La Amazonía teologizada

 Amada Amazonía es la nueva Exhortación Apostólica del Papa Francisco,  la cual esta semana se hizo pública por las redes sociales.  Este texto ha generado diversas reacciones, por ello considero oportuno decir una palabra al respecto.

La emergencia de los derechos humanos y los derechos de los pueblos ha contribuido a la afirmación de las identidades de diverso orden, la más enunciada ha sido y sigue siendo la referida a la cultura, pues cada sociedad y pueblo en el mundo contemporáneo intenta romper con la subyugación que supuso la negación de las culturas propias, a tal punto que, como en el caso de los pueblos indígenas de América,  se ha llegado a consolidar la “vergüenza de lo propio”, para abrirse o rendirse a lo impuesto por las diversas formas de colonización.

Uno de los campos y medios que ha posibilitado esta colonización del pensamiento ha sido el religioso, particularmente agenciado por las instituciones que han estado apoyando las invasiones de territorios en los diversos continentes. La expresión religiosa que sin duda ha crecido al ritmo del proceso colonialista de Occidente es el Cristianismo, en sus múltiples vertientes, al tiempo que ha contribuido a que las políticas coloniales e imperiales encuentren una justificación en sus conciencias,  de tal manera se arguye que su actuación invasora se efectúa por el bienestar del colonizado, concluyendo que su labor en conjunto, política, bélica, económica y religiosa es un sacrificio por el bien de esa porción de la humanidad que ha de llegar  a la civilización y a la cristiandad.

Estos dos hechos enfrentados, la colonización y la afirmación de las identidades culturales con sus respectivas consecuencias en el plano de los Derechos, hoy se encuentran de nuevo confrontados, pues la colonización adquiere nuevas caras, nuevas formas y por ello asume nuevos discursos, muchos de los cuales rayan en la contradicción transitando por un laberinto neocolonial.

Un ejemplo de ello es la proliferación de discursos en torno al concepto contemporáneo del “medio ambiente” y las “ecologías”, a partir de los cuales se reedita la invasión a vastos territorios que se requieren incorporar al sistema económico mundial, con un supuesto argumento proteccionista hasta afirmar la sostenibilidad que en ocasiones lo único realmente sostenible es el incremento del capital, como acontece en la Amazonía.

Lo más reciente es el pensamiento cristiano de corte católico que intenta instaurar una “eco-teología”, el cual ha atraído el interés del propio Vaticano con el actual pontificado de Francisco, quien viene promoviendo una reflexión sobre este nuevo filón evangélico, con su discurso de la protección de la “Casa Común”,  primero con su encíclica denominada Laudato si en 2015, luego convoca al “Sínodo de la Amazonía”, realizado en 2019 y este mes, el 2 de febrero de 2020, publica su exhortación apostólica titulada Amada Amazonía.  Si bien es de buen recibo que una institución colonialista promueva un pensamiento crítico sobre el comportamiento utilitarista del actual sistema global consumista sobre el  planeta tierra, así sea que su reflexión la base en su discurso teológico, también es inquietante que en el desarrollo de ese mismo pensamiento se caiga en un laberinto cuando critica al antiguo y nuevo colonialismo en la Amazonía, incluso al revisarse como institución pide perdón por prácticas inhumanas promovidas por ciertas corrientes misioneras, pero al querer enmendar las faltas pone de nuevo, como lo hace en el último texto referenciado, la estrategia necolonialista religiosa de la inculturación.

Este enfoque de la inculturación parte del principio del reconocimiento del valor de las culturas y pueblos originarios amazónicos, a los cuales hay que respetar, pero al derivar las implicaciones prácticas concluye, como le es propio a dicha institución, que su rol es el de “elevar”, “purificar” dichas culturas:

“Es posible recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría. Un mito cargado de sentido espiritual puede ser aprovechado, y no siempre considerado un error pagano. Algunas fiestas religiosas contienen un significado sagrado y son espacios de reencuentro y de fraternidad, aunque se requiera un lento proceso de purificación o de maduración. Un misionero de alma trata de descubrir qué inquietudes legítimas buscan un cauce en manifestaciones religiosas a veces imperfectas, parciales o equivocadas, e intenta responder desde una espiritualidad inculturada”[1].

Algunas personas expresaron su pesar porque en esta carta el Papa no quitó el celibato obligatorio para los sacerdotes católicos, aunque fuera en la Amazonía, como lo anunciara las discusiones del mencionado Sínodo de 2019. Pero lo que realmente debe preocupar no es ese asunto disciplinario de la estructura eclesiástica, entre otras cosas maltrecho en muchas ocasiones, en algunas rayando incluso en el delito del abuso a menores, sino, a mi juicio, es este laberinto ideológico que muestra de una parte un pensamiento crítico anticolonial pero se contradice en su estrategia, que además, en esta ocasión, refuerza una vez más la exclusión de las mujeres de la condición de igualdad  con respecto a los hombres, al reafirmar el inveterado discurso teológico patriarcal y machista de no admitir a las mujeres en el ejercicio ministerial sacerdotal, ahora bajo el pretexto de no “clericalizar” a las mujeres de la Amazonía, a quienes se les debe el sostenimiento de esta institución:

“Esto nos invita a expandir la mirada para evitar reducir nuestra comprensión de la Iglesia a estructuras funcionales. Ese reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia sólo si se les diera acceso al Orden sagrado. Pero esta mirada en realidad limitaría las perspectivas, nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable… Jesucristo se presenta como Esposo de la comunidad que celebra la Eucaristía, a través de la figura de un varón que la preside como signo del único Sacerdote. Este diálogo entre el Esposo y la esposa que se eleva en la adoración y santifica a la comunidad, no debería encerrarnos en planteamientos parciales sobre el poder en la Iglesia” [2]

Si en realidad una institución históricamente crecida y fortalecida por el proyecto colonialista de Occidente quiere hacer un cambio y comprometerse, como lo afirma, para oponerse al neocolonialismo de quienes invaden los territorios, lo que debe hacer en primer lugar es ella misma descolonizar su propio discurso, que la llevaría a sus propias raíces, de las que tanto habla la reciente Exhortación Amada Amazonía, para que bebiendo de ellas se reconfigurara desde sus orígenes antiimperiales.  Sólo así podrá entender que debe salir de su laberinto teológico que siempre apunta a afirmar su superioridad y por ende a calificar de inferioridad (suavizada al hacer uso del lenguaje culturalista) a quienes pretende salvar en la Amazonía.

****Antropólogo, teólogo y doctor en Antropología. Exdirectivo de la UNICLARETIANA. Acompañante por más de 25 años a pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas en el Pacífico. En la actualidad Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente en Cali y asesor de la Comisión Interétnica de la Verdad del Pacífico (CIVP).


[1] Francisco Papa. Amada Amazonía # 79

[2] Idem # 100 y 101