El Gobierno trata de invisibilizar a Leyner Palacios en el viaje (colonial) de Duque en Bojayá
Hay algo de teatral en cada visita presidencial por el país pero, cuando una de esas visitas es a la Colombia étnica e invisible, la escenografía se torna colonial. Nada parece descuidado para mostrar el ‘esfuerzo’ del presidente, Iván Duque, por llegar a estos lugares “abandonados” que “ahora sí” van a sentir la presencia del Estado.
Pocos pueblos de la Colombia olvidada han tenido tantas visitas presidenciales. Y cada una es como un déjà vu de la anterior. El discurso oficial de Duque, coincide con el que transmitió Presidencia cuando Andrés Pastrana visitó Bellavista siete días después de la masacre de 2002 – “Nunca pensamos tener un presidente por acá en esta zona, teníamos que poner los muertos para que eso pasara”-. Entonces, en un pliego de peticiones, las comunidades pedían «seguridad, servicios públicos y proyectos productivos». Lo mismo que volvieron a pedir este 11 de enero de 2020. Álvaro Uribe llegó a inaugurar el nuevo Bellavista en noviembre de 2007 y aseguró: “En los últimos cinco años ustedes han visto un gran cambio aquí. En vez de guerrilla y paramilitares, han tenido la compañía de nuestras instituciones, de nuestras Fuerzas Armadas. Tengan la seguridad de que ni el Ejército, ni la Armada, ni la Policía, van a abandonar este pedazo de Colombia”. Nueve años después le correspondió pronunciar palabras grandilocuentes a Juan Manuel Santos. Esto dijo en Bellavista en octubre de 2016 justo después de recibir el premio Nobel: “Ustedes saben bien del compromiso que tiene el Gobierno con el Chocó. Gobernador, usted lo conoce muy bien. Aquí con ustedes en esta comunidad. Aquí se han hecho obras, se ha avanzado en conectividad. Hemos dispuesto fondos de una estampilla que hace apenas un mes lanzamos en Quibdó. Y los recursos que se consigan con esa estampilla serán aquí para ustedes, aquí en Bojayá. Pero mi compromiso, mi compromiso con todos ustedes aquí el día de hoy –es el primer evento al que asisto después de haber sido galardonado con el Premio Nobel–, mi compromiso es con ustedes. Y pueden estar seguros que no voy a desfallecer”.
Ayer, Iván Duque repitió el discurso: “Este Gobierno no es promesero ni demagogo; este Gobierno es ejecutivo y pedagogo” y anunció –de nuevo- que ahora sí, que ahora va a producirse inversión social integral en Bojayá.
La visita, diseñada desde el vestuario hasta los gestos –según la crónica oficial: “En mangas de camisa y jean, expresó: ‘Qué felicidad estar aquí’, ante un grupo de jovencitas afro que sonreían, lo abrazaban y le pedían hacerse ‘selfies’”-, desde los mensajes hasta los turnos de palabra, desde la exposición innecesaria de la infancia a la invisibilización ‘oficial’ de Leyner Palacios. Y la mayoría de medios colombianos presentes reprodujeron el discurso oficial previsto.
Después de un recorrido diseñado para la toma de fotos y para inspirar al/la cronista del Palacio de Nariño –“Mientras el Jefe de Estado avanzaba a lo largo de una placa huella, seguido de una gran romería, levantó sorpresivamente a otro de los niños sobre sus hombros. El pequeño no paraba de sonreír, mientras los bojayaceños lo miraban con asombro. Luego de hacer una parada para saludar de manera efusiva y con admiración a un grupo de héroes de la patria, el Jefe de Estado llegó al Centro de Salud de Bellavista, donde dialogó con los pacientes y revisó la infraestructura”-, el presidente de la República se encontró con representantes de las comunidades y corregimientos en el auditorio de Bellavista la nueva –ese pueblo infernal en que se tradujo la inversión integral de Pastrana-Uribe. Bellavista la nueva, un esperpento ‘paisa’ diseñado en oficinas y que costó la friolera de 34.000 millones de pesos en obra civil, es una especie de cárcel para un chocoano. Lejos del río, absolutamente dependiente de lo público, acorralada por la guerra que no cesa… Un ex secretario de Salud del municipio explicaba hace unos años que en Bellavista se ha invertido mucho dinero “pero si pregunta le van a decir que aquí no se ha dado nada. Sí se ha dado pero sólo ha servido para generar dependencia. Yo creo que el culpable de lo que ha pasado es el Estado con su asistencialismo, que sirve para comer pero no soluciona los problemas reales sino que genera muchos nuevos problemas”-.
Y el tono de Duque volvió a ser el del asistencialismo y el de la “cooperación humanitaria interna”. Escuchó con agrado las reclamaciones de algunas comunidades pidiendo migajas de inversión: una vía terciaria acá, una conexión eléctrica allá, ojalá una mejora del único centro de salud precario de la zona… En la lista de intervenciones previstas, no estaba la del líder más visible de estas comunidades, Leyner Palacios. No es el único líder de Bojayá, pero sí es la voz más reconocible de estos territorios. Palacios tuvo que pedir la palabra para ver cómo el presidente Duque lo interrumpía a los tres minutos de empezar, cuando el líder afro trataba de leer a su gente la carta que, él primero y una veintena de organizaciones después, le han entregado a Presidencia expresando los problemas y apuntando las soluciones.
“Querido Leyner. Yo recibí la carta, la leí con detalle y ya se la entregué a la ministra de Interior, creo que no es necesario leerla (…) Lo que yo quiero es darle la palabra a otros compañeros del Gobierno para que definamos un plan de acción…”, le dijo Duque a Palacios, quien decidió entonces leerle dos párrafos del comunicado que ayer emitían 10 obispos del Pacífico y del Suroccidente del país en el que pedían al Gobierno “retomar el sendero de la paz” y en el que reafirmaban “la necesidad de encontrar salidas políticas y pacíficas al conflicto armado: con ELN para lograr un acuerdo de paz; y con las AGC y estructuras similares, para que se posibilite un acogimiento colectivo a la justicia. Esperamos la respuesta sincera de los diversos actores, mediante gestos concretos de verdadera voluntad de paz”.
El presidente obvió el tema de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) –a las que siempre se refirió como narcotraficantes, no como paramilitares- y se centró en el ELN y se mostró molesto con la petición de los obispos: “¿Retomar el sendero de la paz? Nosotros no nos hemos salido de ese sendero. Lo que no hacemos es política con la paz sino que buscamos la paz con legalidad. Los que son enemigos de la paz son los violentos y… en los violentos, legalmente, no hay distinción, todos son Grupos Armados Organizados”.
Según expresó Duque, él no abrirá la puerta a hablar con el ELN hasta que “liberen a todos los secuestrados sin pedir un peso a cambio y pongan fin a los actos criminales”. “Recibo la carta [el comunicado de los obispos] con agradecimiento, pero a mi no me tienen que invitar a retomar la senda de la paz… no podemos igualar a los criminales con la fuerza pública”.
La visita del presidente, acompañado de los altos mandos militares en la zona y de los responsables de varias agencias gubernamentales, se saldó con algunos compromisos vagos –una cancha de fútbol sintético, una intervención “integral” en el centro de salud, presencia de las Fuerzas Militares en la zona- y poco más. Igual que llegó, en un helicóptero Black Hawk militar para evitar los 250 kilómetros de río que separan Bellavista de Quibdó, se fue y el eco de sus palabras resonará en Bellavista y en el resto del río Bojayá, donde las comunidades viven un estado de confinamiento desde hace meses, como sigue en el ambiente el listado de promesas de Andrés pastrana, de Álvaro Uribe o de Juan Manuel Santos.
El último helicóptero que habían recibido en Bojayá antes de la llegada de Duque, fue el de Naciones Unidas que el pasado 11 de noviembre transportó los restos ya identificados de 78 de las víctimas de la masacre de 2002. Un helicóptero que llegó con 17 años de retraso, como casi todo en el Pacífico. Un acto, el de la entrega de los restos a la comunidad, en la que no hubo representación alguna del alto Gobierno, aunque ahora Duque se haya hecho todas las fotos posibles en el mausoleo de las víctimas u orando frente al Cristo Mutilado de Bojayá.
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