MInga: el pasado va adelante
En el pensamiento mítico, como lo expresan los pueblos indígenas andinos, el pasado no está atrás sino por el contrario “va delante”, como las primeras gotas de agua de los ríos, abriendo camino, por eso marca el sendero lo fundante, lo primigenio. Como lo replican las religiones que basan su creencias también en mitos, el ritual siempre rememora y actualiza lo que ocurrió miles de años antes, pero se vuelve sobre él para encontrar explicación a este presente efímero que segundo a segundo se torna en pasado.
Esta premisa nos sirve de referencia para comprender lo que el país ha estado viviendo en estos últimos 28 días, desde que los pueblos indígenas del Cauca y del Huila declararon la “Minga”, concepto referido al trabajo realizado en comunidad, para reiterar las reclamaciones inveteradas, que no logran cumplirse. Razón por la que vuelve y emerge el pasado orientando su relación con el Estado colombiano y la sociedad en general.
Estamos en el año del bicentenario de la independencia, para mucho centrado en el recuerdo de una gesta libertaria, cuyos protagonistas fueron calificados en aquel tiempo por el imperio español, como “traidores”, “forajidos”; actitud triunfalista que desconoce la situación de una segunda sumisión de los pueblos indígenas al nuevo dominio criollo, el cual ha continuado profundizándose, a pesar de la persistente resistencia de aquellos.
Esta resistencia sigue ventilando en la actualidad los viejos problemas que se consolidaron con el racismo contra los indígenas, formalizado en políticas y leyes que configuraron la relación de colonialismo interno de las élites en el poder, ejemplificado ello en la usurpación y despojo violento de sus tierras, las mismas que hoy siguen reclamando.
Para algunos sectores la protesta continua de los indígenas la exacerbó la constitución de 1991, de ahí que pregonan la necesidad de hacer un cambio de la misma para retroceder a aquellas formas de mayor colonialismo, manipulan la opinión y las conciencias de las mayorías contra los indígenas, reabriendo el panorama racista y etnofágico que ha caracterizado este bicentenario republicano que, en muchos casos, desmejoró la situación de estos pueblos.
Un presidente que se negó desde el comienzo a hablar directamente con los indígenas en el Cauca, con el pretexto de estar “utilizando vías de hecho”, contribuyó a prolongar una situación de crisis social, pudiendo conjurarla pronto, pues al final se tuvo que llegar a una negociación. Sin embargo, el mismo presidente aplaude y promueve las vías de hecho contra un gobierno de un país hermano, como se pudo constatar el pasado 23 y 24 de febrero, permitiendo y alimentando que desde el territorio colombiano se forzara ingresar la mal llamada “ayuda humanitaria” y, en consecuencia, atacar a la fuerza pública venezolana.
El partido de gobierno desde el Congreso de la República pidió de forma reiterada que se empleara la fuerza para destaponar la vía Panamericana, descartando el diálogo como medio para la solución. Posición que se mantiene en cabeza del jefe de partido, quien ha rechazado que se hubiese logrado un acuerdo a través del diálogo y ha profundizado el odio al expresar que los manifestantes, son terroristas y que por tanto… “es preferible cerrar esa carretera por dos años, mejorar y cuidar la alterna que firmar acuerdos con la minga apoyada por el terrorismo”.
En otro punto, en el resguardo indígena Nasa-Embera Chamí La Delfina, en Buenaventura, continúa la Mesa de negociación con la “Minga nacional por la vida”, que representa al conjunto de los pueblos indígenas que se encuentran concentrados en varias partes del país, avanzando en acuerdos, pero con la eventualidad de hacer taponamiento de aquella otra vía vital para las relaciones comerciales internacionales por su conexión con el principal puerto del país.
Este escenario ha de llevar a reflexionar a todos los colombianos y colombianas sobre la situación estructural en la que se encuentran los pueblos indígenas, para quienes mientras no se resuelva la política de usurpación de sus territorios, no se restituya las tierras despojadas y no se aplique las normas que reconocen el conjunto de sus derechos, estarán continuamente en minga. Sus reclamaciones involucran al conjunto de la sociedad, pues proteger las selvas, los páramos, las fuentes energéticas, es un deber de toda la sociedad, dado que estamos en una “casa común”. No se puede caer en la trampa del racismo y desprecio contra estos pueblos que dan ejemplo de ciudadanía al reclamar sus derechos y asumir responsabilidades.
**Antropólogo, teólogo y doctor en Antropología. Exdirectivo de la UNICLARETIANA. Acompañante por más de 25 años a pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas en el Pacífico. En la actualidad Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente en Cali y miembro del Comité Coordinador de la Coordinación Regional del Pacífico.