¿Por qué este acuerdo tiene que ser el definitivo?

El Centro Democrático vuelve a pedir que lo acordado en La Habana no sea definitivo. ¿Por qué el Gobierno, las FARC y buena parte de la sociedad organizada insisten en que este texto debe ponerse a caminar?

Pocas horas antes de que en La Habana se volviera a producir una firma histórica -Colombia lleva meses instalada en “lo histórico”- y tras reunirse con Juan Manuel Santos, el expresidente Ávaro Uribe insistía: “He pedido al Presidente de la República que los textos que anuncian de La Habana no tengan alcance definitivo, que sean puestos en conocimiento de los voceros del No y de las víctimas, quienes los estudiarán en breve tiempo y expondrán cualquier observación o solicitud de modificación en nueva reunión con el equipo negociador del Gobierno”.

Pero Santos, horas después, en su alocución presidencial de la noche del sábado 12 de noviembre, advertía de que no hay más tiempo: “Era indispensable además, lograr este acuerdo renovado muy rápido. El cese al fuego es frágil. La incertidumbre genera temores y aumenta los riesgos de echar este inmenso esfuerzo al traste”. Iván Márquez, en sus palabras tras firmar este nuevo acuerdo, también insistió en que “para este acuerdo el único camino es la implementación”.

Mientras sigue sin conocerse la redacción final del acuerdo, los sectores favorables al mismo presionan para que se cierre la discusión de élites entre el No y el Sí. ¿Por qué es tan importante poner en marcha este nuevo acuerdo sin más dilaciones?

1.- Los tiempos de la guerra

El cese bilateral de hostilidades sólo está aprobado, en principio, hasta el 31 de diciembre. Los guerrilleros están concentrados en las zonas de preconcentración pero esto no se puede extender de forma permanente. Se logró que la ONU aprobara que su misión de verificación actúe en esta coyuntura pero se trata de una situación tensa y que, además, no soluciona un problema logístico grave: el mantenimiento de estos miles de hombres y mujeres que, además, ya acumulan meses de espera. Si no hay un avance sustancial en la implementación de los acuerdos y se concretan las Zonas Veredales de concentración y arrancan todos los protocolos de reincorporación de las y los guerrilleros a la vida civil se puede poner en riesgo un proceso que ya de por sí es muy frágil. La voluntad de dejar las armas de las FARC-EP y el compromiso político de Santos con el proceso han logrado que el resultado del plebiscito del 2 de octubre no acabara con el silencio de los fusiles, pero la voluntad no es suficiente.

2.- Los tiempos legales

En los primeros días de diciembre el Congreso entra en receso y se aplazarían las leyes clave para la implementación hasta el próximo año lo que parece insostenible en este momento. Aunque Santos no se ha pronunciado de forma clara, parece que el único camino viable para la refrendación del acuerdo es el parlamentario, evitando un nuevo plebiscito y la compleja y costosa vía de los cabildos abiertos. Para que se den los pasos necesarios es imprescindible que el acuerdo llegue al Congreso antes del 23 de noviembre y que, entre otras, pase el trámite exprés la ley de amnistía, que pondrá en la calle –con condiciones- a guerrilleros, militares y policías. También deben aprobarse los protocolos para la concentración guerrillera y de su verificación, así como las leyes incluidas en el plan de terminación de los grupos paramilitares, entre otras.

3.- Los tiempos políticos

Santos no tiene mucho margen de actuación. El calendario electoral de 2018, adelantado en año y medio tras el resultado del plebiscito, puede provocar una ruptura en la alianza de Gobierno y el presidente necesita toda la fuerza política disponible para implementar los acuerdos. El capital político cobra más importancia ahora que sabemos que los acuerdos no van a entrar al conocido como bloque constitucional y que, por lo tanto, su implementación por parte del Estado depende solamente de la “voluntad” política.

Santos, y su posible heredero, se juega el momento político a la implementación de este acuerdo y al permanente aplazado inicio de las negociaciones con el ELN. Si no se consolida este momento de disminución de violencia armada, tiene un legado pobre que dejar al país, con una recesión económica evidente, una propuesta de reforma fiscal criticada desde todos los sectores políticos –aunque por diversas razones- y unas tensiones en el seno de las élites que pueden estallar con la campaña electoral.

4.- Los tiempos internacionales

El acuerdo de paz con las FARC-EP fue posible, entre otras cosas, por la coyuntura en la política internacional y por las necesidades de ciertos actores, como Estados Unidos, de “pacificar” Colombia. De nada sirve haber firmado un TLC con Colombia (aprobado por el Congreso de EEUU a finales de 2011) si no se pueden poner en marcha los megaproyectos económicos en zonas inestables o con presencia guerrillera.

Pero ahora el nuevo presidente de EEUU será Donald Trump y su discurso es de concentración en la política nacional y de ruptura con los tratados de libre comercio que, según él, hacen daño a la economía nacional de su país.

El gobierno de Colombia se debe mover rápido si quiere seguir contando con el respaldo de EEUU, actor fundamental para que los acuerdos tengan éxito y principal financiador teórico de parte de la implementación de los mismos. La Unión Europea no tiene mucho músculo en este momento, enfrascada como está en sus problemas internos: la crisis de los refugiados, la crisis económica, el Brexit británico, el ascenso político de la ultraderecha…

5.- Los tiempos estéticos

El 10 de diciembre Juan Manuel Santos acudirá a Oslo a recibir su premio Nobel de Paz, el espaldarazo de la comunidad internacional a un proceso que hacía aguas tras el resultado del plebiscito contrario a los acuerdos. Presentarse en Noruega sin un acuerdo aprobado y caminando es como llegar a la propia fiesta de cumpleaños en ropa interior. Santos necesita el acuerdo. Pero las FARC-EP, también. En su X Conferencia Nacional Guerrillera, celebrada en septiembre, sus comandantes aprobaron por unanimidad lo pactado en La Habana en primera instancia y lo hicieron a pesar de algunos disensos internos y de la inmensa desconfianza que tienen del Estado. O comienza a cristalizar la ruta hacia el nuevo partido político en el que se reconvertirá la guerrilla, salen los presos políticos de las cárceles y la “guerrillerada” comienza a ver que sus anhelos son viables o la cohesión interna de las FARC-EP puede resquebrajarse.

Tampoco es incondicional el apoyo de la comunidad internacional al proceso de paz en Colombia. El mundo vive tiempos convulsos y el proceso de paz del país generó muchas expectativas en un momento histórico en el que se necesitan buenas noticias. Sin embargo, el resultado del plebiscito dejó perpleja a esa misma comunidad internacional que necesita de un nuevo acuerdo en marcha para mantener su confianza en la sociedad colombiana.