un triángulo azul sobre un cuadrado que se apoya sobre una de sus puntas. Un «Denkmal» es una obra que debe ser protegida y recordada por el significado que ha tenido en la historia y por lo que ha ocurrido en ella. La reunión acontecida hace 75 años en este lugar marcó no sólo una época en la historia alemana y en sus habitantes, sino que dejó huellas en la humanidad, heridas que sirvieron también para que el horror se expandiera y el mal ejemplo se repitiera con «éxito» en otros lugares. La tranquilidad que hoy se respira en este lugar es la de la nostalgia infinita. Dentro están las fotografías de los hombres que hicieron posible el horror y también los testimonios de algunos de los sobrevivientes del holocausto, algunas imágenes de los campos de concentración y los trabajos forzados a los que eran sometidos los prisioneros. Una descripción minuciosa de la arquitectura y la ingeniería diseñada para llevar a cabo el «plan».
La mediateca lleva el nombre del historiador que recopiló cientos de documentos y propuso un centro de investigación sobre el nacionalsocialismo, Joseph Wulf. Transcurrieron 20 años desde que realizó su propuesta hasta que se puso en marcha. Al recorrer la exposición, los datos abundan al igual que las informaciones en las que aparece la palabra muerte asociada a la palabra judío. En la primera sala están los retratos de los ejecutores del plan de exterminio de los judíos europeos. Retratos en blanco y negro, que muestran a la luz las sombras de los cancilleres de Adolf Hitler, todos rígidos y serios, excepto tres o cuatro con una leve sonrisa cínica perfilada en sus rostros, de todas la más evidente es la de Eichmann.
Documentos, fotografías de los prisioneros, mapas que muestran los centros del horror en Berlín y sus alrededores. Una de las primeras imágenes que me congeló como el frío hielo de afuera fue la de dos mujeres que cocinaban al aire libre; una, la de la izquierda, pelaba una papas con un pequeño cuchillo, vestida con un overol enterizo, con las piernas extendidas sobre la tierra pelada, con una minúscula sonrisa y los cabellos ensortijados, concentrada en su labor. A su lado, otra mujer con un abrigo que le cubría sus piernas dobladas. También con la mirada fija en su vasija, lavaba las papas peladas. Entre las dos un costal a medio llenar las separaba y las unía en su propósito. Una carretilla y un zapato las separaban de la muerte. Varias decenas de cuerpos apilados unos sobre otros, todos muertos, cubiertos a medias, exponían el horror nuevamente. La fotografía fue realizada cuando el campo de concentración había sido liberado.
Allí dentro, durante el dominio nazi, fue un acto de resistencia documentar todo lo que acontecía, con fotografías, relatos escritos a mano, dibujos y poemas. Podrían haberles costado la vida a sus autores. Hoy son la prueba de lo acaecido. En poemas como «el último tren» versos como «increíble, vivo, yo vivo también” o en el titulado “¿Sabes tú, lo que es tener hambre?” todos los pensamientos se concentran en un pedazo de pan y en una oración: “¿Dios tuviste alguna vez hambre?”. Ilustraciones con carbón y diarios que fueron publicados después de los tribunales de los aliados al ganar la guerra contra los nazis. Un cuaderno de tapa negra, «Totenbuch» -libro de muertos de Mathausen-, utilizado en el tribunal militar internacional de Núremberg, lleva escrita a mano la fecha “10 de agosto de 1940 – 26 de marzo de 1942”. En letras tipográficas escritas a máquina se lee “U.S.A. vol 6 prosecution exhibits 251 vol 2. box 65”. En las páginas interiores cientos de nombres enlistados, con las descripciones del orden de ejecución, la palabra judío en segunda columna, el número que le había sido asignado a cada prisionero, el nombre y apellido, la fecha de nacimiento, la razón de su muerte, el día y la hora de su muerte y una última anotación sobre observaciones; cada uno de los más de seiscientos nombres y sus casillas escritos a mano.
Un mapa muestra los campos de concentración en territorios Nazis, un color rojo los diferencia de los que eran dedicados a ser campos de exterminio. Cientos de puntos rojos había a comienzos de 1944. Un año antes eran catorce campos de concentración y cuatro campos de exterminio. Otro mapa describe la cantidad de judíos deportados a los campos de concentración desde diferentes lugares de Europa entre 1941 y 1945, haciendo diferencia entre los lugares en los que hubo más de cien mil deportados de aquellos en los que hubo más de diez mil deportaciones. Un millón ochocientos cincuenta y tres mil judíos fueron deportados desde Cracovia. Casi medio millón desde Hungría. Las cifras descienden por miles asociadas a lugares como Macedonia, Eslovenia, Austria, Francia, Italia, Holanda y Bélgica. Decenas de fotografías documentan estas repetidas escenas desde los Guetos judíos. En uno de los trenes, pintado en uno de sus costados se lee: “Viajamos a Polonia a darle una paliza a los judíos”.
Hoy las víctimas son otras, mueren en silencio y lentamente, anónimas con una categoría que les roba la identidad. Refugiados les dicen, aunque no hayan recibido refugio alguno. Tras otras alambradas esperan el momento de cruzar, de llegar a alguna parte donde habite la esperanza. El frío cala los huesos, llega profundo y desde lo más interno sacude el pensamiento. Me pregunto cómo será entendido nuestro tiempo por las futuras generaciones, cómo serán recordadas las víctimas y qué lugar tendrán los victimarios. Ya que no hay asomo de justicia para los crímenes de estado, como lo escribió el poeta Keats, la verdad es la belleza que aún nos queda en la trastienda de la resistencia cultural.
*Poeta, documentalista y fotógrafo. Miembro de la Fundación Nydia Erika Bautista para los derechos humanos y del Movimiento H.I.J.O.S. Becario del Programa “Escritores en el Exilio” del PEN Alemania desde 2014 hasta la fecha.