¿Se acabaron los temores? Las esperanzas de los resistentes

La firma del Acuerdo de Paz no fue observada sólo por mandatarios internacionales y personajes de la política institucional. Cientos de líderes y lideresas de base festajaron y se asustaron desde las gradas. Estas son las voces desde abajo.

Un ruido ensordecedor hizo temblar la Plaza de las banderas de Cartagena, el cielo se sacudió. Las sillas, tribunas y cuerpos de los asistentes, también. Durante la ceremonia de la firma del acuerdo entre el Gobierno y las FARC, el discurso de Rodrigo Londoño (comandante máximo de las FARC-EP) fue interrumpido abruptamente y su imagen quedó registrada con una expresión que combinaba susto, asombro e impotencia. Fue el momento más inquietante -e inoportuno- del protocolo. La aparición tempestiva de las aeronaves de guerra fue luego justificada por el presidente, Juan Manuel Santos, como un saludo para la paz.

Londoño, alias Timochenko, no fue el único que se sobresaltó. Miles de asistentes al acto contuvieron la respiración en una jornada histórica que comenzó con una Cartagena poco usual, sin vendedores ambulantes, ni grupos de jóvenes bailarines haciendo su performance para conseguir algunas pesos. Hubo gritos en las calles. Sí, pero esta vez los profería un grupo no mayor a 30 personas, de acento nada caribeño, de ropas finas y gafas oscuras. Frente a la Plaza Pedro Heredia, los autoexcluidos de la fiesta llamaban al voto negativo en el próximo plebiscito del 2 de octubre. Sus voces quedaron realmente ahogadas frente a la imponente celebración.

Dentro, un espacio para los invitados más visibles y unas tribunas colmadas de diversidad: líderes comunales, de organizaciones de base, mayores palenqueros y mujeres activistas acompañaron cada momento del ritual con el valeroso mensaje de “¡sí se pudo!”. Ahí, atrás, había una fiesta con cantos, risas, arengas y selfies.

La fiesta no evitaba que las lideresas y líderes asistentes comenzaran a desgranar sus nálisis. “Para el Estado hay una moraleja y es que no puede seguir convirtiendo a estudiantes en guerrilleros o a trabajadores en guerrilleros… por tanto, moral, ética y políticamente el Estado está llamado a cumplir un rol importante y es a no sucumbir en la violencia a la hora de gestionar las diferencias con el opositor”, opinaba Hugo Paternino Espinosa, un colombiano residente en Madrid y que pertenece al Foro Internacional de Víctimas.

«Moral, ética y políticamente el Estado está llamado a cumplir un rol importante y es a no sucumbir en la violencia a la hora de gestionar las diferencias con el opositor»

Durante su discurso el presidente Santos elevó a Cartagena como la ciudad de la paz y Timochenko recordó a los desposeídos que habitan los cinturones de marginalidad de la ciudad turística. Mabel Sofia Candón Beltran, líder comunal del barrio El Pozón de Cartagena, recordaba que es, precisamente Cartagena, un territorio abierto a las guerras de la exclusión: “Estamos viendo mucha guerra entre pandillas, entonces, a raíz de esas peleas hay muchos niños que han muerto por balas perdidas, y por eso estoy aquí, para fomentar la paz”.

Desde otra perspectiva, Juvenal Torres Suarez, un indígena del pueblo Arhuaco, mostraba su optimismo de cara al futuro inmediato: “Hoy se termina la guerra, se terminan los temores de los 87 pueblos indígenas que existen en Colombia (esos son los reconocidos por el Gobierno, los pueblos suman hasta 102), ya no hay que sentir ese miedo que se sentía anteriormente”.

Frente a la bienvenida a la democracia que brindó el presidente a las FARC, algunos líderes consideran importante generar ciertas condiciones para garantizar una sociedad democrática hasta ahora esquiva. Creen que con la llegada del día D “vamos a tener más oportunidades de espacio, más tranquilidad, más inclusión… esperamos eso, porque no es solo decirlo, sino que se traduzca también en hechos y que, realmente, haya una verdadera participación de parte y parte para que pueda haber democracia”, apuntaba Erlyn Mena Córdoba, representante LGBTI Afrodescendiente que llegó desde el Chocó hasta Cartagena.

Cartagena

Fotos: Nelson Cárdenas / Presidencia

La presencia de organismos internacionales conjugó con el toque cosmopolita de la ciudad amurallada que deja un mensaje de aprobación y respaldo a este proceso. “Estamos llenos de esperanza, de emoción y admiración porque hemos visto que Colombia ha demostrado que por medio del diálogo es posible llegar a un entendimiento y estamos acompañando al pueblo colombiano con toda la esperanza de que esto se transforme en una realidad y que realmente contribuya a transformar la vida de la gente y, especialmente, de las mujeres” así lo expresó, Belen Sanz representante de ONU Mujeres en Colombia.

“¡Cesó la horrible noche!”, exclamó el presidente de la República para darle paso a las voces del coro de niños y niñas que entonaría el himno de la alegría. Y el júbilo del ritual despidió a todos los públicos. Muchos mantendrán dentro de sus relatos el estruendo de los aviones de la guerra. Ese trueno de sangre que se espera no vuelva a aterrorizar a los pueblos esperanzados con la paz y la democracia ampliada.