Bicentanario de traiciones

La Feria internacional del libro de Bogotá (FILBO) ha tenido en 2019 de país invitado a Colombia como expresión de la conmemoración  o celebración, según se interprete, del bicentenario de la independencia, en sintonía con una serie de actos que promueve el Gobierno nacional  con este mismo propósito.

Una amplia gama de textos y reflexiones se han realizado sobre lo que han significado estos doscientos años de conformación del Estado, los aciertos y los grandes desafíos que aún afronta para que los principios de la equidad, justicia, participación y otros se hagan realidad.

En las postrimerías de este escenario de la palabra, de debate y expresión simbólica emerge la noticia del atentado contra un significativo grupo de líderes y lideresas de las comunidades afrocolombianas del departamento del Cauca, Estas personas preparaban una próxima reunión con el Gobierno de Iván Duque para hacer seguimiento a los compromisos asumidos durante la Minga realizada el pasado mes de abril.

Nuevamente la fuerza se pretende imponer sobre la palabra de quienes se oponen a la usurpación de sus territorios ancestrales. Los indígenas hicieron la minga en unión de afrocolombianos y campesinos para exigir el cumplimiento de acuerdos firmados por el Estado que requieren de nuevas movilizaciones para que se avance, aunque sea poco, en la honra de la palabra pactada.

El  atentado se une a la profunda crisis de persecución al liderazgo social en Colombia, cuyos muertos se cuentan por centenares en los últimos dos años.  Esta realidad cuestiona lo que se intenta rememorar con el bicentenario, pues como se ha mencionado tantas veces en la FILBO, ¿independencia de qué, de quiénes, por quiénes y para quiénes?

El incumplimiento de la palabra empeñada con los indígenas y afrocolombianos en los múltiples acuerdos, echa sus raíces en el mismo acto de perfidia que hicieron los dirigentes de la guerra de independencia respecto a los otrora esclavizados, a quienes les prometieron la libertad si se unían a esa lucha, pero una vez logrado ese propósito el naciente Congreso les negó la libertad, dejando en entredicho la palabra de Bolívar. Más de treinta años debieron de esperar para que se legislara en favor de la libertad total. 

Este hecho evoca inevitablemente el comportamiento engañoso  del actual Congreso, particularmente de un sector,  con la implementación del Acuerdo de Paz,  pues en éste también se pactó como forma de reparación a las víctimas,  una participación directa en el Parlamento, con las 16 curules temporales, que fueron negadas, o con el bloqueo a la Jurisdicción Especial de Paz,  como se evidenció esta semana al remitir a la Corte Constitucional para que nuevamente sea ella quien resuelva las diferencias, o con la aplazada legislación para cumplir con el acuerdo sobre Tierras y Reforma Rural Integral.

Igualmente los indígenas esperaron que la palabra del Libertador  de generar medidas protectoras sobre sus tierras y formas de gobierno fueran honradas para recuperar la dignidad  vulnerada por la colonia que se quería superar, pero lo que ha mostrado el bicentenario es que se ha dado una prolongada traición a esta promesa, ante lo cual han sabido resistir mediante una minga también bicentenaria.

El Gobierno, y el Estado en su conjunto, tiene la mejor manera de conmemorar el bicentenario comprometiéndose a fondo con detener la masacre contra el liderazgo social, dado que se supone que esta efeméride se refiere a la transición de la monarquía a la democracia, la cual se niega de forma aplastante desprotegiendo las personas y comunidades que, actuando en derecho, quieren que sus voces sean escuchadas y los acuerdos sean cumplidos, para que se sienten las bases de un futuro bicentenario de una paz estructurada en la Verdad que  hace justicia histórica con estas víctimas también bicentenarias.

**Antropólogo, teólogo y doctor en Antropología. Exdirectivo de la UNICLARETIANA. Acompañante por más de 25 años a pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas en el Pacífico. En la actualidad Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente en Cali y miembro del Comité Coordinador de la Coordinación Regional del Pacífico.